Betilde Muñoz-Pogossian1
Organización de los Estados Americanos
Observatorio de Reformas Políticas en América Latina
Twitter: @BeticaMunozPogo
La política exterior feminista es un marco adoptado por países como Canadá, Chile, México, Suecia y España, basado en la premisa de que la participación de un país en la escena internacional nunca puede ser neutral al género. En otras palabras, los principales objetivos de este enfoque incluyen la promoción de acciones afirmativas en todos los ámbitos y agencias vinculadas a la política exterior para lograr la participación de las mujeres en los procesos de toma de decisiones, la generación de nuevos estándares y normas sobre género y diversidad e inversión en acciones que buscan este objetivo. Según el Centro para la Política Exterior Feminista (CFFP), este enfoque de las relaciones internacionales permite identificar sistemas jerárquicos de poder que excluyen a las mujeres. Por lo tanto, tiene una aspiración transformadora: intentar influir en las estructuras e instituciones generizadas, así como afectar las prácticas, los marcos éticos y las dinámicas entre actores que perpetúan las desigualdades de género. ¿Cuáles son algunos ejemplos de acciones que se pueden encaminar en el marco de una política exterior feminista?
En primer lugar, estos países pueden priorizar la promoción de actividades de inclusión y representación de las mujeres, y brindar apoyo público y visible a las mujeres activistas. Además de apoyar actividades para discutir y/o negociar medidas de acción afirmativa en los países donde están, la cooperación internacional también puede jugar un rol clave a la hora de reconocer y mostrar el trabajo de las mujeres en el activismo premiando o reconociendo públicamente a las mujeres que logran ingresar y triunfar en estos espacios. Un ejemplo de este tipo de acciones es el Premio Internacional Mujeres de Coraje que otorga el Departamento de Estado de Estados Unidos a mujeres activistas del mundo.
Una segunda estrategia es institucionalizar el análisis de género y las estrategias para la igualdad de género en los planes de cooperación internacional por país. Esto implica evaluar las condiciones para la implementación de proyectos de desarrollo en cualquier área con una perspectiva de género, es decir, asegurar que se consideren las realidades particulares de hombres y mujeres y que las soluciones propuestas se adapten a esas realidades. Un ejemplo de esto es la Caja de Herramientas de Género implementada por la Agencia Sueca de Cooperación Internacional para el Desarrollo (ASDI) que, en el contexto de su política exterior feminista, ha priorizado un análisis de género antes de las intervenciones, incluido el desarrollo de un conjunto de principios a la hora de planificar sobre la base de un análisis situacional de género.
En tercer lugar, en su accionar, la cooperación internacional debe ser consciente de las identidades interseccionales de las mujeres y tenerlas en cuenta a la hora de diseñar proyectos de cooperación que contribuyan a su inclusión y representación. La cooperación internacional tiene que incorporar un enfoque interseccional en sus acciones para analizar, señalar y cuestionar la exclusión de las mujeres que sufren discriminación interseccional por razón de género, etnia, edad y discapacidad, entre otros factores. Un ejemplo de acción que utiliza este enfoque es el “Fondo Indígena” de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECID), que viene impulsando a través de diversos proyectos políticas públicas inclusivas, democráticas y culturales con equidad, centrándose específicamente en mujeres indígenas en sus intervenciones.
¿Cómo asegurar que las condiciones que han contribuido positivamente a la inclusión y representación de las mujeres se institucionalicen y se sostengan en el tiempo? Esto sin duda debe ser liderado por los propios actores locales. Sin embargo, el espacio multilateral puede apoyar utilizando como guía los compromisos vinculados a los tratados de derechos humanos, invirtiendo en la implementación de actividades y proyectos que buscan la igualdad y representación de las mujeres y, finalmente, a través de una diplomacia blanda, hoy consagrada en una política exterior feminista. Todo ello permitirá sostener los logros en este ámbito, resistir ante el pushback que esta agenda está sufriendo, y avanzar hacia nuevos y necesarios logros.
1 Las opiniones son personales. No representan las de la Organización de los Estados Americanos (OEA).