“Todo se lo debemos a la naturaleza, todo está ahí, el mejor poema, la mejor música…Y si no lo entendemos, como no entendemos la maravilla que hay en el vuelo del colibrí o en el zumbido de una abeja, nos va a llevar la calaca”. Luis Zárate
Gracias a un amigo común, el poeta y artista conceptual oaxaqueño Efraín Velasco, recientemente conocí a Luis Zárate (Santa Catarina Cuanana, 1951), uno de los pintores oaxaqueños más destacados. Comimos bajo un aguacero, desayunamos al día siguiente —como queriendo estirar el tiempo—, a sólo unos pasos del Jardín Etnobotánico de Santo Domingo, esa alhaja natural y artística construida en lo que era parte del patio y antigua huerta del convento de Santo Domingo de Guzmán, reliquia barroca edificada por manos oaxaqueñas durante casi noventa años en los siglos XVI y XVII.
Hablamos de Oaxaca, Francisco Toledo, jardines, viveros, de pecados ambientales. Nos dijimos adiós después de haber leído, a cinco voces, “La niebla”, un fragmento del libro “Un instante aquí, en mi morada”, del maestro Zárate.
Hace 165 años, el antiguo convento de Santo Domingo fue convertido en cuartel del ejército mexicano —barracas, campo de tiro, plaza para desfiles, estacionamiento, alberca, canchas deportivas—, y a principios de la década de 1990 se le quiso transformar en un hotel internacional de lujo. El liderazgo y activismo de Francisco Toledo —pintor oaxaqueño universal—, de otros artistas y de muchos oaxaqueños lo evitaron. En donde hoy está el Jardín Etnobotánico iba a construirse el sacrílego estacionamiento.
El Jardín Etnobotánico nació en 1994, gracias a la visión y pasión del maestro Toledo, sumadas a la generosidad de las comunidades oaxaqueñas, la fuerza creadora de Luis Zárate (autor del diseño paisajístico del Jardín y de “El Pabellón de Orquídeas”), el compromiso de otros artistas y el trabajo de sus primeros directores, Luis Cervantes y Alejandro de Ávila. Hoy es hogar de más de 5000 plantas de 1500 especies (10% de la flora del estado) que fueron donadas por cien comunidades y ejidos, y trasplantadas a donde ahora residen.
La historia del Jardín, sus periplos y el papel que jugó el maestro Zárate se documentan en el libro “Memoria de raíces y semillas: El arte de imaginar el jardín oaxaqueño”, del arquitecto paisajista Saúl Alcántara Onofre, que se publicará próximamente. Pero, la vida y la creación artística de Luis Zárate van más allá de jardines y orquídeas, y se manifiestan en una obra que amalgama mitología faunística fantástica con líneas, curvas, sombras, desintegración e imaginación endémicas de Oaxaca.
Agradezco al maestro Zárate por haber aceptado esta conversación en blanco y negro para EL UNIVERSAL.

¿Cómo explicar que Oaxaca sea cuna de tantos personajes de importancia para México? Pienso en Benito Juárez, Porfirio Díaz, Ricardo Flores Magón, José Vasconcelos, Andrés Henestrosa. Pero también en pintores de talla universal como Rufino Tamayo, Francisco Toledo, Rodolfo Morales, Rodolfo Nieto, Sergio Hernández, Luis Zárate.
Si, efectivamente, hay oaxaqueños excepcionales en todos los campos. Los Magón…por ejemplo, eran hombres para momentos difíciles, ¿no? En el caso del maestro Toledo, tenía muchas formas de expresarse además de las artísticas, tal vez por eso su influencia sea mayor que la de Tamayo. Pero también creo que a Oaxaca hay que pensarla desde la forma en la que se expresan todos. Desde sus tejedoras de asombro hasta quien hace la cerámica que se utiliza en la casa, pero también están los músicos y los poetas. La gente tiene un fondo cultural común que inicia con la domesticación del maíz, frijol, chile, aguacate y cacao, y que toma forma y color en el tejido, la cerámica, en la vestimenta que usa todos los días. Claro, no todos estos objetos son una muestra de virtuosismo, pero son objetos originales con los que se entiende la relación que hay entre la comunidad y la naturaleza.
Entiendo que el maestro Toledo jugó un papel importante en su vida artística, no sólo influyendo en su obra, sino que también motivó su regreso a Oaxaca, en 1986, después de vivir trece años en París. ¿Cómo vio y sintió Luis Zárate a Francisco Toledo en vida y cómo lo ve y lo siente ya muerto?
