A finales del mes de octubre, Naciones Unidas deslizó la posibilidad de asumir un rol protagónico en la gobernanza de la inteligencia artificial (IA).
El secretario general del organismo internacional, António Guterres, afirmó estar dispuesto a crear un organismo consultivo de IA.
Naciones Unidas ―afirmó― se encargará de evaluar los riesgos que se desprenden del desarrollo de la IA. Además, deberá formular propuestas que estimulen la colaboración entre las naciones y enfrentar los retos de la IA de forma realista, con el fin de disipar todas aquellas preocupaciones exageradas.
El pronunciamiento de Naciones Unidas fue presentando en el momento en el cual los gobiernos, la industria y algunos de los principales organismos de la sociedad civil han mostrado interés por desarrollar marcos de referencia para asegurar que el uso de la IA sea más seguro, justo y responsable.
Para reforzar la posición de Naciones Unidas, Guterres señaló que el organismo sería dirigido por dos copresidentes: Carme Artigas, secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial de España, y James Manyika, vicepresidente senior de Google. También participarían Natasha Crampton, directora de IA en Microsoft, y Mira Murati, directora de Tecnología en OpenAI.
Resulta ingenuo suponer que tan notables personajes del gobierno y la industria estarían dispuestos a distraerse de sus ocupaciones y responsabilidades profesionales para participar en un organismo de Naciones Unidas, en un asunto tan complejo y de enorme responsabilidad y relevancia como el desarrollo de la IA.
Debemos tener presente que 20 años atrás, Naciones Unidas intentó asumir el liderazgo mundial en la gobernanza de internet.
Por ese motivo, Naciones Unidas organizó la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información (CMSI) en dos fases. La primera fase fue celebrada en 2003 en Ginebra, Suiza, y la segunda en Túnez, en 2005.
Entonces Estados Unidos no permitió que Naciones Unidas asumiera el liderazgo en la gobernanza de internet. Hoy Estados Unidos tampoco parece dispuesto a dejar que Naciones Unidas tome el liderazgo en la gobernanza de la IA.
A finales de octubre y días antes de la celebración de la la cumbre de Bietchley Park, en Reino Unido, en la cual algunos líderes mundiales y empresariales discutieron la posibilidad de establecer reglas para el desarrollo de la IA, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, firmó una orden ejecutiva para establecer reglas sobre el desarrollo de la IA generativa e impulsar una IA más segura y mitigar los riesgos.
De acuerdo con The Verge, la orden ejecutiva comprende ocho objetivos: crear nuevos estándares para la seguridad de la IA, proteger la privacidad, promover la equidad y los derechos civiles, defender a los consumidores, pacientes y estudiantes, apoyar a los trabajadores, promover la innovación y la competencia, promover el liderazgo estadounidense en tecnologías de inteligencia artificial y garantizar el uso gubernamental responsable y eficaz de esta tecnología.
La orden ejecutiva de Biden representa una clara evidencia del interés que tiene el gobierno de Estados Unidos por tomar la delantera en la regulación de la IA, tema en el cual también ha avanzado Europa, que su ha propuesto aprobar las disposiciones en la materia antes de finalizar este año.
Biden tomó como fundamento una ley que data de la Guerra Fría, la Ley de Producción de Defensa, que otorga al gobierno federal capacidad de restricción sobre las empresas cuando está en juego la seguridad del país.
De acuerdo con tales razonamientos, las empresas que desarrollen sistemas de IA pueden representar un riesgo para la seguridad nacional, la seguridad económica nacional o la salud pública; por tanto, el gobierno las obliga a dar a conocer los resultados de las pruebas realizadas a los sistemas de IA, los cuales deben ser “seguros y de confianza antes de que las empresas los hagan públicos”.
Sin embargo, la orden ejecutiva de Biden no es una ley permanente. Como orden ejecutiva del presidente en turno, por lo general su duración podría limitarse a la administración del presidente Biden.
En la Unión Americana toda legislación vinculante debe pasar por el congreso, el cual se encuentra muy dividido, ocupado en las recurrentes turbulencias que se registran en el escenario electoral. Por ese motivo, Biden decidió presentar la orden ejecutiva.
En el frente externo, Biden además se ha preocupado por contener el entusiasmo del secretario general de Naciones Unidas, organismo que desearía asumir el liderazgo en la gobernanza de la IA.
El miércoles 13 de diciembre, Estados Unidos presentó un proyecto de resolución de la Asamblea General en las Naciones Unidas ―Seizing the Opportunities of Safe, Secure, and Trustworthy Artificial Intelligence Systems for Sustainable Development― (en castellano: Aprovechar las oportunidades de los sistemas de inteligencia artificial seguros, protegidos y confiables para el desarrollo sostenible).
Estados Unidos no parece dispuesto a delegar en Naciones Unidas la gobernanza de la IA. Pretende que los miembros de Naciones Unidas se comprometan a asegurar que sus acciones en materia de desarrollo de IA sean congruentes con la Carta de las Naciones Unidas, y con la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Entre tanto, en la Unión Europea las negociaciones en torno a la Ley de IA se han tornado más largas y complicadas.
El acuerdo político celebrado el 8 de diciembre confirmó que la regulación entrará en vigor. Sin embargo, el texto final estará disponible hasta principios de febrero y algunos elementos de la regulación entrarán en vigor hasta 2027.
En una sesión informativa sobre el acuerdo celebrada entre los gobiernos nacionales de la UE el viernes 14 de diciembre, los representantes de cuatro países (Alemania, Francia, Italia y Polonia) indicaron que no firmarán el acuerdo hasta que esté listo el texto final.
Los gobiernos y las empresas de tecnología en todo el mundo han estado esperando el texto final de la primera regulación integral y democrática de la IA del mundo.
Ahora tendrán que esperar un poco más. En ese lapso, quizá Estados Unidos consiga tomar la delantera definitiva.