Me gusta Madrid. No sólo porque es la ciudad de mi abuela y mi madre sino por su amable señorío, lo fácil que es recorrerla a pie, en transporte público y toparse con su historia, con parques, con terrazas, con esa dedicación de los españoles a la conversación alrededor de la mesa. Este otoño, Madrid no sólo presume su cielo azul incisivo si no la oferta cultural que va más allá de las exposiciones permanentes y temporales en museos y de la extraordinaria labor de la Casa de México que se ha vuelto una ventana muy poderosa para proyectar las expresiones culturales de nuestro país.

Este otoño las propuestas culturales tienen que ver con festivales y espacios, que en feliz coincidencia, dirigen mexicanos. Me refiero al Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque, en el cuartel militar que albergara la guardia personal de Felipe V, cuya programación anual fue estrenada hace muy poco bajo la dirección del escritor Jorge Volpi. Volpi, muy activo en su escritura premiada y escenificada, sorprende con sus propuestas donde no falta la presencia de la ciencia, que se teje con otras manifestaciones del arte, y donde las ideas y el debate alrededor de ellas nutre la conversación sobre el quehacer cultural y nuestro lugar en el mundo. Cómo vivimos el futuro y el no futuro son los temas con que , bailarines, músicos, pintores, actores, científicos, escritores llenarán el espacio durante el primer año de esta audaz dirección.

La programación, igual que la de la mexicana Marcela Diez Martínez, directora del Festival de Otoño de Madrid, que tendrá lugar en el mes de noviembre en diversos espacios de la Comunidad de Madrid, abarca la presencia de diferentes países y desde luego México. La puesta en escena a partir de la novela de Cristina Rivera Garza, El invencible verano de Liliana, con la actriz Cecilia Suárez forma parte de Conde Duque y del Festival de Otoño en una mancuerna de colaboración que había empezado en México cuando Volpi fue director del Festival Cervantino, y Diez Martínez estuvo a cargo de la programación, posteriormente ella ocupó el cargo de dirección y muy poco tiempo después fue condecorada con la Orden de las Artes y las Letras por el gobierno francés.

En la propuesta de Diez Martínez un tercio de la programación atañe al diálogo interoceánico donde, además de México, Chile, Argentina y Colombia tienen mucho que aportar. A Marcela Diez le interesa mucho la atracción de público juvenil, abrir la oferta y comprender sus intereses como lo hizo con el festival Cervantino en Guanajuato y como lo ha sabido hacer Difusión Cultural de la UNAM. En la presentación el pasado mes de julio señaló su intención: “El Festival de Otoño de Madrid pretende, ante todo, ser un espacio para el diálogo. Diálogo artístico, estético, cultural y generacional.” Su gusto y olfato para propuestas de alta calidad que cautivan a la audiencia y la sorprenden es una promesa del banquete que ofrece el otoño madrileño. En Madrid se respira un ánimo cosmopolita, incluyente y de gran efervescencia. Diez Martínez lo sabe: “Madrid se ha abierto a los nuevos acentos y sobre todo a las diferentes visiones, preocupaciones y expresiones, que, si bien en gran parte tienen origen en una historia representan diferentes realidades”.

Aplaudo la gestión cultural de mexicanos talentosos y sensibles fuera de nuestras fronteras para encausar asombros, colaboraciones y trascendencias, a los que se suma Amanda de la Garza subdirectora artística del Museo Reina Sofía. Buen momento.

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