Hoy concluyen los Juegos Panamericanos Junior, un evento que más allá del medallero representa un laboratorio del futuro deportivo de nuestro continente. Para México, el balance es agridulce: cuarto lugar general con 125 preseas, pero apenas 27 de oro frente a las 46 conseguidas por Colombia. El dato no es menor, pues en el alto rendimiento lo que define el rumbo de un país no son las medallas en cantidad, sino la calidad de los oros que aseguran protagonismo en la élite.

La realidad nos obliga a una reflexión, y no se trata de buscar culpables ni de caer en la crítica destructiva, sino de entender en qué punto estamos y hacia dónde queremos dirigirnos. México ha demostrado en múltiples ocasiones que el talento existe en sus deportistas de las diferentes disciplinas.

Ahí están los deportes acuáticos como ejemplo: clavados, natación y natación artística vuelven a ser motivo de orgullo tras lo hecho en el Mundial de Singapur, cuando nuestro país desafió a potencias como China.

El problema no es la ausencia de talento, sino la falta de un seguimiento metódico sostenido. La Olimpiada Nacional cumple un papel de cantera, pero no basta con detectar prospectos, se necesita desarrollarlos y proyectarlos hacia competencias internacionales. Y ese proceso debe ser integral. Los apoyos económicos son vitales, pero sin una preparación rigurosa y un sistema de seguimiento profesional, corremos el riesgo de perder generaciones enteras de atletas.

El contraste con el ciclo olímpico pasado debería encender alarmas. Mientras otros países consolidan estructuras de desarrollo, México parece haber transitado un sexenio con poca visión estratégica. El resultado es un medallero juvenil que no corresponde con la tradición mostrada en eventos de primera fuerza como los Centroamericanos o Panamericanos.

Todavía hay mucho tiempo para corregir el rumbo hacia los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028, y evitar que haya una representación mexicana por debajo de lo esperado.

Lo más preocupante no es estar detrás de Colombia en el medallero de Panamericanos Junior, sino lo que ese dato simboliza: la urgencia de replantear la manera en que preparamos a nuestros atletas.

Necesitamos orden, planificación y, sobre todo, continuidad. La prioridad debe ser el seguimiento profesional de los jóvenes con verdadero potencial, asegurando que sus procesos deportivos estén blindados de improvisación y desinterés institucional.

Al final de estos Juegos Panamericanos Junior, México tiene frente a sí una enorme área de oportunidad. No se trata de recriminar al Comité Olímpico ni de polemizar con las autoridades, sino de asumir un diagnóstico claro: el talento existe, pero necesita seguimiento y preparación. Si realmente aspiramos a que la bandera mexicana ondee con fuerza en Los Ángeles 2028, es hora de ponerse las pilas y consolidar una estrategia que convierta a estos jóvenes en la base de una generación olímpica histórica.

Profesor

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Comentarios