De izquierda a derecha, Ana María Galván Aranda con sus hijos Graciela, José Luis y Leonor, en el regazo de su padre José González. Los González Galván vivieron más de una década en la estación Colonia. Foto: Beatriz Noriega González.
Texto: Carlos Villasana S.
En el punto entre las colonias San Rafael y Cuauhtémoc que hoy ocupan el monumento a la Madre y su explanada, sobre la avenida Insurgentes, se localizaba la entrada a la antigua estación Colonia de Ferrocarriles Nacionales , que operó entre 1896 y 1939.
En ese espacio vivió la familia González Galván, debido a que uno de sus integrantes se desempeñó como trabajador de esas instalaciones por décadas.
En esta entrega de Mochilazo en el Tiempo conoceremos un poco de la historia de este lugar, contada por una nieta de aquella familia, la escritora Beatriz Noriega González.
La estación Colonia era punto de referencia
A finales de los años 30, un general brigadier del ejército mexicano falleció en Torreón, y de acuerdo con las páginas de EL UNIVERSAL, su “inconsolable viuda”, suegra e hijos esperaban el cuerpo del difunto en la estación Colonia. Pero no eran los únicos con actividades relevantes en el lugar, pues el tráfico de trenes y viajeros era constante en esta zona de la capital.
Había excursiones que la tomaban como punto de partida; los representantes del gobierno recibían diplomáticos ahí mismo; y personalidades famosas también eran despedidas en la estación Colonia, que era todo un punto de referencia para la Ciudad de México, tal y como hoy lo serían estaciones importantes del STC Metro, como Pantitlán, San Lázaro o Centro Médico.
La estación de ferrocarriles Colonia, ubicada en la actual avenida Insurgentes entre Sullivan y Villalongín, en la década de los veinte. Este edificio fue demolido alrededor de 1940 y hoy en su lugar se encuentran el Monumento a la Madre y su explanada. Colección Carlos Villasana.
La constante actividad demandaba la residencia de trabajadores en la propia estación, recuerda Beatriz en entrevista para EL UNIVERSAL, quien además de dedicarse a escribir, ha dedicado años en investigar y redescubrir la vida de su familia en este espacio.
“Según los registros que he encontrado en diferentes plataformas sobre genealogía, su domicilio estaba ubicado en una ‘Casa sin número de la Estación Colonia’, o bien, en el ‘Segundo Patio’ de la misma”, explica. Al tratarse de eventos que tuvieron lugar hace casi un siglo, es comprensible que no sea fácil encontrar información precisa.
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Aunque claro, a diferencia de nosotros, ella cuenta con una ventaja invaluable: sus propios recuerdos. “Mi madre, Leonor González, mencionaba que su papá era empleado ahí y que habitaban en una zona en la que se encontraban otras familias cuyos adultos, varones principalmente, eran trabajadores de la estación”, nos cuenta.
Ana María Galván y José González, los abuelos maternos de Beatriz, en su retrato de bodas. Aunque no está segura de la fecha del matrimonio, lo ubica alrededor de 1917. Foto: Beatriz Noriega González.
Respecto a la duda sobre si en efecto se trataba de una “casa sin número” o de un patio de la estación, señala que: “La familia de mi madre ocupaba cierto número de vagones, que hacían las veces de habitaciones, incluyendo una cocina”.
“Tengo registros que indican que ya estaban en la estación a mediados de 1925, pero pudieron llegar antes. Y estimo que fue su hogar por lo menos 14 años, hasta que demolieron la estación alrededor de 1939”.
La familia llegó a la capital en el siglo XX
“Mis abuelos maternos provenían de la zona centro-norte del país. Mi abuela, Ana María, nació en Silao, Guanajuato, en 1891 y mi abuelo José en Unión de San Antonio, Jalisco, en 1877”, detalla acerca del origen de su familia.
Un retrato en pareja de los bisabuelos maternos de Beatriz Noriega, cuyos nombres desconocemos. Puede observarse que Ana María (abuela) tiene las facciones de su madre. Foto: Beatriz Noriega González.
Luego de varios años dedicada a elaborar poemas y novelas, Beatriz Noriega González no tiene reparo en compartir la forma en que visualiza el inicio de esta historia, tan cerca a su persona:
“Me gusta imaginar a unos adolescentes que llegan a la Ciudad de México a principios de 1900, aún de la mano de mis respectivos bisabuelos, justo través de las puertas de la Estación Colonia”.
