Durante sus casi ocho décadas de historia, los voluntarios de la Brigada de Rescate del Socorro Alpino de México se enfrentan a desafiantes alturas, terrenos traicioneros y gélidas temperaturas para rescatar a personas accidentadas en los altos picos o ríos subterráneos de nuestro país, sin recibir un solo centavo por ello.
Su principal misión es prevenir, pues siempre es mejor evitar el incidente que ejecutar una arriesgada maniobra para bajar un cuerpo de la montaña; pero si la emergencia ya está en sus manos, actúan de forma inmediata para mantener con vida al accidentado o recuperar sus restos para entregarlos a las familias.
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Para la primera de dos entregas sobre el Socorro Alpino, Mochilazo en el Tiempo platicó con Enrique Chávez Poupard, dos veces presidente de esta institución de rescate e investigador de la historia del montañismo nacional. Gracias a su acervo recorrimos aspectos recónditos de la fundación y desarrollo de esta noble asociación civil.
![Elementos del Socorro Alpino y uno de sus vehículos. EL UNIVERSAL indicó que su creación se debió a la “necesidad urgente de […] dar orientación, protección y ayuda a miles de excursionistas que semana a semana se aventuran por las montañas, grutas o ríos subterráneos”. Foto: Página web Brigada de Rescate del Socorro Alpino/ESPECIAL/Tomada de Internet.](https://www.eluniversal.com.mx/resizer/v2/V7CXD6LPHZDAXE447MIUA7AAFU.jpg?auth=a4a7afa79248765886ad0352f5fb09fda4fe0bb27deb5c7944929326391ceab1&smart=true&height=620)
Tres intentos para formalizar el Socorro Alpino de México
Conforme se popularizó la práctica del montañismo en México en las primeras décadas del siglo XX, se presentaron los accidentes y muertes en los altos picos.
Las planas de EL UNIVERSAL reportaron numerosas tragedias alpinas, como la muerte de cuatro estudiantes universitarios en 1936, tras caer más de 300 metros en el Iztaccíhuatl y cuya recuperación se hizo “cargados por guías, luego a lomo de mula”; o el fallecimiento de un alpinista en el Popocatépetl en 1943, a causa de una avalancha que lo arrastró varios metros y lo mantuvo sepultado en la nieve durante varios días.
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El incremento en muertes o lesiones de alpinistas alertó a los entonces clubes de excursionismo mexicanos, siendo inapelable la implementación de medidas para disminuir tales desgracias o al menos hacer más llevadera la tragedia.
![Ascenso de excursionistas al Popocatépetl. En 1947, EL UNIVERSAL afirmó que, “de no existir [el Socorro Alpino], cada vez que hay un sensible accidente, se tiene que recurrir a que el compañerismo ayude a los damnificados”. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.](https://www.eluniversal.com.mx/resizer/v2/TYF3ADAVSJDJ5DILCLQV4B6WRQ.jpg?auth=cc6ac372e28903c6f4d50e61f0734e761344bdf86f277847f33f55ab240079b6&smart=true&height=620)
Según nos indicó Enrique Chávez Poupard, rescatista con 51 años de experiencia, antes de que cualquier institución realizara rescates en montaña, eran los mismos clubes quienes auxiliaron a sus miembros, corriendo los riesgos que eso implicaba.
De acuerdo con sus datos, fue hasta 1945 que se contó con ayuda profesional para accidentes de montaña, con la Cruz Blanca Mexicana y su sección alpina.
Sin querer quedarse atrás, para el 20 de junio de ese año se anunció el anteproyecto de Socorro Alpino, iniciativa de Mariano del Valle y Luis Castro de la Asociación de Excursionismo del Distrito Federal, con el fin de auxiliar a alpinistas accidentados.
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EL UNIVERSAL informó que todos los montañistas podrían integrarse al Socorro Alpino planteado por Mariano del Valle, ya sea que pertenecieran a clubes afiliados a la Federación Mexicana de Excursionismo (FME), estuvieran en clubes independientes o fueran excursionistas individuales. El único requisito era su “expresión de voluntad”.

