Por Sophia Huett

La noticia de la detención del ex secretario de Seguridad Pública de Tabasco parecería un capítulo más en el largo expediente de funcionarios caídos en desgracia. Pero para quienes estuvieron en el terreno, en carne viva, la memoria trae de regreso escenas de 2019 que no se olvidan.

Junio de ese año, Villahermosa. Un grupo de la Policía Federal de la División de Investigación había sido desplegado para combatir secuestros, extorsiones, trata de personas y huachicol. No era casualidad: Tabasco era un hervidero de delitos, con rutas de paso que conectaban el sur con el norte, y con grupos criminales diversificando negocios como si fueran franquicias.

Una denuncia alertó sobre movimientos extraños en el Hotel Plaza, en la carretera Villahermosa-Cárdenas. Vehículos entraban llenos y salían vacíos. El encargado, con miedo, admitió que no le habían pagado y que algunos de los “huéspedes” iban armados. Permitió el acceso a los policías federales, quienes encontraron una escena escalofriante: entre 130 y 150 personas de distintas nacionalidades —hombres, mujeres y niños— hacinadas en habitaciones, listas para ser trasladadas como mercancía a la frontera norte.

En medio del operativo en el que ya participaba Migración y el Ejército, uno de los agentes recibió una llamada telefónica. Al otro lado de la línea se presentó Ulises Pinto, alias El Mamado, quien se identificó como mano derecha de Hernán Bermúdez Requena, entonces titular de la Policía de Investigación de la Fiscalía estatal. Preguntó si había orden de cateo y comentó que esa gente “era suya” y que ya los iba a mover. Más tarde, otros hoteleros confirmaron lo mismo: habitaciones ocupadas sin pagar, con el mismo personaje detrás. Horas después, las habitaciones denunciadas quedaron vacías sin que nadie diera explicaciones.

El propio Bermúdez Requena citó a los federales. Les ofreció casas para hospedarse, viáticos y “carta abierta” para trabajar juntos; buscó abrir un canal de colaboración. La respuesta fue negativa. Poco después, la unidad antisecuestros estatal fue atada de manos: dejaron de recibir casos e incluso autorización para trabajar. Mientras tanto, los secuestros y homicidios aumentaban y comenzaba a sonar un nombre: La Barredora, que después se sabría, fue un grupo integrado por personal de la fiscalía y de la Secretaría estatal.

Semanas más tarde, otra denuncia llevó a vigilar una bodega de huachicol en Cárdenas. Desde la tarde todo parecía normal, pero a medianoche comenzaron a entrar tractocamiones doblemente articulados cargados de combustible. El olor era inconfundible. Los federales documentaban con fotos y video cuando un vehículo con las luces apagadas se estacionó detrás de ellos. Dentro, hombres visiblemente armados. Los policías federales solicitaron el apoyo de su grupo táctico y de compañeros de Caminos y en conjunto, abordaron el vehículo sospechoso. De pronto, de él descendieron cuatro hombres, quienes de inmediato se quitaron pasamontañas y se pusieron chamarras con insignias de la FGR. Entre ellos había también un funcionario estatal. Argumentaron que habían recibido una denuncia de personas armadas, misma que aunque estaban en la misma frecuencia, nunca captaron los policías federales. La conclusión era evidente: no estaban investigando, estaban cuidando la bodega.

Los informes fueron enviados a la Ciudad de México. A nivel local, las respuestas se volvieron cada vez más renuentes. “Estas tierras ya tienen dueño”, les dijeron. Y así era: las redes del delito estaban protegidas desde adentro.

A los dos meses, la Marina entró en escena. Con ellos se trabajó investigaciones como la de Kalimba, el jefe del huachicol en la región. Se intercambiaron ubicaciones, se hicieron operativos y se avanzó en investigaciones financieras. Pero la certeza ya estaba ahí: las autoridades locales estaban profundamente involucradas.

Mientras tanto, desde el micrófono se repetía la consigna: “la corrupta era la Policía Federal”. Hoy, con un exsecretario detenido y las piezas encajando, la pregunta que queda es inevitable:

¿Quién corrompía a quién?

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