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La Ecología de los Medios -Media Ecology- es una compleja metadisciplina que se dedica a estudiar el impacto de las tecnologías en la ecología cultural de las sociedades, a través de la historia.

Los principales fundamentos teórico y conceptuales de la Ecología de los Medios, parten de la obra y pensamiento de Marshall McLuhan (1911-1980), doctor en letras inglesas, célebre profesor canadiense, quien definitivamente admite ser considerado como el principal referente teórico en las ciencias de la comunicación. La complejidad de la Ecología de los Medios por supuesto desborda al imaginario teórico y conceptual de las ciencias de la comunicación.

En el libro Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del hombre, cuya primera edición fue publicada en 1964, McLuhan afirmó que todos las tecnologías -y debemos tener presente que los medios de comunicación son tecnologías- admiten ser consideradas extensiones del hombre.

En el libro Hiperespacio, cuya primera edición fue publicada en 1984, el físico Michio Kaku, reconocido futurólogo, experto en la teoría del campo de cuerdas (supercuerdas), al emprender el análisis del incremento que ha observado el producto energético a través de la historia, señaló que con la invención de las herramientas manuales, los seres humanos pudieron extender la potencia de sus miembros -dando razón, por supuesto, a lo señalado por Marshall McLuhan-: “Las lanzas ampliaron el poder de sus brazos, los mazos el poder de sus puños, y los cuchillos el poder de sus mandíbulas”. (Kaku, 2014, p.394). De acuerdo con Kaku, gracias a esas extensiones del hombre, fue posible incrementar el producto energético hasta un cuarto de caballo de vapor.

A través de la historia, la tecnología ha contribuido a incrementar el producto energético. En las sociedades esclavistas, gracias a una brutalidad que hoy admite ser considerada como inhumana, fue posible elevar el producto energético. Con la Primera Revolución Industrial, gracias al uso extendido de máquinas de vapor, el ser humano promedio pudo disponer de centenares de caballos de vapor. Los ferrocarriles y los barcos de vapor facilitaron el desarrollo del transporte, el comercio y las comunicaciones. Todo ello impuso radicales transformaciones en la ecología cultural de las sociedades. En el siglo XX, el descubrimiento de la fuerza nuclear permitió multiplicar la potencia disponible por ser humano por un factor de un millón.

A pesar de los notables adelantos tecnológicos, señala Kaku, durante el 99,99 por ciento de la existencia de la humanidad, el desarrollo tecnológico de nuestra especie apenas se encuentra un paso adelante de los animales: “solo durante el 0.01 por ciento de nuestra existencia hemos manipulado niveles de energía por encima de la de los animales” (Kaku, 2014, p.396).

En nuestros agitados días nos encontramos inmersos en el tránsito de la Economía del Conocimiento (Toffler y Toffler) a la Cuarta Revolución Industrial (4RI). De acuerdo con Alvin Tofller, la era de la Economía del Conocimiento dio inicio el 4 de octubre de 1957, día en que la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) lanzó al espacio el primer Sputnik. Ese hecho detonó la carrera espacial entre las dos grandes superpotencias de la posguerra. La carrera espacial representó una importante contribución en el incremento del producto energético

La Cuarta Revolución Industrial viene acompañada de un formidable desarrollo tecnológico -la modernidad turbo, según Yoheshwar-, y una formidable aceleración histórica. Sin embargo, debemos tener presente que todas las tecnologías producen efectos negativos y positivos en las sociedades, tal como advirtió Neil Postman -otro de los principales referentes teóricos en la Ecología de los Medios-, en la brillante disertación Todo lo que debemos saber sobre el cambio tecnológico.

Las tecnologías dan, pero también quitan, como en el pacto de Fausto. En ocasiones, los efectos negativos pueden ser mayores que los beneficios que una nueva tecnología introduce en las sociedades. Los beneficios que reporta internet, por ejemplo, sin duda alguna son considerables. Sin embargo, también debemos sopesar algunos de los efectos negativos de Internet, como la disolución digital de la privacidad y la vigilancia permanente en las sociedades. (Snowden, 2019). En el imaginario de la tecnología subyace la esperanza de la posible remediación del mundo. No obstante, en la tecnología también reside la posibilidad de empeorarlo.

El camino al futuro definitivamente supone mayor complejidad e incertidumbre. Nuestros pronósticos sobre el futuro posible suelen resultar erráticos debido a que no consideramos que la tecnología se expande exponencialmente: “las predicciones de los futurólogos han demostrado que ellos toman la tecnología conocida y simplemente la duplican o triplican para predecir el futuro”. (Kaku, 2014, p.396). Además, la misma resolución del futuro se ha convertido en asunto de mayor complejidad. Ayer, señala Yogeshwar, el futuro “era todavía una proyección de nuestras ansias y esperanzas, hemos pasado a un cambio disruptivo”. (2018, p.25).

No pocas instituciones, empresas, gobiernos parecen no advertir la profundidad de las transformaciones en puerta. La inercia les mantiene en un inmediatismo próximo a la parálisis. En 1988, Eastman Kodak, sinónimo de fotografía, empleaba a 144,000 personas. En 2013 Kodak se vio en la necesidad de abandonar la producción de películas fotográficas.

