Cuando viene a nuestra mente el nombre del personaje de Tarzán, es innegable recordar la participación del actor protagónico Johnny Weissmüller, el primero en interpretar al hombre de la selva en 1932, en cintas hoy de todos conocidas que incluyeron las aventuras, peripecias y hasta penurias del hijo del aristócrata británico Lord Greystoke.
Según la novela del británico Edgar Rice Burroughs, aquel niño fue criado por los monos en África y cuyos lances de liana en liana, así como su característico alarido, harían las delicias de las audiencias internacionales a lo largo de quince años.
En la historia, Lord Greystoke es un noble inglés a quien la Corona ha encomendado visitar las colonias africanas en misión secreta. Hace la travesía en una embarcación de la metrópoli junto con su esposa embarazada. Cuando la tripulación local del barco en que viajan se amotina, Lord y Lady Greystoke son abandonados a su suerte en tierras desconocidas, donde sobreviven con trabajo. Ella da a luz un niño que queda huérfano tras la muerte inesperada de ambos padres.
Mochilazo en el Tiempo entrevistó a Daniela Muñoz, licenciada en Historia por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y promotora de la cultura mexicana en el exterior. Ella nos cuenta que en el mito de Tarzán (nombre que significa mono blanco) se cuenta que fue adoptado por la chimpancé llamada Kala, luego de que perdiera a su cría.
Así, entre simios, Tarzán solo entró en conflicto consigo mismo una vez que fue alejado de la jungla y ‘devuelto’ a la civilización (la sociedad británica de principios del siglo XX), espacio que desconoce por completo.
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El accidentado desarrollo de Tarzán en ese nuevo mundo provocó en el público variados debates antropológicos nacidos de la propia impericia del protagonista para subsistir en la sociedad urbana, así como su denuncia de los males que la aquejan.
De esta manera, Tarzán comprenderá que, en ambos terrenos, jungla y ciudad, la competencia y la violencia son los medios para sobrevivir; pero la hipocresía y la crueldad de la sociedad citadina harán que el protagonista resuelva finalmente retornar al medio que lo vio nacer.
En 1914, tras la publicación de esta la primera novela, Tarzán, el hombre mono, nació una impresionante saga en la que el protagonista sería una singular encarnación del ‘buen salvaje’.
La también colaboradora en proyectos de gestión, promoción y difusión del cine mexicano en sus diversas épocas y géneros, narra que Tarzán pasó de ser un exitoso relato de aventuras a convertirse en un héroe del celuloide. La primera cinta, filmada por Scott Sydney en 1918 -aún en la era silente-, fue protagonizada por un poco atractivo Elmo Lincoln, la cual recaudó el equivalente a cerca de un millón de dólares en taquilla, una abultada cifra para la época.
A partir de entonces, múltiples actores representaron al héroe en el cine mudo, pero sería la MGM el estudio que llevaría a la sociedad norteamericana a escuchar, por primera vez, los horrísonos alaridos tarzanescos.
Junto con el cine sonoro llegaría quien, sin duda, ha sido el mejor intérprete de Tarzán de todos los tiempos: El también campeón de nado libre, Johnny Weissmüller quien, pese a su efímera carrera cinematográfica, grabó Tarzán y las sirenas (1948) en nuestro país y quedaría prendado del puerto de Acapulco, en Guerrero, donde pasaría sus últimos años.
De niño raquítico a hombre musculoso
Peter Jonas Weissmüller nació el 2 de junio de 1904 en Freidorf, una aldea en la población de Timişoara (actual Rumania). Hijo de padres austro-húngaros de origen alemán, que decidieron establecerse en la Costa Este norteamericana en 1908, Weissmüller desarrolló sus primeros años en Pennsylvania, sitio en donde creció con dificultades por su precaria condición física, producto de las secuelas de la poliomielitis.
Al mudarse a Chicago un médico recomendó al joven la natación para mejorar su condición física, disciplina que transformó el cuerpo del joven de raquitismo a músculos.
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Daniela Muñoz dice que hay algunas versiones que afirman comenzó nadando en aguas abiertas en el lago Michigan y llegó a ser campeón en Illinois, bajo la tutela de Big Bill -como se conocía al férreo entrenador-. A los 16 años Weissmüller ya había ganado los Campeonatos Nacionales, venciendo la barrera del minuto y derrotando a los hermanos Kahanamoku, entonces los máximos exponentes de la natación norteamericana.
