A cien años de su nacimiento, el divulgador incansable de las maravillas submarinas, el coahuilense Ramón Bravo Prieto, fue un hombre hecho en el mar con muchos pasajes escondidos dignos de rescatarse. En esta primera de dos partes, descubriremos algunos de ellos.

En junio de 1968, esta casa editorial lo describió como “un, con espíritu inquieto y aventurero”. Experto en agua y tierra, autor de 18 libros y descubridor del fenómeno “tiburones dormidos”, Ramón Bravo también se desempeñó como redactor para durante dos décadas.

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Bravo Prieto dejó varias joyas en las páginas de este diario. Desde la cobertura diaria de la sección deportiva, entrevistas con atletas y entrenadores del momento, análisis exhaustivo de peleas de box o partidos de fútbol americano, hasta fotorreportajes sobre maravillas de los océanos o civilizaciones prehispánicas, retratos de las grandes ciudades europeas y crónicas sobre algunas de sus expediciones más emblemáticas.

Aunque su mayor legado viene de su trabajo como documentalista y fotógrafo marino, toca conocer sus primeros trabajos como periodista. entrevistó a su nieta, Lowry Bravo, quien nos compartió facetas y momentos desconocidos de la vida de su abuelo, a casi tres décadas de su muerte.

Bravo Prieto en el International Underwater Film Festival, 1963. De acuerdo con Lowry Bravo, durante la estancia de su abuelo en EL UNIVERSAL recibió “la llamada que lo catapultó como hombre de mar, de parte de Bruno Vailati para invitarlo a una expedición al Polo Norte”, que también reportó para este diario. Foto: ESPECIAL
Bravo Prieto en el International Underwater Film Festival, 1963. De acuerdo con Lowry Bravo, durante la estancia de su abuelo en EL UNIVERSAL recibió “la llamada que lo catapultó como hombre de mar, de parte de Bruno Vailati para invitarlo a una expedición al Polo Norte”, que también reportó para este diario. Foto: ESPECIAL

Nadando y escribiendo, los inicios periodísticos de Bravo Prieto

Desde muy joven, Ramón Bravo Prieto dejó en claro que su nombre resonaría por mucho tiempo. Su prominente carrera en el agua despegó en 1941, a sus 15 años, cuando EL UNIVERSAL informaba sobre sus impresionantes resultados en competencias donde ya destacaba como figura de la natación nacional.

A sus 20 años se convirtió en campeón de mil 500 metros en nado libre con un tiempo de 22 minutos con 50 segundos e integró la generación de oro junto a nadadores como Alberto Isaac y Apolonio Castillo; en ese entonces esta casa editorial lo apodo Ramón “El Rompe-Récords” Bravo.

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El impacto que el joven nadador tuvo en LOS UNIVERSALES fue contundente, siendo acreedor al Broche al Mérito Deportivo que otorgó EL UNIVERSAL GRÁFICO en 1944 y de nuevo en 1947. Ese reconocimiento se creó como un impulso a los deportes, sobre todo, para competidores aficionados como lo era entonces el coahuilense.

Lowry Bravo, su nieta, comentó en entrevista que su abuelo tenía gran interés por la natación durante su juventud, pero también desarrolló una vocación por el periodismo.

Competencia de Ramón Bravo en marzo de 1948. Hábil deportista, fue el único caso en la historia del fútbol americano en México que, sin haber jugado en fuerzas básicas, entró a un equipo de Ligas Mayores. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
Competencia de Ramón Bravo en marzo de 1948. Hábil deportista, fue el único caso en la historia del fútbol americano en México que, sin haber jugado en fuerzas básicas, entró a un equipo de Ligas Mayores. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

Según nos comentó, Bravo Prieto dejó trunca la carrera de Periodismo en la UNAM, pero eso no lo detuvo para integrarse en EL UNIVERSAL desde la década de 1940.

Comenzó desde abajo como mensajero, pasando por colaborador espontáneo y redactor de la sección deportiva, para terminar como uno de los fotorreporteros más reconocidos. Su carrera en esta casa editorial duró casi 25 años.

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Su primera colaboración apareció el 29 de agosto de 1945, cuando él y Alberto Isaac publicaron la columna 4 Mil Kilómetros en Pos de un Campeonato, informando a través de correspondencia sobre su participación en una contienda de nado; Bravo Prieto escribía e Isaac dibujaba.

Columna “4 mil kilómetros”, escrita en 1945 por Ramón Bravo e ilustrada por Alberto Isaac, con una caricatura de ambos junto al también nadador Diego Mariscal, y su hermano y entrenador, Antonio Mariscal. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Columna “4 mil kilómetros”, escrita en 1945 por Ramón Bravo e ilustrada por Alberto Isaac, con una caricatura de ambos junto al también nadador Diego Mariscal, y su hermano y entrenador, Antonio Mariscal. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Para julio de 1946 se repitió la colaboración de ambos atletas con 7 Nadadores y una Camioneta, con reportes sobre sus competencias y algunas animadas peripecias que vivía el equipo mexicano. Para 1947, Bravo Prieto escribió Nos Fuimos a Texas, otra serie de crónicas sobre contiendas acuáticas para EL UNIVERSAL.

