El mundo no se acaba mañana, pero se calienta hoy a una velocidad récord. La ciencia —el panel de expertos de la ONU en clima— es tajante: cada décima de grado importa. ¿Qué significa en México? Recibos de luz más altos por el calor, presas bajo presión en el norte, huracanes más húmedos en el sureste y ciudades que hierven en verano. La pregunta útil es: ¿qué puede hacer México, como país de América Latina y el Caribe, junto con la sociedad civil y cada persona, en las Conferencias de las Partes (COP) de la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático (CMNUCC) –en particular en la COP30 de noviembre en Brasil–, para que tu recibo de luz, tu mesa y tu territorio estén mejor, no peor? Este texto reseña, en lenguaje claro y con rutas concretas, lo que México ya mueve y lo que falta.

La última semana de agosto dejó una idea simple y contundente: México pasó del discurso a la instrumentación. La Ciudad de México concentró una reunión ministerial rumbo a la COP30, una visita de alto nivel de Brasil con declaración conjunta, el Parlamento del Medio Ambiente en el Congreso capitalino y próximamente la Semana del Clima.

Pero, ¿qué son las COP? Piense en la gran junta anual de vecinos del planeta. Ahí se acuerdan tres cosas: cómo reducir emisiones, cómo adaptarnos a impactos que ya están aquí (olas de calor, sequías, inundaciones) y cómo se financia todo eso. Este año toca la COP30 en Belém, Brasil, del 10 al 21 de noviembre de 2025. Ahí se fijan las reglas globales.

El contexto no ayuda. Cambios de gobierno en EE. UU., Argentina y Ecuador han mandado señales tibias cuando la ciencia pide lo contrario. La factura la pagan primero los países más vulnerables.

En este tablero, el Gobierno de Brasil designó a la embajadora Patricia Espinosa como Enviada Especial para América Latina y el Caribe en el proceso preparatorio de la COP30. No es un detalle menor quién teje los puentes: Espinosa es embajadora emérita —máximo reconocimiento del Servicio Exterior Mexicano— y fue secretaria ejecutiva de la CMNUCC (2016 a 2022).

¿Sheinbaum en Belém?

Más que un gesto, sería una señal de liderazgo. Belém debe funcionar como marcapasos regional para ordenar prioridades, y México llega con una ventaja estratégica: una presidenta con formación científica y trayectoria en energía y medio ambiente. Con Claudia Sheinbaum, este es el momento de conectar la diplomacia climática con la política pública interna y de alinear el presupuesto con los compromisos ambientales.

Para que ese liderazgo se note, política y dinero deben ir de la mano. El Paquete Económico 2026 (8 de septiembre de 2025) prevé un aumento real de 7.9% en el servicio de la deuda y mayor inversión en Pemex (+13.8% vs. 2025). En contraste, el gasto ambiental sería de 44 mil mdp (0.1% del PIB), una baja de 4.0% frente a 2025. Aunque sube la inversión hídricadisminuyen los recursos para PROFEPA, CONANP, SEDATU y CONAFOR, lo que debilita la vigilancia, la conservación y el manejo forestal. Para dimensionar prioridades: las transferencias a Pemex equivalen a 3.3 veces el presupuesto del programa de medicamentos gratuitos para población sin seguridad social, mientras miles de conductores de plataformas migran a vehículos eléctricos que representan ahorros en sus bolsillos.

La NDC (Contribución Determinada a Nivel Nacional)

2025 es el año de la NDC 3.0: el plan de cada país para recortar emisiones y adaptarse, con metas, presupuesto y responsables. En México, el calendario está definido: septiembre, consulta pública; octubre, segunda sesión de aprobación; noviembre, presentación formal en la COP30. Coordinarla no es tarea de una sola oficina: involucra a varias dependencias y a los estados.

“La nueva NDC de México definirá compromisos hasta 2035; debe ser ambiciosa y realista. De ambos elementos dependerá la forma en que México haga su parte frente a esta amenaza existencial” subrayó Patricia Espinosa en entrevista exclusiva. En concreto, la NDC 3.0 debe incluir: metas con costo, calendario y responsables; adaptación con indicadores locales; pérdidas y daños; transición justa con empleo y salvaguardas; datos abiertos y financiamiento no solo vía deuda.

