El acantilado de cristal hace referencia a la práctica que consiste en elegir a mujeres para ejercer puestos de liderazgo preferentemente en situaciones de crisis, un fenómeno por el cual las mujeres tienen una mayor probabilidad de acceder a altos cargos en entidades públicas o privadas cuando se deben enfrentar a situaciones de adversidad en la que tiene muchas posibilidades de fracasar. El término acantilados de cristal (glass cliffs, en inglés) fue acuñado en 2004 por la investigadora de la Universidad de Exeter, Michele K. Ryan. A raíz de un artículo publicado en el periódico The Times en 2003 que aseguraba que las empresas con más mujeres en puestos de poder tendían a funcionar peor y, con los mismos datos, llegó a la conclusión opuesta: que era precisamente cuando las circunstancias eran adversas cuando las mujeres podían acceder al poder. Y en esas condiciones, claro, era más probable que fallaran.
Los investigadores que acuñaron el término señalan que son tres elementos que hacen posible los acantilados; por un lado, los estereotipos que asocian a las mujeres con la empatía o la intuición y su tendencia a los cuidados les permiten afrontar mejor las situaciones de crisis. En cambio, en épocas de «vacas gordas» se buscaría un tipo de liderazgo más asociado con rasgos estereotípicamente masculinos como la fuerza o la ambición. Un segundo elemento es la identidad; por un lado se ve a los hombres como el grupo predominante (endogrupo) y a las mujeres como una minoría o quienes están fuera (exogrupo). Entonces, en momentos de crisis, se cedería el liderazgo al grupo no dominante para de cierto modo atribuir el fracaso a un líder considerado atípico. Y el tercer elemento es el de ceder el trabajo sucio en el que identifica como los hombres están más dispuestos a ceder el liderazgo cuando este no garantiza que se reconocerán méritos, sino que, por el contrario, se deberán tomar decisiones difíciles que pueden ser impopulares y cuestionadas.
Hace apenas unas semanas, comentábamos sobre la llegada de la tercera mujer primera ministra del Reino Unido y cómo había hecho historia por varios acontecimientos, al ser la última mandataria recibida por la Reina Elizabeth II, que falleció dos días después. Truss fue la decimoquinta y última primera ministra de la Reina, y fue la primera en la era del Rey Carlos. Liz Truss ha tenido el mandato más corto de cualquier primer ministro de su país
Con la renuncia del cuestionado y popular Boris Jonhson, que la nombró secretaria de Relaciones exteriores, Truss fue una de las pocas integrantes del gabinete que mantuvo a su lado hasta el final, lo que le ganó simpatías con los y las simpatizantes de Johnson. Con 11 candidatos a la dirigencia del partido conservador, Truss ganó con un pequeño margen la selección interna, en la que solo participaron un pequeño porcentaje de la población, aquellas personas militantes activas del partido conservador, que en sus propuestas de campañas incluyeron la promesa de volver a los valores conservadores fundamentales - reducir los impuestos y la función reguladora el estado.
La primera ministra asumió el cargo en un momento de crisis multifactorial que azota a su país, sin embargo, la exigencia para resolver los gigantescos problemas, que dejaron sus antecesores, fue intensa, no solo por sus compañeros de partidos, los medios de comunicación y la opinión pública, que la hizo personalmente responsable de todo lo que ya marchaba mal. Por ejemplo, la culparon de “arruinar la economía del país”, cuando recibió una economía en crisis, que se agudizó con el desplome de la libra esterlina a finales de septiembre con apenas una semana en el cargo su programa político colapso y sus propios compañeros de partido le piden la renuncia con una velocidad vertiginosa, una se pregunta ¿por qué no exigieron la renuncia de manera expedita al Johnson con los primeros “errores”?
La prensa británica fue inclemente. Por un lado el tabloide británico Daily Star creó una transmisión en vivo de una lechuga iceberg sin refrigerar junto a una foto de Truss, preguntando "¿Quién durará más Truss o la lechuga?", por el otro vimos la cobertura y portadas que le dedicó The Economist descalificando su incipiente gestión y su propuesta económica, antes de que pudiera implementar alguna de sus propuestas.
Con los lentes morados, claramente podemos ver cómo las dos mujeres primeras ministras, Theresa May y Liz Truss, son ejemplo clásico del síndrome del acantilado de cristal su liderazgo del partido conservador estaba destinado a ser desastroso, pues fueron seleccionadas para fracasar.