La promesa de acceder al mundo feliz a través de avanzadas tecnologías siempre resulta seductora. Sin embargo, puede ser engañosa. Entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible, Naciones Unidas se propuso eliminar el hambre y la pobreza extrema en el mundo, en el año 2030. Para ello confía en las capacidades de las “tecnologías de frontera”.

En el imaginario de la Cuarta Revolución Industrial, el mundo transitará a una economía de elevadísima productividad y reducida necesidad de intervención humana en forma de mano de obra. En los próximos años, señala Lasse Rouhiainen: “vamos a disfrutar de beneficios alucinantes en un mundo en el que la IA nos ayudará a hacer la mayoría de tareas de forma más rápida, económica y eficiente”. (2018, p.11). Las máquinas efectivamente podrán realizar muchas de las tareas y trabajos que hoy realizan millones de personas, y no solo aquellos oficios que resultan más desagradables y repetitivos. Avanzados robots hoy ya son capaces de realizar las tareas que ejecutan profesionales sumamente especializados, cirujanos, por ejemplo. El desempleo tecnológico (Serrano, 2018) tendrá grandes y graves repercusiones en la sociedad.

La fusión de la infotecnología y la biotecnología efectivamente le han proporcionado a la humanidad la posibilidad de remodelar y rediseñar la vida, pero también, introducen grandes riesgos:

Puede hacer que muy pronto miles de millones de personas queden fuera del mercado de trabajo y socavar tanto la libertad como la igualdad. Los algoritmos de macrodatos pueden crear dictaduras digitales en las que todo el poder este concentrado en las manos de una élite minúscula al tiempo que la mayor parte de la gente padezca no ya explotación, sino algo muchísimo peor: irrelevancia. (Noah Harari, 2018, p. 14).

Los chatbots, por ejemplo, ya han desplazado a miles de personas que ayer se dedicaban a brindar asistencia telefónica a los clientes y usuarios de un gran número de empresas. El desarrollo de máquinas con mayores niveles de autonomía -autómatas- desplazará a un gran número de trabajadores. Además, autómatas capaces de aprender podrían fabricar mejores autómatas, más complejos, más inteligentes, sin la necesidad de la participación de seres humanos en el proceso, hasta llegar al punto de que solo los autómatas conocerían cómo se fabrican las cosas, cómo funcionan y de dónde proceden.

Nikolai Kardashev, destacado astrónomo en la antigua Unión Soviética, citado por Kaku, introdujo una interesante clasificación de las civilizaciones, con base en su desarrollo tecnológico y el producto energético desplegado. Las civilizaciones de Tipo 1 controlan los recursos energéticos de todo un planeta, pueden controlar el clima, impedir terremotos, explorar las profundidades de la corteza terrestre y cultivar océanos. Estas civilizaciones además han completado la exploración de su sistema solar.

Las civilizaciones de Tipo 2 controlan la potencia de su propio sol, pues las necesidades energéticas son tan grandes que deben consumir la potencia del sol para impulsar sus máquinas. Estas civilizaciones han dado inicio a “la colonización de sus temas estelares locales· (Kaku, 2016, p. 398).

Las civilizaciones Tipo 3 controlan la potencia de toda una galaxia, y como fuente de alimentación, aprovechan la potencia de miles de millones de sistemas estelares. Además, han dominado las ecuaciones que Einstein dejó pendientes, y han llegado a dominar espacio y tiempo a voluntad.

La Quinta Revolución Industrial supone la comercialización del espacio y representa la mayor expansión industrial en la historia de la humanidad. La reubicación de los servicios de telecomunicaciones en el espacio, forma parte de este complejo imaginario. El desarrollo de la industria espacial perfilaría el tránsito de nuestra actual civilización -de Tipo 0- a lo que supone una civilización de Tipo 1. El producto energético clave podría ser el núcleo galáctico, el cual, de acuerdo con Kaku, puede contener cantidades ilimitadas de energía. De acuerdo con Kako, el tránsito de la civilización de Tipo 0 a Tipo 1 tomaría aproximadamente un siglo.

Sin embargo, cien años podrían ser determinantes. Debemos tener muy presente que nuestro actual estilo de vida y nuestra reprobable negligencia se han convertido en una seria amenaza al planeta. Hace apenas unos días, como destaca Alfredo Jalife “el Reloj del Día del Juicio Final del Boletín de los Científicos Atómicos, con casi 75 años de vigencia, colocó por primera vez sus ominosas manecillas en segundos, en vez de sus aterradores minutos”. Ello, debido a la mayor gravedad de la amenaza nuclear y, claro, el calentamiento global.

Efectivamente, el desarrollo de una civilización intergaláctica, de Tipo 4, gracias a un formidable desarrollo tecnológico, resulta un escenario factible. Sin embargo, las mismas tecnologías que podrían perfilar el rumbo podrían ser el encargadas de suprimir todo futuro posible.

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