Nurit Martínez
En la última semana recibí un par de llamadas de muy buenas amigas que me preguntaban: ¿qué escuela me recomiendas para mí hijo? Ambas preocupadas por encontrar la escuela pública o privada que les asegure la mejor formación de sus hijas e hijos.
Más que una recomendación, en México solo tenemos información para dar referencias de lo que nos han dicho, de cómo le fue a un hijo, sobrino o conocido, pero el sistema educativo no cuenta con una plataforma que nos brinde información para tomar una decisión informada sobre cuál es la mejor escuela.
Son varias las dudas que surgen cuando hay que tomar una decisión de inscribir a los hijos en la escuela, desde preescolar hasta la universidad.
A partir de esta semana son miles las familias que se ven en la encrucijada de decidir la escuela, directivos, maestros y personal a los que les confiaremos nuestro mayor tesoro, nuestros hijos, nuestros familiares.
Con la liberación de las convocatorias para inscribir a los niños de preescolar, el lanzamiento de las mismas para elegir un bachillerato y de licenciatura o las normales la conversación en el desayuno o la comida giran en torno a ¿a qué escuela voy a ir?, ¿Cuál es la mejor escuela?, ¿Qué vamos a hacer si no pasa el examen?, entre otras.
Cuando son adolescentes o jóvenes esa decisión les genera tensión, insomnio y hasta una fuerte depresión porque a los 12 o 15 años les pedimos tomar la gran decisión de su vida, empezar un camino por las ciencias duras, la biología, la salud o las ciencias sociales, humanidades y administrativas. Pero por qué a esa edad, si al llegar a la universidad es tan difícil elegir una especialidad, más en un mundo en el que los avances científicos se renuevan cada seis meses.
La responsabilidad entonces recae en la familia y entonces ahí lo primero que ocurre es que son los abuelos, los tíos, los padres o la carrera exitosa de un conocido o un cercano lo que influye de manera decidida, más aún entre los que están por ingresar al bachillerato. “Estudia Derecho así serás abogado como el abuelo”, “por qué no estudias para maestra, así te dejo mi plaza”, “deberías ser arquitecto como el tío o ingeniero como mi compadre”, son algunas de las frases que se escuchan.
La otra decisión cae más en las modas o el marketing profesional en el que los medios de comunicación y ahora las plataformas streaming tienen su impacto. Así vemos a los que eligen a partir de los programas y series de televisión y se ve en el incremento de escuelas y carreras como criminalística, robótica, mecatrónica o también las profesiones de una vida saludable como nutriólogos, medicina del deporte o coaching deportivo.
Los menos son los que exploran entre sus aptitudes o pensando en la transformación a futuro. Es decir, la decisión de los adolescentes o jóvenes debe vislumbrar el mundo en cinco o diez años y proyectarlos al mundo laboral de 2030 o 2040. Solo de pensarlo, ¡uf, que difícil!
Por ello elegir la mejor escuela es una decisión compleja. No solo se deposita el bienestar profesional sino el integral de los niños y jóvenes. Que si son buenos astrónomos, matemáticos, ingenieros robóticos o biomédicos, dónde está la formación complementaria: las artes, las habilidades deportivas o musicales… ¿Cómo formamos profesionales felices, alejados de la angustia, el acoso, el bullying o la depresión? Es una tarea compleja para definir en una mañana entre el café o la comida.
En efecto, requiere información más allá de las referencias familiares o de amigos o conocidos. En las familias sí llega a pesar la “fama” de las escuelas en las colonias, alcaldías o municipios: En aquella escuela todos ingresan a tal CCH o a la prepa tal, tienen pase directo a la universidad. De ahí salió la hija del doctor, el hijo de mi comadre y ya ves que ahora trae buen coche o es gerente, maestro o ingeniero en Pemex, son de los argumentos en ese debate de decisión.
Hace casi veinte años en México se lanzó la propuesta de que el sistema educativo pudiera contar con una instancia autónoma que permitiera agrupar información para la mejor toma de decisiones. Ello implicaba tener un ranking o clasificación que permitiera tener referencia geográfica de la mejor escuela por nivel educativo.
En la construcción de ese sistema instancias públicas y particulares invirtieron una década para saber con resultados de aprendizaje de los alumnos daban cuenta de aquellos planteles en los que maestros, directivos y alumnos hacían esfuerzos por mejorar la calidad del servicio educativo, que los niños aprendieran lo que debían a su edad y tener programas paralelos de desarrollo: inglés, computación, deportes, salud.
Hay algunos preescolares que ganan buena reputación porque los niños aprenden muy rápido a leer y a hacer operaciones básicas. Que las familias lo sepan les genera buenas recomendaciones.
En paralelo las políticas públicas forzaron el destino de recursos públicos para contar con mejor infraestructura y que fuera inclusiva: rampas, espacios braille, señalizaciones. En ese trayecto caminaban las escuelas y si la escuela pública mejoraba en consecuencia las de particulares también se habían subido a esa mejora constante.
Claro, aún había mucho por hacer y no faltaban planteles aún en bodegas, en espacios inadecuados y sin infraestructura adecuada que las mantiene como “patito” por sus instalaciones pero que siguen siendo una alternativa por los horarios, porque las y los docentes viven en la misma zona y eso genera confianza y seguridad.
En ese proceso también cuenta la trayectoria de las y los maestros, el nivel de disciplina o exigencia. Si tienen estudios de posgrado o pertenecían a la carrera magisterial porque era sinónimo de su constante capacitación. Hace casi una década las escuelas públicas no cuentan con un programa claro que les enseñe lo básico en computación, esa tarea se dejó a los padres de familia.
En la presente administración muchos de todos esos procesos de calidad del sistema y plataformas de información para dar a conocer las mejores escuelas en desempeño escolar, en infraestructura y con los mejores maestros se desecharon. No hay más referencias que lo que de boca en boca se pueda transmitir. Regresamos a lo que otras personas nos puedan comentar y, quizá, es hora de que pongamos el tema de nueva en la mesa de las decisiones de política pública.
A la pregunta: ¿Qué escuela me recomiendas en este momento?, la mejor respuesta es una combinación entre aspiraciones personales, la búsqueda de un entorno escolar de desarrollo en las mejores condiciones de infraestructura y programas de desarrollo integral, así como tener una mirada a sus egresados, de los que asisten a cada plantel para encontrar la mejor escuela.