A final de cada año desde 2003, el diccionario estadounidense Merriam Webster anuncia su selección de la palabra del año en el idioma inglés. Según el respetado diccionario fundado en 1831, gaslightning fue la palabra más buscada en internet en 2022. Peter Sokolowski, el editor del diccionario, declaró a la agencia de noticias Associated Press (AP) que este año las búsquedas de esa palabra aumentaron en 1742% con respecto al año anterior. Estuvo todos los días entre las 50 palabras más buscadas, señaló el editor.
Gaslighting es una forma coloquial de referirse a las tácticas y trucos que se usan para que una persona dude de su realidad y cuestione lo que siente, cree y hace. El propósito es debilitar sicológicamente a la víctima para así influir sobre sus percepciones, su conducta y sus decisiones.
Las constantes mentiras, contradicciones, confusiones, el escepticismo sobre la validez de verdades antes incuestionables y su reemplazo por narrativas falsas, el ataque a la autoestima de la víctima y el fomento de sus inseguridades, el ocultamiento de información y el constante uso de falsedades son sólo algunas de las tácticas que utilizan los manipuladores.
La palabra había caído en desuso y no fue sino hasta mediados de los años 90 que volvió a ser utilizada con alguna frecuencia por sicólogos y siquiatras.
Pero el explosivo aumento de la frecuencia con la cual es ahora buscada esta palabra en internet no viene de estos ámbitos, sino de la política, donde se están usando cada vez más las tácticas de gaslighting para moldear lo que toda una sociedad cree.
De hecho, gaslight se relaciona de cerca con otra palabra que en 2016 fue seleccionada por el diccionario de Cambridge como la palabra del año: posverdad, es decir, la propensión a aceptar una idea como cierta con base en emociones más que en hechos. En los últimos años hemos visto como, en muy diversos países, la opinión pública es influida por líderes y grupos que desdeñan datos, evidencias y hasta la lógica. Un dramático ejemplo de gaslighting y posverdad es el Brexit. Sus promotores hicieron un uso intensivo de los trucos del gaslighting y lograron crear una matriz de opinión publica dominada por la posverdad.
En estos tiempos, la propaganda, la posverdad, la divulgación a gran escala de mentiras y el gaslighting han adquirido una potencia y toxicidad inusitadas. Las nuevas tecnologías de información le permiten a individuos y grupos tener un protagonismo que antes estaba sólo al alcance de gobiernos, partidos o corporaciones.
Ya hemos visto las manifestaciones más nefastas del uso de las redes sociales para profundizar las divisiones, diseminar mentiras y fomentar el caos. Proteger a las sociedades del uso malsano de estas nuevas plataformas es urgente. Para lograrlo, es prioritario imponer costos y consecuencias, tanto a los agresores digitales como a quienes les facilitan sus inaceptables conductas. Es esperanzador, por ejemplo, ver cómo tribunales norteamericanos han impuesto penas mil-millonarias a una figura monstruosa como Alex Jones, condenado por difamación contra las familias de los niños asesinados en la masacre de la escuela de Sandy Hook.
Incluso el mismo Donald Trump empieza a pagar por primera vez costos políticos por gaslightear a la sociedad entera con sus mentiras sobre el fraude electoral, que lo han llevado incluso a pedir la suspensión de la Constitución. Sólo imponiendo altos costos monetarios, legales y reputacionales podrá defenderse la sociedad ante el gaslighting colectivo.