He recorrido muchas veces el Zócalo de la Ciudad de México. Solo, en familia, con amigos he deambulado por esta Plaza de la Constitución, la segunda más grande del mundo después de Tiananmén en China. Las visitas a este icónico lugar nunca son suficientes. La Catedral Metropolitana, el Antiguo Palacio del Ayuntamiento, el Museo del Templo Mayor y la ondeante bandera tricolor gigantesca me han robado el aliento más de una vez.

Pero, este domingo regreso porque estoy hasta la madre.

Regreso porque no estoy dispuesto a normalizar la mentira como modo de vida, ni la violencia, ni la corrupción, ni el militarismo porque no hay de otra para salvar a la Patria. Voy al Zócalo a protestar para que ya no nos maten desde Baja California hasta Chiapas.

Regreso a protestar porque nadie tiene derecho a esconder bajo su cama mi bandera nacional o a enrejar mi Palacio Nacional. Regreso a ese Zócalo que ha sido antes tomado por los ejércitos invasores de Estados Unidos y Francia, pero que ahora parece sitiado por el poder patrio en turno.

Regreso para protestar contra la vacía propaganda política multicolor, que como ameba virulenta pagada con nuestros impuestos contamina todos los espacios de la vida nacional. Este domingo, de la mano de mi familia, caminaré al Zócalo contra la mentira impune que en campaña se vale, porque, al fin y al cabo, los votantes somos de memoria corta y mecha larga. Para hacer frente a los que nos mienten compulsivamente para que los amemos y les demos el poder para seguirnos amolando.

Regreso al Zócalo este domingo porque me harté de los malos gobiernos y de sus tlatoanis de ayer, de hoy y de siempre –sean del PRI, PAN, PRD, Partidos Verde y del Trabajo, Movimiento Ciudadano, Morena. Porque, no nos hagamos tontos: todos los partidos políticos son iguales y aunque se vistan de seda monas se quedan.

Voy al Zócalo a manifestar mi rechazo a la diatriba con que a diario se achicharran mexicanos en la hoguera pública sólo por el hecho de disentir. Vuelvo para alzar mi voz contra el bazar matutino de las vanidades. Retorno para evidenciar cómo secretarios de estado, gobernadores, presidentes municipales, diputados, senadores y candidatos merolicos repiten todo lo que brota de una sola garganta.

Regreso al Zócalo a expresar mi desacuerdo con la penetración y el dominio de nuestra vida pública y privada por los militares. A significar mi disgusto con el sacrificio de gallinas en el Senado de la República para que llueva, al detente, a que las candidatas a la Presidencia de la República se acusen de narcas y corruptas.

Vuelvo a mi Zócalo a rescatar mi bandera de la que alguien sin derecho se apropió. Frente a esa bandera alzaré mi voz y mi puño contra el temor de disentir y de criticar al poder en turno.

Caminaré hasta la Plaza de la Constitución para expresar mi rechazo a los falsos mesías de todos los partidos políticos que dicen encarnar al pueblo y sólo desean el poder absoluto para malgobernar, robar, silenciar. A protestar por el mal llamado tren maya, el desenfrenado apetito por los combustibles fósiles, la desarticulación de las instituciones ambientales, el abandono de nuestras áreas naturales protegidas, contra seis años de regresión en el cuidado ambiental. Contra la ignorancia y la soberbia.

Mi caminata es apartidista, protestaré igual contra tricolores, azules, amarillos, verdes, rojos, naranjas, guindas. Marcharé contra nuestra inepta y mentirosa clase política.

Este domingo regreso al Zócalo a solidarizarme con los 300,000 mexicanos que se habrían podido salvar si la pandemia no hubiera sido manejada tan mal, con las 180,000 mujeres y hombres asesinados y los más de 40,000 desaparecidos en este sexenio sangriento. Mañana mis consignas serán por la verdad, por la vida y para que no olvidemos a las madres buscadoras y a las víctimas de la violencia feroz que azota a México.


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