Por desgracia, el proyecto de Del Valle no prosperó. En 1956, el fundador del Socorro Alpino, Alfredo Isunza Ortiz, afirmó que ese primer planteamiento de una institución para alpinistas accidentados adolecía de parámetros irreales y era “tan extenso” que generó álgidos debates entre los clubes excursionistas y por eso terminó rechazado.
El siguiente en intentarlo fue Alejandro Gutiérrez, también en 1945, con un proyecto “más realista” para socorrer a alpinistas mexicanos, aunque la suerte tampoco le sonrió y, según acusó Isunza Ortiz, algunos “criticones pesimistas” prefirieron echar por tierra esa iniciativa y dejar a la comunidad montañista sin protección.
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Gracias a su investigación, Enrique Chávez logró identificar al menos 400 clubes de montaña activos en la Ciudad de México durante los años 40. Era un mar de opiniones y “había quienes estaban a favor y otros en contra” de formar un Socorro Alpino.

Para 1946, los accidentes en altos picos mexicanos seguían siendo noticia y Alfredo Isunza Ortiz, recién electo presidente de la Asociación de Excursionismo del D.F. y miembro del club Tequitepetl, impulsó su propia propuesta de Socorro Alpino.
Su proyecto ofreció ayuda moral, física y económica a los afiliados, igual que sus dos antecesores. En caso de accidente no mortal, una patrulla capacitada trasladaría al herido desde la montaña hasta el hospital, se pagaría por su curación y se le daría un apoyo económico durante 10 días para aminorar la pérdida de salario por incapacidad.
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Si el compañero fallecía, la institución recuperaría el cuerpo, cubriría gastos funerarios y daría un apoyo monetario a los deudos.

De acuerdo con sus propias memorias sobre la fundación del Socorro Alpino, Isunza Ortiz encabezó una extensa campaña de difusión y diálogo con los clubes de excursionismo para convencerlos de apoyar la seguridad montañista. Y como si la tercera fuera la vencida, por fin se logró el respaldo necesario para su aprobación.
Fue a las 10 de la noche del 10 de diciembre de 1946 que se estableció el Socorro Alpino de México, bajo el cobijo de la Federación Mexicana de Excursionismo, la Asociación de Excursionismo del DF y al menos una veintena de clubes.
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Su primera mesa directiva tuvo a Ignacio Farias Jr. del Club Excursionista Cachorros como secretario general; Esteban Ramírez Rodríguez del Club Gavilla fue Tesorero; Manuel González de la Vega del Club Cardenales como secretario del interior; y de vocales estuvieron Juan Antonio López del Club Tlacopan y Santiago Ramírez Galicia.

Su primera sede estuvo en la calle de República de Uruguay 37, para después trasladarse a San Juan de Letrán 80, donde también se asentaron otras organizaciones alpinistas, incluida la Federación Mexicana de Excursionismo. Ahí mantuvo su domicilio hasta el terremoto de 1985, cuando el edificio sufrió graves daños.
De acuerdo con nuestro entrevistado, para 1955 y como una forma de prevenir más accidentes alpinos, se estableció la Comisión Nacional de Seguridad Montañista, una unión entre instituciones de ayuda y salvaguarda para fortalecer la protección y vigilancia en actividades de altos picos.
El Socorro Alpino quedó como institución líder de la Comisión, acompañados por la Cruz Blanca, Cruz Roja, Cruz Verde y clubes excursionistas.
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En palabras de Chávez Poupard, el Socorro Alpino “fue una mutualidad, un servicio de ayuda social para el montañismo”, profesado por los mismos montañistas.

