Javier “Chicharito” Hernández siempre ha sido una figura que ha polarizado las opiniones en el mundo del futbol; sin embargo, las críticas que ahora carga sobre la espalda van más allá de las canchas.
Para mucha gente, sobre todo los que lo idolatraban como máximo goleador de la Selección Mexicana, su actitud fuera de la cancha ha dejado mucho que desear. Y es que, hoy en día, en la era digital, ningún personaje público está exento del escrutinio ni de las consecuencias que puede provocar un video mal ejecutado.
Esta semana, Chicharito volvió a ser tendencia por un video que desató una ola de críticas por el tono, el contexto y, sobre todo, por la figura que lo protagoniza. No es la primera vez que el delantero de las Chivas es señalado por sus publicaciones. Ya en el pasado, sus transmisiones en vivo, sus frases y ciertas actitudes durante concentraciones con la Selección Nacional encendieron debates encarnizados entre sus seguidores y detractores.
Pero en esta ocasión, lo que se discutió no fue su futbol, sino el peso de su voz pública. Un gesto, una frase, una actitud se amplifica exponencialmente cuando viene de alguien con millones de seguidores. Las redes sociales no perdonan, y menos cuando la audiencia ya carga juicios previos.
¿Se equivocó Chicharito? Sí, por el mal mensaje que generó y por no entender el rol que juegan hoy las figuras públicas en una sociedad hipersensible, con cámaras encendidas las 24 horas.
Ser famoso ya no es solo meter goles, cantar bien o actuar en una película. Ser famoso es estar en vitrina constante, bajo una lupa donde cada palabra puede ser editada, sacada de contexto o viralizada para mal.
En el caso de Hernández, nadie editó sus videos ni sus palabras, de ahí que el caso explotara de la manera en que lo hizo. Los personajes públicos viven en una realidad paralela: tienen influencia, pero también pagan el precio de perder privacidad y del juicio colectivo.
La cultura del linchamiento digital no distingue entre delitos y deslices, entre intenciones y percepciones. Un error en video puede pesar más que una década de logros.
En este linchamiento se da poco espacio a la oportunidad de aprender y enmendar esos errores. Aprender para cambiar y mejorar, en busca —en este caso— de la equidad.
A Chicharito ya no le dan la oportunidad de mostrar que puede ser una persona diferente al hombre catalogado como opresor o misógino, y ese también es un error. Si no abrimos la puerta a esa posibilidad de que quien se equivoca enmiende su error y no lo vuelva a cometer, también estamos fallando.
Desafortunadamente, Chicharito no es ni el primero ni será el último en caer en esta espiral. Lo grave es que el espacio para la autocrítica y el aprendizaje se ha ido reduciendo. Hoy, quien se equivoca puede pedir perdón al mundo entero, pero quedará marcado para siempre.
Profesor