Hace poco más de un mes, en el Estadio Corregidora de la ciudad de Querétaro, se vivió uno de los peores enfrentamientos registrados entre ciertos aficionados del Atlas y Gallos Blancos. La presencia de las barras bravas en los estadios no ha parado de ser tema de conversación y si bien en muchas partes del mundo se han vivido batallas campales similares entre estos grupos, en esta ocasión la violencia, la seguridad física y la impunidad jugaron un rol muy importante para que esta tragedia sucediera.
Las barras bravas son en la teoría, un sector de aficionados que apoyan a un equipo con porras y cánticos. En la práctica, son un grupo organizado de fanáticos que se encargan de todo menos de ver el partido. Las raíces de estos se remontan a las barras bravas argentinas, de quienes no solo imitan las canciones, sino las mismas costumbres, tal como Miriam Padilla plantea en su documental “Terreno de Juego”.
Estos grupos establecen lazos con los directivos para recibir entradas gratis, boletos para reventa, concesiones de artículos, venta y consumo de drogas dentro de los estadios, remuneración para ser violentos e incluso salarios para apoyos en campañas políticas. El común denominador dentro de este pequeño núcleo social es la marginación, el cual es un factor que orilla a los integrantes a vivir bajo condiciones socioeconómicas adversas.
Esta situación suele ser vista como el motor que enciende la agresividad y la violencia. Por este motivo, los estadios se convierten en la vía perfecta para desahogar sus vivencias cotidianas. La existencia de las barras bravas provoca que los estadios requieran de medidas extremas como alambrados de púa, perros policía o incluso uso de gases lacrimógenos ante disturbios como medidas de seguridad física que van más allá de lo que se requeriría si no existieran este tipo de riñas entre las barras de los distintos equipos.
Tomando en cuenta las medidas extremas de seguridad, Sebreli destaca en su obra “La Era del Fútbol” la similitud de los estadios con campos de concentración. Así pues, en el momento que el fútbol se encierra en un estadio de concreto, ya no se trata de un juego liberador, sino de una industria deportiva que convierte a los aficionados en espectadores pasivos. Por ende, los pseudoaficionados se autodenominan miembros del equipo y creen que ellos también ganan y pierden partidos, aunque solo observan desde la banca; o en el caso de Querétaro, “defienden” al club del equipo -pseudoaficionados- rivales.
No obstante, lo sucedido en la Corregidora no solamente se debe a la conformación de las barras, sino también a otros factores. Uno de ellos es la falta de seguridad física. En toda la red circulan imágenes donde la seguridad que resguardaba el estadio, se vió superada en número. Incluso en uno de estos videos, se observa a un guardia de seguridad de la empresa GES K9 que ignoraba completamente los enfrentamientos. La empresa ya fue cancelada.
Otro factor importante tiene que ver con la impunidad y la impartición de justicia. El pasado 3 de abril, el gobernador Mauricio Kuri, dio a conocer que la fiscalía general del Estado había realizado 46 cateos, analizado más de 400 videos y detenido a 32 personas acusadas de delitos graves. No obstante, se debe tomar en cuenta que, si no se realizan correctamente las carpetas de investigación, es probable que los detenidos queden libres por falta de pruebas o por motivos procesales. Hasta que no se dicten las sentencias correspondientes a cada uno de los agresores, no podremos afirmar que no hubo impunidad en Querétaro.
El último factor tiene que ver con la violencia y los daños físicos derivados de esta. Las lesiones pueden ser muy costosas, ya sea porque dejan efectos crónicos o porque imposibilitan funciones motrices. Poco se ha dicho sobre esto y muchos de los lesionados fueron atendidos en institutos de salud pública. En este sentido, es importante tomar en cuenta si habrá alguien que fondeará todas las terapias y rehabilitaciones que pueden ser necesarias después de haber sido dados de alta.
Este evento futbolístico fue un desastre. Las medidas que tomen las autoridades locales de aquí en adelante no pueden ser paliativas, deben combatir a fondo el problema para que no se repita un episodio de este tipo, que es completamente prevenible. Por tales motivos, si bien la presencia de las barras bravas es una amenaza constante, la falta de seguridad física y la violencia que han permeado en la sociedad y la impunidad dieron pie a que esta tragedia sucediera.
@Jorgemonsa7
Articulista invitado
@abarredo13
Bibliografía:
Sebreli, Juan José. La era del fútbol / Juan José Sebreli. -- Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1998. -- 349 p.
Padilla, M. (2015). Terreno de Juego. México. Reevolución.
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