Por Omar Vidal y Richard C. Brusca
La elección presidencial en Estados Unidos está tan cerrada –dicen las encuestas– que nadie puede predecir quién ganará. La moneda está en el aire y el mundo está en vilo, porque las ramificaciones de una posible victoria de Donald Trump no sólo afectarán el futuro de Estados Unidos sino también sacudirán al planeta entero. Esto no es una exageración.
No somos pesimistas. Al contrario, creemos que Kamala Harris será electa hoy como la primera mujer, la primera afroamericana y la primera asiático-americana en liderar a la nación más poderosa del mundo. Pero, si nos equivocamos y gana Trump, queremos dejar el testimonio de lo que nos espera. Porque perderá Estados Unidos, perderá México, perderá la democracia, perderá nuestro planeta. Todos perderemos.
Sin duda que la polarización, la venganza, la banalidad, el mal juicio y la mentira serán el sello de la casa en una segunda presidencia de Trump. No sólo porque en su primer periodo presidencial demostró –una y otra vez–su enorme capacidad para dividir y destruir; pero también porque no puede reelegirse para un tercer periodo y no tendrá los límites ni incentivos que normalmente tienen los presidentes durante su primer periodo. Además, gracias a la inmunidad que le otorgó una Suprema Corte obsequiosa, Trump no tendrá ninguna motivación para contener sus peores excesos.
Es por eso que una segunda presidencia de Trump sería tan peligrosa y tóxica. Sería una presidencia imperial.
El segundo mandato de Trump estará dirigido por dos organizaciones ultraconservadoras, la Heritage Foundation (y su Proyecto 2025) y el America First Policy Institute. Estas dos organizaciones ya redactaron centenares de órdenes ejecutivas que están listas para ser firmadas por Trump. Uno de los ejes de estas órdenes sería dar a Trump poder para despedir a cualquier empleado federal que él considere de pensamiento progresista o que pueda resistirse a sus medidas antidemocráticas. También tienen planes detallados que restringirían aún más el aborto a nivel federal y que impedirían a los estados negar o restringir la posesión de armas a personas con problemas legales o de salud mental (es decir, rescindir las importantes “leyes de bandera roja” de Estados Unidos).
Si Trump gana, dejará al Partido Demócrata y al Partido Republicano en una profunda crisis de identidad. Además, la polarización (de por sí ya aguda) de los estadounidenses se exacerbará, afectando su convivencia diaria y futura. Será como si un genio loco hubiera escapado y es imposible volverlo a meter en la lámpara mágica porque él mismo la hizo añicos. Donald Trump ha demostrado ser una caja de Pandora con casi todas las maldades del mundo.
Si gana Trump, buscará revancha. Como él mismo lo ha dicho, usará el ejército y el Departamento de Justicia para atacar a sus "enemigos internos" personales. Las mujeres verán sus libertades reproductivas seriamente restringidas, si no arrebatadas completamente por él. Porque a pesar de cualquier cosa que Trump haya dicho en las últimas semanas para tratar de disfrazar su oposición al aborto, fue él quien, con el fallo de una Corte Suprema cooptada, revocó Roe v. Wade, la significativa decisión de la Corte Suprema que legalizó el aborto en 1973. Si Trump gana, los derechos individuales, la libertad de prensa y la libertad de expresión pierden.
Si Trump gana, gana la xenofobia, gana el racismo, gana la criminalización de los migrantes. Construirá su infame muro en la frontera sur y hará que México lo pague, de una manera u otra. México y el resto de América Latina pierden, porque Trump cumplirá sus bárbaras promesas de campaña de recluir a millones de migrantes indocumentados en centros de detención y deportarlos después, lanzar misiles contra los carteles de la droga en territorio mexicano, renegociar a su antojo (y a su favor) el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) de 2020, imponer aranceles abusivos a las exportaciones mexicanas y castigar a las empresas estadounidenses que osen invertir y establecerse en México.
La insistencia de Trump en establecer aranceles elevados afectará negativamente a los estadounidenses de muchas maneras, la más directa al aumentar drásticamente el costo de los bienes importados para los consumidores. Las empresas estadounidenses que importan bienes deberán pagar el arancel, por lo que aumentarán el costo de los bienes a los consumidores para compensar. Los ricos no lo notarán, pero todos los demás sí. Existe un consenso casi unánime entre los economistas en que los aranceles son contraproducentes y tienen un efecto negativo sobre el crecimiento económico y el bienestar de la población.
Además, si Trump impone aranceles elevados a los productos extranjeros, es probable que provoque aranceles de represalia y una “guerra arancelaria” con muchos países, la mayoría de los cuales son sus aliados. Esto causaría una situación en la que todos pierden y que llevaría a un aumento de la inflación en todo el mundo.
Si gana Trump, ganan el nacionalismo, el proteccionismo y el aislamiento, mientras los aliados y socios tradicionales de Estados Unidos pierden. Su retórica amenazante y acciones unilaterales afectarán gravemente a la economía mundial y las relaciones de Estados Unidos con sus aliados. Las naciones democráticas en todo el mundo perderán, pues la victoria de Trump envalentonará a sátrapas en todo el planeta, no importa que sean de “izquierda” o de “derecha”.
Trump hará todo lo posible para desmantelar a las Naciones Unidas, a la OTAN y a otros organismos multilaterales y tratados internacionales que, aunque imperfectos, durante décadas han favorecido el diálogo y la resolución de conflictos, brindando cierta estabilidad global.
La elección de Trump marcaría el retorno a una era de decretos de política exterior no fundamentados en ninguna estrategia clara de política nacional, ni en consultas con el Departamento de Estado o los funcionarios de seguridad nacional, sino sólo resultado de sus caprichos personales. Esto traería el caos a la política exterior y a la estabilidad mundial, en un momento de extraordinaria inestabilidad internacional.
Que no se nos olvide que Trump admira a Adolf Hitler y sueña con tener a su servicio a los generales que el führer una vez tuvo. Si Trump gana, ganan Vladimir Putin (Rusia), Xi Jinping (China), Kin Jong-un (Corea del Norte), Mari Le Pen (Francia), Viktor Orban (Hungría), Giorgia Meloni (Italia), Nayib Bukele (El Salvador), Javier Milei (Argentina), Nicolás Maduro (Venezuela), Daniel Ortega (Nicaragua) y muchos otros dictadores,populistas y neofascistas.
Si gana Trump, pierde el planeta. Estados Unidos abandonará y, en el proceso, saboteará las negociaciones globales sobre cambio climático y otros tratados ambientales internacionales. Dado su voraz apetito por los combustibles fósiles y su inmenso desdén por la ciencia, Trump, el negacionista del cambio climático, promoverá el aumento en la producción y uso de combustibles fósiles. Ganan las petroleras y los intereses de las multinacionales, mientras todos perdemos y mientras los impactos catastróficos del cambio climático y la pérdida de biodiversidad impactan como nunca a todos los países, especialmente a los más pobres.
Que nos quede claro: si Trump gana, únicamente gana él. ¿Están la sociedad estadounidense, el nuevo gobierno mexicano, la Unión Europea y la comunidad global preparados para enfrentar una segunda presidencia de Donald Trump? Es por esto por lo que, desde nuestro punto de vista en ambos lados de la frontera, Kamala Harris debe ser elegida hoy presidenta de Estados Unidos. Juzgando por la elección de hace cuatro años, lo más probable es que Trump no acepte su derrota. Las implicaciones de esto son impredecibles.
Abrochémonos los cinturones y esperemos lo mejor.