Inés Amézaga Feijoo
El domingo 27 de octubre Uruguay acudió a las urnas para elegir la Presidencia de la República, renovar la composición del poder legislativo y decidir sobre los dos plebiscitos sometidos a consulta. Las elecciones se desarrollaron en el ambiente de confianza y cordialidad que caracteriza a los procesos electorales del país.
Los resultados han sido los anticipados en las encuestas. Ningún candidato a la Presidencia alcanzó el 50+1 y habrá segunda vuelta el 24 de noviembre entre Yamandú Orsi, por el Frente Amplio (43.94%, izquierda), y Álvaro Delgado por el Partido Nacional (26.77%, centro-derecha). Estos resultados parecerían dar cuenta de que habrá un proceso reñido entre las dos candidaturas en comparación a lo que ocurrió en 2019. Los otros partidos en la Coalición Republicana (centro) con el Partido Colorado (centro-izquierda) - Cabildo Abierto, el Partido Independiente y el Partido Constitucional Ambientalista - quedaron lejos de los dos punteros. La participación superó el 89% y los votos blancos y nulos parecen haber alcanzado el 5%, incremento que los partidos deberían tener en cuenta de cara a la segunda vuelta. Durante la jornada, la ciudadanía también se pronunció en contra de los dos plebiscitos que habían sido convocados: la reforma a la Seguridad Social y los allanamientos nocturnos.
Según el escrutinio primario de la Corte Electoral, el Senado sólo contará con representación de los tres grandes partidos: el Frente Amplio (obtiene mayoría con 16 bancas, gana 3), Partido Nacional (9, pierde 1) y Partido Colorado (5, gana 1). En la Cámara de Representantes, el escenario es novedoso en cuanto a que no habría mayoría parlamentaria (50). El Frente Amplio obtendría 48 bancas (gana 6), la Coalición Republicana obtendría 49 y necesitarían negociar el favor de Identidad Soberana (irrumpe con 2). Sea cual sea el resultado de la segunda vuelta, ambos candidatos ya saben que no cuentan con mayoría parlamentaria.
“¡Ya tenemos dos diputados en la cueva de los vendepatria!”, sentenciaba Gustavo Salle, líder de Identidad Soberana - un partido outsider discursivamente antisistema - al confirmarse el escrutinio primario en un acto durante la noche del domingo. Esta ha sido una de las pocas disonancias que pudieron afear la jornada electoral. Cabe la posibilidad de que el propio sistema lo contenga y la cultura cívica del país sea capaz de neutralizar este discurso disruptivo, incipiente aún en el país que, en caso de que se consolide e incremente, desgastaría uno de los principales activos de cualquier sistema electoral como es la confianza. “Es un país diferente. Acá hay garantías”, afirmaba a primera hora un elector a Radio Sarandí 690 al salir del recinto electoral. Efectivamente, el marco institucional sólido del país, la lealtad entre sus élites así como un alto grado de confianza y apego de la ciudadanía a las reglas del juego han garantizado, una vez más, una jornada electoral sin sobresaltos.
Observatorio de Reformas Políticas en América Latina