Sí, Toledo abrió puertas a muchos, no sólo a los oaxaqueños. Nos enseñó muchas cosas, como que hay que cuidar de la misma forma a la naturaleza que a las obras materiales o las costumbres. Siempre nos recordaba que estamos en una región donde se hablan muchas lenguas y que hay pueblos que todavía guardan sus recuerdos y sus formas de organización. Como te decía, Toledo era un artista multifacético; por ejemplo, hay artistas conceptuales jóvenes que basta observarlos con calma y se les puede ver asociaciones de elementos y conceptos aparentemente disímbolos, con lecturas múltiples y poéticas ligadas a la obra de Francisco Toledo. Todavía falta ponerle mucha atención a su obra, es lamentable que sólo la parte erótica sea la más comentada. Por lo que nos ocupa, fue un oaxaqueño que pensó en su gente, con costumbres originales en relación con el contexto de esta región, con las plantas y con las tradiciones. Hoy no está, pero seguro que anda por ahí. Está en su obra imperecedera y en sus ideales, en un verso o en una palabra de aliento —o de protesta—, por ahí dará un coletazo el lagarto de Toledo. Es el artista que nos ha dejado una sensación colectiva de pertenencia y los oaxaqueños que vivimos en la ciudad todavía esperamos encontrarlo a la vuelta de la esquina.
¿Qué significó el Patronato para la Defensa y Conservación del Patrimonio Cultural y Natural de Oaxaca (PRO OAX) y qué significa ahora que Francisco Toledo no está? ¿Cómo vive Oaxaca esta orfandad?
PRO OAX fue creado por Francisco Toledo para hacerle frente a una decisión autoritaria del gobernador Diódoro Carrasco, la de alquilarle a un hotel el conjunto monástico de Santo Domingo de Guzmán. Quería rentarlo todo, todos los espacios libres más los edificados, desde las celdas hasta el ex cuartel de caballería, todo. Cuando el 18° batallón de infantería fue requerido en Chiapas lo dejó como terreno baldío y lo que hoy conocemos como el Jardín Etnobotánico iba a ser solamente un estacionamiento. Para eso lo creó Toledo. Luego lo fue ampliando, primero por su interés en la biodiversidad, le preocupaba la deforestación y la contaminación de los ríos; luego hacia la defensa de los derechos humanos, especialmente los daños que padecían los habitantes de las comunidades originarias. Y es lógico, la deforestación es consecuencia de la voracidad y el gusto por el dinero, además de las malas administraciones que no ven más allá de un futuro sexenal y no planean a largo plazo.
Por eso se fundó PRO OAX y sí, en general, podemos decir que sin el maestro Toledo PRO OAX no existe. Tampoco es que haya autoridades que se comprometan plenamente en el rescate de la biodiversidad de este territorio todavía privilegiado por la naturaleza. Aunque algunos ingenuos pensamos que el hombre no es el centro ni la medida del universo y va a bastar con que aceptemos que somos una parte de él y que cada parte es igual de importante. Son incomprensibles los agravios, los machetazos gratuitos a la naturaleza, deberíamos de intentar entender que a las plantas no les interesamos, vivimos por ellas. ¿Qué pasaría si no hubiera naturaleza? Pues nada más que no habría quién elaborara la música más extraordinaria o las obras más relevantes, perderíamos las palabras más bellas.
En muchas de sus obras las calacas son un motivo habitual. ¿Le tiene miedo a la muerte y así busca exorcizarla? ¿Cuál es la historia detrás de su Mural Efímero, Fiesta del día de los Muertos (2021) con sus incontables calaveras y esqueletos?
Si, hay muchas calacas, pero casi no se relacionan con la muerte, se relacionan más con la fiesta, con el sentido del humor. Para mí, las calacas son como los trazos de cal sobre la tierra o los arañazos del nopal, representan lo efímero que somos. Somos menos, apenas polvo o alguna palabra. Luego seremos una mención que no va a conmover a nadie.
¿Cuál fue su papel en el diseño y construcción del Jardín Etnobotánico, su invernadero y la fuente el “Espejo de Cuanana”? ¿Qué importancia tuvo el tequio (trabajo colectivo que toda persona debe a su comunidad indígena, y que se hace en beneficio de la propia comunidad, por lo que no es remunerado) en la realización del Jardín?
PRO OAX peleó una batalla muy dura tratando de cambiar la idea que tenía Diódoro Carrasco de convertir a Santo Domingo en un hotel. Pero finalmente nos convocó para hacerle una propuesta. Además del maestro Toledo, habíamos formado un grupo Rubén Leyva, José Villalobos, Sergio Hernández, Juan Alcázar y yo. Nosotros propusimos que se ampliara el Museo de las Culturas con una colecciónn de los códices de México, la creación de un centro de estudios dominicos y un jardín botánico que tuviera una biblioteca especializada. Creo que es necesario enfatizar que Toledo siempre tuvo interés por los libros y por la lectura, él tenía conciencia plena de la importancia del conocimiento que se debería de tener para el cuidado de la naturaleza.
