La nueva novela de Agustín Fernández Mallo, Madre de corazón atómico (Seix Barral), autor español nacido en La Coruña, que vive en Mallorca y cuyas tres novelas recogidas en Proyecto Nozilla traducidas a varios idiomas lo colocaron como un renovador de las letras españolas, me produce conexiones inmediatas como lectora y como escritora. El tema: la muerte del padre, quiénes somos a partir de nuestros padres, qué es la muerte, quién era el padre realmente y quién era Agustín antes, después, y mucho después del padre. La identidad. La novela teje el anecdotario con la reflexión, el vuelo de la memoria con preguntas a las que se trata de dar respuesta. El pergrinaje de la escritura y la perplejidad resultan un espejo de la propia experiencia a pesar de las particularidades de la vida del autor y la de su padre, veterinario que vivió, como nos enteramos, la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República, la Guerra civil, la dictadura de Franco, el paso a la democracia, y que creyó en el progreso y el aporte de la ciencia. En 1967, cuando el autor estaba apunto de nacer, transportó vacas en un avión desde Estados Unidos a España. Ojos de vacas a bordo de un avión que tuvo que hacer un aterrizaje forzoso en Gander, Terranova, en Canadá, mientras pasaba la tormenta. A través de la memoria desde el presente, el hijo intenta tocar al padre, al hombre que era en esencia antes de qué él naciera, casualmente en la misma clínica en la que el padre está muriendo en la habitación 405.
Madre de corazón atómico me convoca doblemente porque yo escribí Últimos días de mis padres con un espíritu similar de comprensión y acercamiento, de conmoción ante la muerte, porque solamente una vez se muere tu padre y una vez se muere tu madre y aunque tengamos la certeza del final de toda vida, nunca estamos preparados. Nos agarra descolocados. Mientras leía a Fernández Mallo y subrayaba frases poderosas, emergía una conversación desde la escritura de un tema que compartimos. Encontré coincidencias. Entendí que el lector de una novela que trate sobre ser hijo o hija y la manera en que la pérdida nos coloca frente a la memoria y a la necesidad de saber quién era el padre o la madre, y qué hay de ello en nosotros, sentirá una cercanía con su propia experiencia. Abona a ello el tono directo, desnudo y honesto del autor. El trabajo con el lenguaje que enuncia los hechos y conmueve al lector sin proponérselo. A través de la novela, el autor revela su método de escritura: registrando en facturas, en boletos de avión, en instructivos. Como si su formación de físico y el espíritu científico de su padre obligaran siempre al registro. La fotografía y la filmación acompañan esa lectura visual que Fernández Mallo hace de una realidad para y por la que siempre está ideando un proyecto de escritura.
El autor tardó 12 años en escribir esta novela porque sin duda tenía que encontrar cómo abordar algo tan personal. No es la catarsis que sucedió en papeles aislados en la inmediatez de la muerte. Es la construcción de una novela donde la memoria, como dice Fernández Mallo, es literatura.
La portada y el título no son lo que parecen, como sucedió con el disco Madre de corazón atómico que Pink Floyd dio a conocer en 1970. El grupo no sabía qué nombre ponerle al conjunto de canciones, y fue la noticia de una mujer embarazada a quien le habían colocado un corazón artificial, que lo sugirió. Serendipia que aprovecha el autor de esta novela íntima e inolvidable, que nos lega un descubrimiento fundamental: el padre muere para renacer en ti de otra manera.