Su financiamiento solía ser con cuotas por accidente
Según nos aclaró nuestro entrevistado, el Socorro Alpino de México no comenzó como un organismo de rescate, sino como un fondo de apoyo económico para montañistas accidentados. Veámoslo como si se tratara de un seguro de vida o de gastos médicos, pagado por los propios compañeros de alpinismo.
Al momento de su aprobación, el Socorro Alpino estableció una cuota anual fija de 1 peso para todos sus miembros, además de solicitar contribuciones extraordinarias cuando ocurrían accidentes. Si se afiliaban, tendrían acceso a todos sus beneficios.
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Cuando un compañero resultaba herido, los miembros daban 50 centavos para saldar las cuentas médicas y darle un apoyo económico para su recuperación. Si fallecía, el pago aumentaba a 1 peso para el funeral y dar un soporte temporal a la familia en luto.

Además de sus cuotas en caso de incidentes, el Socorro Alpino encabezó alegres eventos como kermeses o convivencias para recaudar fondos. El más famoso fue el certamen para Reina del Excursionismo Nacional, organizado en alianza con la FME.
El objetivo era proponer a bellas jóvenes alpinistas, pertenecientes a los clubes de excursión, para que sus seguidores compraran votos y coronaran a la más votada. En sus mejores tiempos, se juntaron hasta 6 mil pesos que iban directo al Socorro Alpino.
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Los métodos de financiamiento cambiaron para 1949, cuando nuestras páginas informaron sobre la eliminación de las “contribuciones por incidente”, dejando atrás los pagos de 1 peso o 50 centavos cuando alguien se accidentaba. En su lugar se reforzaron las cuotas anuales, en ese entonces de 5 pesos, o semestrales de 3 pesos.

Además de las contribuciones de sus miembros, el Socorro Alpino recibió apoyo en forma de refugios y vehículos. En 1956, la administración del entonces presidente Adolfo Ruíz Cortines donó una ambulancia, mientras que otros donantes dieron equipos de seguridad o radiotransmisión luego de ser rescatados por los socorristas.
De acuerdo con Enrique Chávez, Luis Echeverría fue el mandatario que más se comprometió con la institución de rescate al otorgar dos vehículos jeep para traslado de socorristas, dos ambulancias, equipo de montaña y la construcción de la caseta Vicente Guerrero en el Popocatépetl, para uso exclusivo del Socorro Alpino.
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Para el sexenio de Miguel de la Madrid, la institución de voluntariado recibió otra ambulancia, la cual tuvo que ocuparse durante 30 años por la falta de vehículos adecuados. “Eso no es justo, [Socorro Alpino requería más apoyo] porque se trabaja con vidas, los traslados tienen que ser seguros, tanto para el lesionado como para el rescatista”, afirmó nuestro entrevistado.

Capacitación de adolescentes y adultos para ser socorristas
Para los años 50, el Socorro Alpino de México centró su atención en labores de rescate y formación de patrullas para vigilar los alrededores del Popocatépetl e Iztaccíhuatl, sitios que monitorean de forma permanente desde su fundación en 1946.
Según nos indicó Enrique Chávez, también había guardias cerca en el Pico de Orizaba y se formó una patrulla especial para el Nevado de Toluca, pero la prioridad siempre estuvo en los dos volcanes al oriente de la capital, por ser los de más fácil acceso.
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Durante un tiempo se formaron delegaciones del Socorro Alpino en Nuevo León, Guanajuato, Puebla, Guerrero, Zacatecas, Veracruz e Hidalgo, por mencionar algunas, aunque la mayoría ya desintegró.

De acuerdo con EL UNIVERSAL, en 1951 comenzaron las capacitaciones para voluntarios e interesados, con primeros auxilios para terreno agreste, traslado de lesionados, manejo de camilla, vendaje, inyecciones y topografía. Conforme ocurren desastres o eventos de importancia, se agregan y actualizan materias.
En ese entonces, los requisitos para inscribirse como voluntario socorrista incluían ser mayor de 18 años, aprobar un minucioso examen médico y tener experiencia mínima en ascensos de 5 mil metros.
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Para 1956 y de acuerdo con nuestro entrevistado, se crean las brigadas juveniles, con adolescentes “que se preparaban para ser futuros patrulleros del Socorro Alpino”. Los adolescentes podían ingresar desde los 12 o 13 años y recibían capacitación de acuerdo a su edad, con ejercicios parecidos a los boy scout.