También se dice que hubo un concurso de 150 aspirantes para el papel, entre ellos el famoso actor Clark Gable, y todos fueron superados por el campeón olímpico, cuyas dotes histriónicas eran limitadas pero ajustaban perfectamente, tanto a los elementos de acción, como a la economía de diálogos.
Nuestra entrevistada cita que incluso el actor mencionó en varias ocasiones que “el público perdona mi actuación porque sabe que fui estrella deportiva”. En efecto, Johnny Weissmüller no sabía actuar, pero las exigencias del personaje eran claramente más físicas que histriónicas, hecho con el que se identificó. Además, el público coincidía en que tenía gran carisma y candidez ante la cámara, además de su potente físico, producto del ejercicio progresivo.
Como haya sido, dice Alejandra, la única verdad es que Johnny Weissmuller comenzó a interpretar al héroe de la jungla en la exitosa cinta Tarzán de los monos, (W.S. Van Dyke, 1932), que inauguró la saga de los filmes de Tarzán.
De este modo fue incluido en el equipo olímpico (a pesar de no haber nacido en el país), para París 1924, justa en la que conquistó tres medallas de oro en nado estilo libre, y una más de bronce en waterpolo. Cuatro años después, en Ámsterdam 1928, se haría de otro par de preseas áureas también en estilo libre. En total impuso 67 récords, de los cuales 5 fueron olímpicos.
Todo esto le trajo una gran fama deportiva, por lo cual, con miras a las Olimpiadas de Los Ángeles 1932, entró en el mundo de la publicidad por cuenta de la BVD Underwear Company, modelando trajes de baño para hombre y ganando 500 dólares por semana.
Su físico ayudó para el papel de Tarzán
Existen varias versiones de cómo Weissmüller entró en la industria cinematográfica. Una es que el éxito de la campaña publicitaria fue tal que, al ver estas fotografías, Louis B. Mayer, productor de la MGM, le propuso a Johnny un contrato para actuar en el proyecto de Tarzán.
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Otras versiones señalan que fue el guionista Cyril Hume quien en 1931 lo encontró nadando en el Hollywood Athletic Club y rápido se convenció del éxito que podría reportarle a los Estudios MGM.
A partir de la segunda entrega, Tarzán y su compañera (Cedric Gibbons,1934) -considerada la mejor de las 12 películas-, compartiría créditos con Maureen O’Sullivan (la madre de la actriz Mia Farrow), quien interpretaría a Jane en los 6 filmes producidos por la MGM.
Sin embargo, la séptima película, El triunfo de Tarzán (Wilhelm Thiele, 1943), correría a cargo del estudio RKO. Fue en esta etapa en que Weissmüller cerró su ciclo cinematográfico de importancia viniendo a rodar a Acapulco, México, su doceava y última película, Tarzán y las sirenas (Robert Florey, 1948) de la que hablaremos más adelante.
A lo largo de 15 años y 12 películas sobre el hombre mono, Weissmüller se convertiría en una estrella querida por el público, quizá más por su candidez y naturalidad en pantalla, que por sus dotes histriónicas.
En el siguiente video puedes conocer los inicios de la Casa Tarzán y el Hotel Flamingos, que ya suma noventa años de historia. Tomado de YouTube.
En la película que grabó en México participó Gabriel Figueroa
La última película sobre el hombre mono que filmó el campeón olímpico fue Tarzán y las sirenas en 1948. Bajo la dirección del francés Robert Florey, la RKO buscó otros entornos y locaciones para desarrollar las tramas del héroe de la liana para lograr más realismo, además de buscar ahorrarse millones en diseño de escenografía en sets.
Buscando otorgar a la historia un curioso velo de exotismo, cast y crew llegaron a México ese mismo año para comenzar la filmación, tanto en el puerto de Acapulco, como en el sitio arqueológico de Teotihuacán.
A decir de nuestra entrevistada, aunque la trama cuenta las aventuras de Tarzán en escenarios africanos, la producción no tuvo empacho alguno en rodar en nuestro país, aunque el tipo físico de los nativos no correspondiera en absoluto con el relatado en el guion, lo que dota a la cinta de cierto humor involuntario, así como de inverosimilitud.
Además de Johnny Weissmüller, Brenda Joyce y Linda Christian en los papeles principales, al elenco se unió un nutrido equipo mexicano: Andrea Palma, Gustavo Rojo y Fernando Wagner, así como unas muy jóvenes Ana Luisa Peluffo y Silvia Derbez como extras.
