Algo que hasta los avestruces saben.

Al sargazo lo asociamos con el legendario Mar de los Sargazos y el misterioso Triángulo de las Bermudas–ese agujero azul de un millón de kilómetros cuadrados que en los siglos 17 y 18 atrapaba navíos que se aventuraban por el Atlántico septentrional. Un mar descubierto por Cristóbal Colón en su , cuando las brújulas dejaron de funcionar y marcar el rumbo–Colón no dijo nada a su tripulación, probablemente evitando así que le tiraran por la borda, pues todos estaban desesperados por arribar a tierra firme.

El de los sargazos es el único mar sin mareas, sin costas, el que no baña a ninguna nación. Muchos escritores, desde Julio Verne (Veinte mil leguas de viaje submarino) hasta Horacio Quiroga, William Hope Hodgson y Jean Rhys han dejado navegar su imaginación por este mar, hangar de ovnis, volcán de explosiones de metano, superficie del continente traspapelado de la Atlántida. Un mar, donde, en medio de variaciones magnéticas, niebla electrónica, huracanes y olas gigantescas reinan krakenes que desaparecen barcos y aviones.

Un mar al que, en nuestra ignorancia, queremos culpar de toda desventura. Porque queda claro que a este mar no le podemos atribuir los arribazones masivos de sargazo que hoy azotan las playas del Caribe mexicano y de más de 20 países caribeños.

En 2019 , una macroalga marina café de varios metros de largo que recorre miles de kilómetros flotando gracias a sus vesículas de gas y que, al arribar masivamente a la playa, impacta gravemente a las comunidades costeras, la industria turística y el medio ambiente en el Caribe mexicano. La UNAM y otras instituciones nos alertaron desde el 2011. Cuando se degrada, el sargazo libera gases tóxicos (ácido sulfhídrico, arsénico y metano) que impactan playas, agua de mar y dulce, arrecifes de coral, pastos marinos, manglares, la pesca, el turismo y la salud las personas. Aunque no se ha calculado con exactitud la magnitud de estos impactos en términos económicos, seguramente son enormes. Por ejemplo, el costo sólo para la limpieza de sargazo en descomposición en el Caribe en 2018 fue estimado en 120 millones de dólares.

Más de una década después, y ante las evidencias de las afectaciones económicas, sociales y ambientales de los arribazones de sargazo, sorprende que la industria turística y las autoridades no hayan diseñado una estrategia coherente y, sobre todo, con presupuesto apropiado, para abordar la dimensión del desafío. Sorprende sobremanera la parálisis de sucesivas administraciones estatales y federales atascadas en la ignorancia, el desinterés, la negligencia. Metieron la cabeza en la arena como los avestruces, hacen que hacen, pero no hacen absolutamente nada. Hoy la situación es todavía peor y lo que ocurra las siguientes semanas y meses es su responsabilidad colectiva, sin importar su color político.

flotaban en el Mar Caribe y el Golfo de México en mayo de 2025–casi el doble de julio de 2018 y la cantidad más alta jamás registrada. Para dimensionar, esta cifra equivale a seis veces los para construir el aeropuerto Felipe Ángeles, que nos costó casi . Según la Secretaría de Marina, en lo que va de 2025, de sargazo llegaron a siete puertos de Quintana Roo; es decir, más del doble de lo que se estima pesa la llamada Estela de Luz en la Ciudad de México, que nos costó 1,304 millones de pesos, de acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación.

Hay varias hipótesis sobre por qué el sargazo se desarrolla tan descomunalmente y cómo llega al Caribe. Brian Lapointe de Florida Atlantic University, uno de los científicos que más ha estudiado este fenómeno, cree que su crecimiento desmesurado se debe al exceso de nutrientes en aguas residuales urbanas y de fertilizantes agrícolas.

El sargazo que llega a México probablemente se ha alimentado de la exorbitante cantidad de nutrientes y fertilizantes que se vierten en el río Amazonas, y que son arrastrados hasta su desembocadura al mar en Brasil. Los cambios en las corrientes marinas en el Atlántico, causados por el calentamiento global, facilitan el desplazamiento del sargazo al Caribe. El aumento de la concentración de dióxido de carbono (principal gas de efecto invernadero causante del cambio climático) en la atmósfera y su mayor absorción en el mar, también contribuyen a la proliferación anómala del sargazo.

Al llegar, hambriento, al Caribe mexicano, el insaciable sargazo encuentra enormes cantidades de alimento–desechos de las letrinas de hoteles y otros residuos en las aguas negras de las ciudadesy se transforma en el “super sargazo” que hoy invade las playas quintanarroenses. Y es que el exceso de nutrientes en las aguas residuales domésticas e industriales es el mejor caldo para alimentar el sargazo. En otras palabras, nuestras heces y demás desechos vertidos a los ríos y el mar nutren el sargazo, que ahora crece más y más rápido.

Según la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio, llevada a cabo por más de 1,360 científicos con el auspicio de las Naciones Unidas, en los últimos 50 años transformamos la naturaleza más rápido y en mayor medida que en ningún otro período de tiempo comparable de la historia humana. Lo hemos hecho para satisfacer nuestro apetito desmedido por alimentos, agua dulce, energía, materias primas, vivienda, recreación, etc. Estos cambios han contribuido a alcanzar beneficios netos para el bienestar y el desarrollo económico, pero ha sido a costa de la contaminación, el cambio climático, el impacto en la salud humana, la degradación de los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad.

¿Hasta cuándo nos durará la luna de miel? ¿Cuándo sacaremos la cabeza de la arena? ¿Cuándo el sector turístico y las autoridades municipales, estatales y federales tomarán al sargazo por los cuernos para evitar los graves impactos económicos, sociales y ambientales en el Caribe mexicano?

Científico y ambientalista. @ovidalp

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