Entre las particularidades de la brigada juvenil, Chávez Poupard afirmó que sus ascensos no rebasaron los 4 mil metros de altura ni pasaron de media montaña, para no extralimitar a los aspirantes. “Para que no se sufra mal de montaña, se debe subir apenas 700 metros por día; los rescatistas subíamos hasta 5 mil metros”, compartió.
Enrique Chávez comenzó su carrera como rescatista en 1974, a sus 17 años. Ya tenía preparación como boy scout e interés por el montañismo cuando su amigo y peluquero, Federico Vizuet, lo invitó a integrarse al Socorro Alpino.
Su capacitación como socorrista duró dos años, con cursos en el entonces centro de preparación para aspirantes. Entre sus disciplinas y aprendizajes estaban “[ascensos de] montaña, en roca o hielo, ríos subterráneos, además de primeros auxilios y traslado de heridos desde zonas elevadas”, afirmó.
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“Para nuestras prácticas nos llevaban al Ajusco. Hacíamos rapel y un simulacro de lesionados, donde rescatábamos un costal de tierra de 50 o 60 kilogramos de peso”, recordó Chávez Poupard. “Todas esas actividades [de capacitación] tienen un riesgo, porque estás montado en cuerdas a altas alturas; el mínimo error y te vas para abajo”.

Cuando les tocaba hacer guardia en alguno de los volcanes, sus instructores los hacían dormir a la intemperie y sobre roca, para aprender cómo se sentía el frío a esa altura o permanecían sin probar alimento, como una forma de capacitación.
Pero como no todo eran emergencias y rescate, el Socorro Alpino del siglo XX disfrutó de alguna que otra hazaña. El 17 de enero de 1987, EL UNIVERSAL informó de la experiencia que tuvo la patrulla 15 de rescate al trepar hasta el cráter del Popocatépetl, descender en él y monitorear que su compañero, Ernesto Elías Mendoza, se mantuviera con vida mientras buceaba en la laguna candente del volcán.
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El joven miembro del Socorro Alpino nadó durante 42 minutos en las densas aguas del Popocatépetl, que alcanzaron 35 grados de temperatura, rompiendo el récord anterior de 20 minutos. Pudo explorar hasta 12 metros de profundidad, pero resultó con ligeras quemaduras en la piel, mientras el resto de sus compañeros recolectaron muestras de azufre y roca volcánica del cráter.

Nuestro mismo entrevistado también participó en hazañas alpinas con el Socorro, formando parte de dos récords de alta montaña. El primero fue en 1985, cuando él y su equipo permanecieron 28 días enteros en la “panza” del Iztaccíhuatl, más uno de ascenso y otro de descenso.
Según nos compartió, su estadía sobre la “mujer dormida” llamó la atención de medios y público, pues al término de su travesía los recibieron como héroes con aplausos y fiesta en las faldas del volcán.
Su otro hazaña fue en 1991, en días cercanos al eclipse solar visto en la Ciudad de México. Chávez Poupard y sus compañeros del Socorro Alpino atendieron la solicitud de científicos japoneses para instalar un telescopio en el mero cráter del Popocatépetl, por lo que duraron 15 días en la cima colocando todo el equipo; “subimos dos toneladas de material”, aseguró nuestro entrevistado.
En nuestra segunda y última entrega sobre el honorable Socorro Alpino, escalaremos por algunos de sus rescates más recordados, conoceremos algunos de los sacrificios que enfrentan sus voluntarios y tendremos una charla con su actual presidenta para saber qué tanto cambió esta institución de rescate a casi 80 años de su fundación.

- Fuentes:
- Hemeroteca EL UNIVERSAL
- Entrevista con Enrique Chávez Poupard, miembro del Socorro Alpino desde 1974, donde fue Presidente en 1992 y 2017, Jefe de Brigada y Secretario. Egresado de Trabajo Social por la UNAM.