La fotografía corrió a cargo del equipo de Jack Draper, quien tuvo como ayudantes nada menos que a Gabriel Figueroa y a Raúl Martínez Solares. Incluso, se menciona que durante el rodaje de la cinta el director Florey, en más de una ocasión, se vio retrasado por la técnica fotográfica de Figueroa, quien, fiel a su estilo, se tomaba demasiado tiempo buscando la mejor luz y el encuadre correcto para de ahí partir en el emplazamiento de la cámara, hecho que provocó enfrentamientos entre el director y el equipo de fotografía.
Por su parte, el diseño de vestuario se le encomendó a Gunther Gerszo, famoso escenógrafo del cine nacional y, como productor asociado figuró también Miguel M. Delgado, el director de cabecera de Mario Moreno Cantinflas.
Daniela agrega que, es del dominio público que el rodaje de la cinta no estuvo exento de otros desafortunados sucesos, como el infarto al miocardio del productor Sol Lesser, así como otro aún más trágico: la muerte del clavadista y doble de Weissmüller, Ángel García, quien falleció saltando desde La Quebrada.
Asimismo, hay que mencionar que el propio protagonista encontraba en esta cinta el ocaso de su carrera fílmica; no en vano sería la última que realizaría.
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Weissmüller se presentaba ya como un Tarzán fuera de forma; había subido de peso, contaba ya con 44 años de edad y sus problemas de alcoholismo, así como la mala administración de su dinero, producto de su impericia en los negocios y de sus tres divorcios hasta ese momento, recordemos que ya había estado casado con la mexicana Lupe Vélez. Fueron factores de su decadencia; además de que las tramas de las cintas se hacían más repetitivas.
Con la cinta y la inauguración de la avenida Costera, Acapulco ganó fama mundial
El filme cuenta la historia de Mara (Linda Christie), una joven de la tribu de los aquátidas, que es obligada a casarse con el dios Balú (Fernando Wagner), por lo que escapa de su aldea, tratando de evitar la unión. En su huida recibe ayuda de Tarzán (Weissmüller) y Jane (Brenda Joyce).
Por su parte, Balú exige perlas como tributo y a ella como esposa. La deidad cobra vida a través de los rituales de un sumo sacerdote y hechicero, Palanth (George Zucco), quien comunica los supuestos deseos del dios a la tribu. Sin embargo, al avanzar la cinta veremos que en realidad Balú es un traficante de perlas que se aprovecha de la ingenuidad de los nativos, haciéndose pasar por aquel dios.
La elección de locaciones, particularmente en Acapulco, respondió al impulso que se dio al puerto con la toma de posesión de Miguel Alemán como presidente de México (enero de 1946) se le consideró importante destino turístico, a partir de una serie de mejoras y obras públicas que comenzaron a ‘vender’ el lugar como un paraíso terrenal.
La promesa de una interesante vida nocturna, una apacible estadía en sus playas vírgenes y la calidez de sus habitantes, fueron factores que detonaron a Acapulco como uno de los destinos predilectos del jet set norteamericano y mexicano hacia los años 50.
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Además, no hay que olvidar que dos años antes, Orson Welles había llegado al puerto justamente para filmar su cinta La dama de Shanghai (1946), lo que dio un impulso extra a la fama del bello puerto, cuyos hoteles y playas se engalanaron en esa ocasión con la presencia no solo del gran director, sino de su entonces esposa Rita Hayworth, así como de estrellas de la talla de Errol Flynn, Hedy Lamarr y el suizo Teddy Stauffer, afamado músico y empresario, fundador también de la emblemática discoteca Tequila a-go-go e impulsor del famoso bar Ciro’s.
Con la producción de Tarzán y las sirenas en 1948, la fama de Acapulco se volvió internacional; un año después se inauguró la avenida costera Miguel Alemán, lo que terminaría por consolidar al sitio como ‘La perla del Pacífico’. Entre los sitios que pueden apreciarse en la cinta de Florey está la famosa Quebrada, en Pie de la Cuesta, así como las playas Caleta y Caletilla.
Desde su muerte hace casi cuarenta años, la Casa Tarzán ha sido un histórico atractivo turístico, por ser la vivienda de esta celebridad hasta su muerte. El inesperado azote del huracán Otis el primero de noviembre de 2023 afectó también este edificio, como se aprecia en el video. Tomado de YouTube.
Tarzán se enamoró del puerto y se quedó a vivir ahí
Entre otros datos curiosos sobre los elementos que caracterizaron al personaje cinematográfico de Tarzán, tenemos la frase ‘Yo Tarzán, tú Jane’; los ágiles saltos de liana en liana; la compañía de su fiel chimpancé Cheta (o Chita, en español), y por supuesto, el inolvidable grito con el cual llamaba a su manada y a sus compañeros animales.