Un país en modo acción

El 25 y 26 de agosto, México fue sede de la Primera Reunión Ministerial de América Latina y el Caribe para la Acción Climática Regional, diseñada para alinear posturas y llegar con mensajes comunes a Belém. Más de veinte países discutieron cooperación, financiamiento y prioridades de implementación. En paralelo, la visita del vicepresidente brasileño Geraldo Alckmin cerró con una declaración conjunta para dar seguimiento a acuerdos en comercio e inversión, con énfasis en agricultura, salud y energía.

Aquí vuelve la voz de Espinosa: “México y Brasil, siendo los países más poblados y las dos economías más grandes de América Latina, además de los dos principales emisores de gases de efecto invernadero en la región, tienen un importante papel que desempeñar para impulsar la agenda climática. La acción concertada entre México y Brasil puede contribuir a alinear agendas, movilizar recursos financieros y elevar niveles de ambición e implementación. El reto es incrementar, gradual pero firmemente, la adopción de políticas y normas alineadas con el Acuerdo de París, protegiendo el bienestar de las poblaciones. Es lo que llamamos transición justa”.

Vale subrayar que las visitas de alto nivel a México no se limitaron a Brasil ni al expediente climático. Avanzaron conversaciones sobre inversión, innovación y transferencia tecnológica —de cadenas industriales más limpias al sector salud y al agro— que empoderan a la región y acoplan la cooperación económica con la descarbonización.

La ciudad también vivió el Parlamento del Medio Ambiente 2025 en el Congreso de la CDMX, con sesiones públicas y participación social. No sustituye la ruta legislativa, pero oxigena la discusión y acerca la política ambiental a la banqueta. Y del 11 al 15 de septiembre, Tepoztlán fue sede del Campamento de Justicia Climática, que reunió a 200 líderes climáticos de más de 60 países. Sí: las acciones ambientales se hacen en México. Ese intercambio intergeneracional e internacional suma músculo para lo que viene.

Y porque agua es clima, México se subió al momentum de la Semana Mundial del Agua (24–28 de agosto), con el lema “Agua para la acción climática”. La agenda urbana lo entiende (como en el norte del país) y se actúa en captación pluvial, infraestructura verde y corredores de sombra. El agua ordena prioridades: sin seguridad hídrica no hay seguridad alimentaria ni energética.

México por el Clima

Del 8 al 10 de octubre, la capital será sede de “México por el Clima: Semana de Acción”, un encuentro multisectorial en el Bosque de Chapultepec que puede ayudar en la preparación hacia la COP30. Y el 11 de octubre, la marcha por el planeta recordará que no basta con prometer: hay que entregar.

México se suma así a decenas de ciudades que celebran semanas climáticas como la Semana del Clima de Nueva York (21–28 de septiembre), el mayor encuentro anual paralelo a la Asamblea General de la ONU, donde la delegación mexicana agenda reuniones y el presidente brasileño Lula da Silva acude con eventos sobre bosques y adaptación.

La Asamblea General de la ONU también es un escenario ambicioso para que México anuncie medidas climáticas concretas. El Debate de Alto Nivel —donde se enmarcan las prioridades del país—, es una oportunidad para que México fije postura con hechos. En noviembre de este año, el G20 (Sudáfrica) será otro punto de inflexión: aun con EE. UU. menos vocal, México puede retomar liderazgo con una coalición latinoamericana junto a Brasil. Antes de Belém, la Pre-COP de Brasil, en Brasilia, da pie para que México llegue con hoja de ruta de la NDC 3.0, adelante negociaciones y empuje la ambición climática.

Cierro con la voz de la experiencia. “Hay muchas oportunidades para contribuir tanto a las deliberaciones del proceso multilateral que conduce el secretariado de la CMNUCC como a la implementación mediante los diversos espacios internacionales creados para propiciar la participación de la sociedad civil” menciona Espinosa. La tarea para ciudadanía, juventudes y sector privado es sencilla de decir y difícil de hacer: infórmense con fuentes confiables y conviertan su diagnóstico en acción. México puede llegar a la COP30 con algo mejor que discursos: resultados medibles.

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