A decir de Beatriz, por desgracia se desconocen algunos detalles de cómo inició la familia. “No sé bien cómo se conocieron Ana María y José, pero sí sé que tuvieron un matrimonio 'arreglado', alrededor de 1917. Su primera hija, la mayor de cinco, nació en 1919”, agrega.
Un punto crucial radica en la época que cambió la vida de su familia, hace ya un siglo, pues asegura que hay indicios y relatos de que ambos pertenecían a familias de cierto abolengo o fortuna, que sus miembros viajaron a la capital poco antes de la Revolución y que vieron cómo sus recursos y privilegios se desvanecían en una urbe convulsionada en el ámbito político y social.
Esta es la foto del recuerdo del bautizo de la hermana mayor de la madre de Beatriz, Leonor. Nuestra entrevistada atribuye el escenario de la foto a la iglesia de San Cosme. Foto: Beatriz Noriega González.
Una vez casado y con tres hijos, José comenzó a trabajar en la Estación Colonia como vigilante y le asignaron un espacio en la misma para habitarlo.
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La vida de los González Galván transcurrió en las colonias San Rafael y Santa María La Ribera. Beatriz incluso afirma que “bautizaron a mis tíos en la Parroquia de San Cosme y ahí celebraron su primera comunión”.
Sin embargo, un salario de vigilante a una familia de dos adultos y cinco niños los mantenía en una “situación económica precaria”, como lo define. “A menudo solicitaban la ayuda de los parientes de mi abuelo, que habitaban una gran casa en la Calle Santa María La Ribera. Mi madre recordaba con nostalgia ir de visita, comer abundantemente y encontrarse con sus primos”, relata.
Hija mayor de la familia de la estación Colonia, Leonor Refugio Galván Aranda, a sus 7 años. En vista de su prematura muerte, Leonor habría pasado la mayor parte, sino es que toda su vida, en las habitaciones para trabajadores de la estación de ferrocarriles. Foto: Beatriz Noriega González.
Hace un paréntesis para recordar una de las anécdotas más curiosas que le compartió su madre “ella hablaba de que José Elías Moreno ( Santa Claus , 1959), -actor relevante del cine mexicano durante poco más de tres décadas-, era su primo consentido, el bromista, quien le hacía travesuras en cada oportunidad. Aún no encuentro la conexión de cómo es que eran primos”.
El ocaso de la estación Colonia
Noriega comenta que sus tíos, “como muchos niños, sin importar a veces el estrato social, estaban expuestos a enfermedades que hoy son curables, pero que en aquellos tiempos podían significar mucho sufrimiento y muerte”.
Así fue para Ana María y José, que perdieron a dos de sus hijos, lo que dejó una marca de dolor en su familia durante mucho tiempo. “Mi abuela, con la pena encima y la férrea creencia de que Dios guiaba todos sus pasos, tomó las riendas porque todo indica que el abuelo no superó el duelo y su situación económica se tornó aún más compleja”.
Ana María Galván fue quien sacó adelante a su familia en contra de adversidades como la pérdida de hijos y de la vivienda en la estación. Hoy su nieta Beatriz prepara una novela inspirada en su vida. Foto: Beatriz Noriega.
Después de eso los abuelos de Beatriz se mudaron entre 1939 y 1945, primero a la calle Lago Gascasónica, en Tacuba, y luego a Azcapotzalco. Fue así que su familia encontró una nueva forma de sustento en la Refinería 18 de marzo.
Es decir, en este punto de la historia, tenemos que considerar además que la famosa estación Colonia llegó a su ocaso, en vista del crecimiento de la ciudad de México y por su pequeño tamaño que contrastaba con la gran demanda del servicio.
De acuerdo con EL UNIVERSAL, el 10 de septiembre de 1937 se anunció la inauguración de la renovada estación Buenavista, que si bien llevaba años en servicio, aquel año Ferrocarriles Nacionales había decidido hacerle adecuaciones para satisfacer las nuevas necesidades de infraestructura.
De acuerdo con el anuncio publicado en las páginas de EL UNIVERSAL, no sólo el servicio regular de trenes se trasladó a Buenavista en 1937, sino también los servicios exprés y de paquetería. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
A pesar de que “estaba lloviendo en forma torrencial” el 16 de ese mes, una gran multitud se congregó en Buenavista para recibir al tren número cuatro, procedente de Nuevo Laredo, cuya llegada marcaría la inauguración de la estación que no sólo sustituiría a la estación Colonia, sino que además tendría la nueva tarea de servir como estación central.