Cuando se aprobó el proyecto, se revisaron varias propuestas, pero ninguna cuajó realmente, hasta que un día el maestro reunió al grupo en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) y dijo: “Zárate, como a ti te gustan las plantitas, tú ocúpate del diseño”. Y fue lo que hice. Todo lo que había aprendido lo llevé a un plano y, ya con la autorización de Toledo, iniciamos la siembra. Diseñé de pies a cabeza tanto el jardín como el invernadero y los hice de tequio. Yo soy de un pueblo que se llama Santa Catarina Cuanana, ahí lo que se hace para la comunidad es de todos. A lo mejor alguien hace un poema o una canción, pero si es un producto hecho para todos, todos la vihuelamos. Así son las cosas. Lo digo porque el que nos auxilió en la parte técnica del invernadero, no nada más se lo atribuyó, sino que lo registró como suyo y lo presentó en un premio internacional muy importante. Considero que esto es un agravio y que debe devolver este bien a los oaxaqueños. El invernadero lo diseñé y además conseguí el pago del cálculo estructural, pero yo lo trabajé como tequio, entonces es de la comunidad y no me voy a cansar de decirlo. Todo se lo debemos a la naturaleza, todo está ahí, el mejor poema, la mejor música, el mayor aporte de la ciencia, la mejor solución tecnológica, todo. Y si no lo entendemos, como no entendemos la maravilla que hay en el vuelo del colibrí o en el zumbido de una abeja, nos va a llevar la calaca.
Si volviera a nacer, ¿sería pintor, escritor, político o guerrillero?
Si volviera a nacer…me parece extraña esa pregunta porque no lo pienso, pero pues nada más no he sido político. Muy joven fui chalán de la liga 23 de septiembre, he escrito algunos libros, muy domésticos en su mayoría, y me divierten muchas cosas como la arquitectura, la pintura y la escultura. Necesito siempre ponerme a prueba, investigar, jugar. Todo esto que hago siempre me mueve el tapete lo suficiente como para no creer en casi nada, no me veo haciendo una sola cosa. Y creo que he logrado mi cometido, prueba de eso es que en muchos lugares a donde voy, me dan de comer gratis.
Finalmente, cuéntenos del espíritu de su metamorfosis. ¿Cómo ve Luis Zárate a Luis Zárate a sus casi 75 años? ¿Qué lo mueve, hacia dónde? ¿Ve la vida en blanco y negro, o la ve a color? ¿Y el amor?
Sí, pues como decía mi padre, ya me voy, les estoy quitando el aire a los jóvenes. Pero no pienses que soy cartesiano y dialéctico; más bien soy desordenado y disperso, paso de una actividad a otra sin mucha reflexión, tal vez eso sea el espíritu de la metamorfosis. Voy por la vida recogiendo ramitas, espinas, plumas, voy hurgando en los esqueletos de los cladodios de un nopal, no sé…voy tratando de encontrar el indicio de algo, no me preguntes de qué…sólo algo que me ayude a armar alguna palabra que me parezca coherente. A la vida yo la veo con medios tonos, con todas las oscilaciones del color en donde está el blanco y el negro, con sus pasos intermedios. Sólo no me interesa el café, no lo veo como si fuese un color.
Y del amor, qué puedo decir…No sé, veo que puedo sentir amor hasta por una piedra. Pero el amor entre gente, me doy cuenta de que sólo aparece en un lugar profundo y muy básico, en mi animalidad. A mí se me presenta en el riesgo, cuando no hay intereses detrás, cuando me conmueve un gesto, una actitud, el pensamiento del otro.
Posdata. Estoy convencido de que el futuro de la humanidad —y del planeta— yace en que seamos capaces de entender y aprovechar la sabiduría de los pueblos originarios, y su relación con la naturaleza. En que estemos dispuestos, con humildad, a aprender de ellos; porque en ellos reposan todas las respuestas a todas nuestras preguntas. Y Oaxaca es el mejor ejemplo. Con sus más de 4000 comunidades indígenas que hablan 157 lenguas (43% de las lenguas mexicanas), 8400 especies de plantas (40% de nuestra flora) y 4540 especies de animales (50% de los vertebrados y 19% de los invertebrados del país), Oaxaca es un reservorio biocultural mexicano planetario. OV.