La negligencia, el desinterés o la ineptitud de un gobierno para cuidar los recursos naturales no pueden borrarse de un plumazo declarando áreas naturales protegidas de papel en las postrimerías de su mandato. Eso es lo que ha ocurrido en México durante los últimos sexenios, especialmente en las administraciones de Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador.
Y las áreas naturales no pueden cuidarse sólo con buenos deseos: hay que dotarlas de programas de manejo y los recursos institucionales, financieros y humanos para hacer de ese cuidado una realidad. De no ser así, se convierten en tristes parques de papel.
La declaración, esta semana, de 20 áreas naturales protegidas (2,235,451 hectáreas) por el gobierno federal en 16 estados, el Golfo de México y el Golfo de California –celebrada con bombo y platillos– es un claro ejemplo.
Porque, ¿de qué sirve declarar áreas protegidas nuevas si éstas no cuentan con programas de manejo (los instrumentos que determinan las estrategias de conservación y el uso de las áreas) y los recursos financieros y humanos necesarios? Más aún cuando la institución encargada de su cuidado –la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP)– ha sido seriamente castigada durante esta administración en presupuesto, recursos humanos y en el ánimo de quienes trabajan para ella.
La CONANP es hoy responsable de administrar 225 áreas naturales protegidas federales (43 de ellas declaradas entre 2019 y 2024) que abarcan más de 95 millones de hectáreas que albergan la mayor biodiversidad y los ecosistemas más amenazados de México. No obstante, según la CONANP, de esas 225 áreas protegidas sólo 122 cuentan con programa de manejo; y de las 43 áreas declaradas en esta administración (incluyendo las 20 de hace unos días) únicamente 7 tienen programa de manejo.
De acuerdo con un análisis de septiembre de 2023 de Noroeste Sociedad Civil para la Sustentabilidad Ambiental, durante la administración del presidente López Obrador, en términos reales el presupuesto de la CONANP fue 40.8% menor (es decir, $5000 millones menos) que en la administración del presidente Peña Nieto. Por ejemplo, el presupuesto de la SEMARNAT en 2018 fue de $37,580 millones (34% menos que en 2013); pero a la CONANP le asignaron un pírrico 3% (1132 millones) y a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA) sólo 2.6% (989 millones), a pesar de ser esta última la encargada de evitar delitos ambientales en áreas protegidas.
En 2024, el presupuesto de la CONANP es de $984 millones y las áreas naturales protegidas tienen asignados únicamente $10.7 por hectárea para su manejo y conservación, mientras que en 2016 (año con el mayor presupuesto de la CONANP) se les asignó más del doble –$26.5 por hectárea– lo que ya era de por sí insuficiente.
La biodiversidad y los servicios ambientales sustentan nuestro bienestar y brindan oportunidades de empleo a las poblaciones más vulnerables. La naturaleza capta y filtra agua, captura bióxido de carbono, nos protege contra los fenómenos climáticos extremos, retiene y estabiliza suelos, y nos da alimentos, materiales de construcción, recreación y beneficios espirituales inconmensurables. Y las áreas naturales protegidas son la mejor estrategia para conservar todos estos beneficios. Por eso son un asunto de seguridad nacional.
Cada año hay 8000 millones de visitas a las áreas protegidas terrestres del planeta, que constituyen 30% de los 2 billones de dólares generados por el turismo; y los ingresos del ecoturismo en países en desarrollo son de 29,000 millones de dólares anuales. Sin embargo, hoy se invierten apenas 6000 millones de dólares anuales en cuidar las áreas naturales protegidas del mundo –la mitad de lo que se necesita. Cifra que palidece frente a los 500,000 millones de dólares que los 21 principales países productores de alimentos malgastan en subsidios agrícolas y a los enormes recursos que los gobiernos despilfarran en sus “megaproyectos de desarrollo”, que frecuentemente son sólo ocurrencias para inflar el ego del gobernante en turno.
El compromiso de un país con el medio ambiente y con las nuevas generaciones se puede medir por cómo cuida sus áreas naturales. Pero la declaración de áreas naturales protegidas sin programas de manejo ni el presupuesto y el personal requerido no cuenta, ya que se convierten en parques de papel.
Estimadas candidatas Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez:
¿En caso de ganar la presidencia de la República este 2 de junio (tres días antes del Día Mundial del Medio Ambiente), protestan guardar y rescatar las áreas naturales protegidas del abandono, dotar de programas de manejo a las 103 áreas protegidas que carecen de ellos y asignar a la CONANP los recursos financieros y humanos necesarios para salvaguardar el patrimonio natural de la Nación?
Si así no lo hicieren que 132 millones de mexicanas y mexicanos se lo demanden.