Sin embargo, ninguno de estos cuatro elementos estuvo presente en los relatos originales de Rice Burroughs, sino que fueron creados específicamente para dar impulso al mito de Tarzán en la pantalla grande.
La historiadora afirma que algo de llamar la atención es que el alarido fue una creación personal de Weissmüller quien, dada su herencia alemana, trató de dotarlo de originalidad imitando el yodel, típico cántico tirolés o alpino con dramáticas notas altas y bajas que, personalizado por el actor, se convirtió en elemento característico en los filmes.
Si crees que no conoces el distintivo grito del "verdadero Tarzán", en este breve video puedes refrescar tu memoria. Eso sí: cuidado con el volumen de tus audífonos, porque Johnny tenía una voz tan fuerte como su físico. Tomado de YouTube.
Nuestra entrevistada considera que, aunque la producción de esta película quizá no fue de las mejores, el tratamiento de la imagen por parte de los fotógrafos mexicanos como Gabriel Figueroa fue sumamente interesante y valioso.
Dado que la cinta está filmada aún en blanco y negro, era importante tomar buenas decisiones con respecto a la luz y los filtros para brindar dramatismo a locaciones de por sí atractivas como la bahía acapulqueña, los peñascos y el acantilado de La Quebrada, así como las pirámides en Teotihuacan que, a través de la lente de Figueroa, se apreciaron (incluso en stills o foto-fijas) en su máximo esplendor.
Tras el rodaje de Tarzán y las sirenas, el actor Johnny Weissmüller se enamoró del puerto y tras hospedarse varias veces en el hotel Los Flamingos, junto con otras luminarias estadounidenses conocidas como ‘La pandilla de Hollywood’, compró el establecimiento. Hoy esta construcción tiene una placa que dice Casa Tarzán y lamentablemente este año tampoco escapó a los embates del huracán Otis.
Ahí se dieron cita más de una vez personalidades de Hollywood como John Wayne, Errol Flynn, Esther Williams, Tyrone Power, Úrsula Andrews, Frank Sinatra y Clark Gable. Incluso, en Acapulco contrajeron matrimonio Elizabeth Taylor y Michael Todd en 1957.
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La diseñó como un bungalow, en forma circular y con techo de paja, como aquellos que eran parte de las escenografías de las cintas de Tarzán que él protagonizó. Se le conoció después como ‘la casa redonda’ y se sabía que era el lugar predilecto del actor en Acapulco, recuerda la entrevistada.
Como varios actores de cine, Johnny Weissmüller fue encasillado en el mismo papel durante toda su vida. Aunque desde 1949 hasta 1955 se dedicó a la grabación de episodios para televisión de Jungle Jim, el cazador de la historieta de Don Moore, no se alejó mucho de la temática selvática que tanto éxito le había traído con Tarzán, además de que Jungle Jim, un cazador de Asia, tampoco fue un personaje que le exigiera demasiadas dotes actorales.
Sin embargo, al campeón olímpico se le seguiría relacionando directamente con el hombre mono, aún fuera de las pantallas, a tal grado que él mismo, ya hacia el ocaso de su vida y habiendo regresado a residir en Acapulco, llegaría a asumirse como el verdadero Tarzán.
Lanzaba alaridos desde la casa redonda mientras vivió ahí, e incluso, cuando ya con más edad, habiendo sido varias veces internado en hospitales por complicaciones de salud, los demás pacientes llegaron a referir que el actor hacía el clásico alarido tarzanesco cuando alguien se lo pedía o cuando le pagaban un dólar por hacerlo.
La también crítica y analista de cine, narra que aunque no enloqueció como muchos afirman, Johnny Weissmüller sí sufrió problemas de salud que lo llevaron a morir de un edema pulmonar el 20 de enero de 1984. Su última voluntad la dejó a su quinta esposa, María Baumann: ser enterrado en Acapulco, sitio en el que hasta hoy descansan sus restos, en el Panteón de la Luz.
- Fuentes:
- Entrevista a Daniela Muñoz. Graduada de la Licenciatura en Historia por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y doctorante en Ciencias Antropológicas. Sus líneas de investigación son teoría, critica y análisis cinematográfico del cine mexicano, así como contenidos digitales y medios audiovisuales.
- Colabora en diversos proyectos de gestión, promoción y difusión del cine mexicano, impulsados por el STPC y Estudios Churubusco.
- Hemeroteca EL UNIVERSAL.
- Revista Luna Córnea, Colección Villasana.