Claro está que lo que implicaba progreso para el entonces Distrito Federal, cambiaría la realidad de la familia González Galván. Ahora sabemos que ante semejantes giros de la vida, fue la señora Ana María quien recurrió a su determinación para darle un buen futuro a la familia de don José, quien hasta sus últimos días trabajó como vigilante para Ferrocarriles Nacionales.
Producto de sus esfuerzos de investigación, Noriega puede asegurarnos que “en el acta de defunción de mi abuelo, que data de 1942, dice que su ocupación era ‘vigilante de ferrocarriles’, así que es posible que él cuidara del terreno o de infraestructura rezagada. El certificado da cuenta además de la muerte de José González en el Hospital Concentración Colonia, creado para dar servicio a los trabajadores ferrocarrileros”.
Don José González, el vigilante de Ferrocarriles Nacionales, luciría mayor a su edad real en sus últimos años, según nos cuenta su nieta, más por la tristeza de la muerte de sus hijos que por desgaste físico. Foto: Beatriz Noriega.
Beatriz resalta sobre su abuelo, que “tenía 65 años, pero su rostro y su alma habían envejecido prematuramente de tristeza, más allá de su edad”.
Una novela con muchos recuerdos
Beatriz no niega tener emociones encontradas cuando pasa por la calles de Sullivan y Villalongín que delimitan lo que hasta hace ochenta años fue la estación Colonia: “siento tristeza por los sinsabores que pasaron mis abuelos, mis tíos y mi madre, pero al mismo tiempo siento alegría al saber que vivieron un tiempo interesante y en una ciudad compleja y hermosa, naciente en muchos sentidos, pero añeja en otros”.
A pesar de aquellos momentos difíciles que menciona, resalta más las memorias gratas, tanto propias como de sus familiares. “Me conmueve recordar cómo se expresaban mis tíos y mi madre de su infancia y de mi abuelo, hablaban de un hombre bueno y cariñoso”.
Graciela, José Luis y la madre de Beatriz con el primo de nuestra entrevistada, Toñito, en la época en que la familia vivió en Azcapozalco. Foto: Beatriz Noriega.
Lo cierto es que pocos podrían verse en el lugar de Beatriz, quien en la explanada del Monumento a la Madre, donde vivió su familia, bien puede decir que siente orgullo por el carácter “fuerte e incansable” de su abuela y por “el optimismo y la ternura” con los que su madre abrazó la vida.
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La forma en que Noriega se acerca al pasado de su familia –y de nuestra ciudad- no sólo consiste en voltear al pasado y conservar fotografías antiguas, sino que más allá de eso, se concentra en escribir su segunda novela, inspirada en la vida de su abuela Ana María, “en su voz y su mirada sobre los sucesos que marcaron su historia”, nos cuenta.
El Monumento a la Madre y su plaza a finales de los años setenta. Este espacio se ubica en los límites de la colonia Cuauhtémoc, entre las avenidas Sullivan y Villalongín; fue diseñado por José Villagrán y Luis Ortiz Monasterio en 1949, y restaurado tras el sismo del 2017. Colección Carlos Villasana.
Si alguno de los lectores de Mochilazo en el Tiempo se pregunta qué clase de novela sería, basta con un vistazo al “material” del que parte Beatriz: “desarrollaré anécdotas que me relataba mi madre. Y hay una que me inquieta en particular: al parecer, cuando ella tenía 4 años, al jugar a la comidita, le prendió fuego a su casa accidentalmente, es decir, a uno de los vagones del Segundo Patio de la Estación Colonia. Eso es todo lo que sé”.
La novela de Beatriz podría ambientarse por medio de escenas como esta, de la multitud que asistió a la inauguración de la estación Buenavista, en uso hasta la fecha. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Explica que para ella investigar el tema de la vida de su familia en la estación Colonia es como dialogar con ellos, como si le susurraran “respuestas vagas” a las preguntas que se hace sin cesar.
“La escritura me permite resignificar todo esto y compartirlo porque, seguramente, hay alguien a quien ese diálogo le resuena. Y esa resonancia nos conecta”, concluye.
Fuente:
- Beatriz Noriega González tiene dos inclinaciones en la vida: la primera es trabajar en proyectos que beneficien a población vulnerable; la segunda es la literatura. En 2020 concluyó De mi cuerpo y otras cosas, autobiografía novelada con la que obtuvo una mención honorífica del Premio Dolores Castro 2021, del Instituto Municipal Aguascalentense para la Cultura.
- Hemeroteca EL UNIVERSAL.