Lowry Bravo recuerda las anécdotas que su abuelo le compartió sobre su etapa como nadador y corresponsal de este diario, “cuando le tocaba hacer de reportero en sus competencias, nadaba y de inmediato regresaba a cubrir”.

Al paso de los años, Bravo Prieto se consolidó como redactor de deportes para este diario, abarcando ciclismo, luchas, box y fútbol americano.

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“Observador agudo, sus notas tienen un dejo burlón, aunque cuando se emociona, su temperamento vibra y escribe cosas que llegan. Es uno de los nuevos valores hechos en EL UNIVERSAL”, así lo describió este diario a inicios de los 50.

El joven Ramón Bravo victorioso en una competencia de natación, en 1945. Según nos indicó su nieta, su abuelo solía competir en diversos encuentros deportivos y al terminar su ronda, de inmediato cubría el resto de los resultados para EL UNIVERSAL; “su profesión fuerte fue el periodismo”, sostuvo. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.
El joven Ramón Bravo victorioso en una competencia de natación, en 1945. Según nos indicó su nieta, su abuelo solía competir en diversos encuentros deportivos y al terminar su ronda, de inmediato cubría el resto de los resultados para EL UNIVERSAL; “su profesión fuerte fue el periodismo”, sostuvo. Foto: Archivo EL UNIVERSAL.

Reportó desde Londres sus travesías olímpicas

Como si no hubiera cosa en la que no fuera bueno, Bravo Prieto llegó a los XIV Juegos Olímpicos en Londres 1948. Representó a México de forma individual en los mil 500 metros libres y también formó parte del equipo de 4x200 en nado libre, acompañado por Ángel “Pato” Maldonado, Apolonio Castillo y Alberto Isaac.

Según compartió Lowry Bravo, para su abuelo fue muy importante representar a México en las olimpiadas, aunque también fue muy duro. “Me contó cómo se partía en varios pedazos para entrenar, nadar y, a la vez, cubrir todas las notas en su labor como corresponsal. No se daba abasto y no podía descansar”, afirmó.

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Bravo Prieto fue autor de la columna especial Cartas Desde Londres para EL UNIVERSAL, del 13 de julio al 19 de agosto de 1948. Mientras cumplía su tarea como nadador olímpico, se dedicó a informar sobre eventos deportivos, contó experiencias de delegados mexicanos y, sobre todo, hizo pública su aberración a la comida con papa.

“P.D.- A mi mamá, por favor, no vuelvas a hacer papas en la casa. Gracias, tu hijo Ramón”, mencionó en una de sus entregas, pues el menú olímpico siempre incluía alguna variación con papa que saturó a los atletas mexicanos y se convirtió en el sello característico de Cartas Desde Londres.

Columna “Cartas desde Londres”. Su nieta aseguró que “mi abuelo era de los hombres que sacaba lo que sentía por medio de la escritura, lo que pensaba”; fue tras experiencias como su viaje al Polo Norte que abandona EL UNIVERSAL para dedicarse a su proyecto El Mundo Marino de Ramón Bravo. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Columna “Cartas desde Londres”. Su nieta aseguró que “mi abuelo era de los hombres que sacaba lo que sentía por medio de la escritura, lo que pensaba”; fue tras experiencias como su viaje al Polo Norte que abandona EL UNIVERSAL para dedicarse a su proyecto El Mundo Marino de Ramón Bravo. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

El nadador y corresponsal también expuso los obstáculos y riesgos que atravesaron sus compañeros durante las jornadas olímpicas, denunciando el abandono por parte de coordinadores y responsables médicos de la Delegación mexicana, quienes parecía que iban a pasear y no a atender a los deportistas.

A su regreso de Londres, EL UNIVERSAL aseguró que Ramón Bravo Prieto “se reveló como un relator ágil y agudo comentarista. Con sus Cartas desde Londres dio un ‘baño’ a los que no escribieron y a los que trataron de escribir acerca de la Delegación Mexicana en Londres. Fue un suceso periodístico de 1948”.

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Contrario a lo que se piensa, Londres fue la única incursión olímpica del coahuilense; no participó en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952 como dicen algunos medios. Según nos aclaró su nieta, sí estuvo calificado y “todo el mundo dijo que sí fue, pero sólo fue su equipo; él se quedó en México porque en ese año nació mi papá [Ramón Bravo Jr., primogénito del nadador] y no se quiso perder el nacimiento de su hijo”.

Retrato tomado por Ramón Bravo. Además de sus habilidades para la fotografía y el periodismo escrito, en 1953 fue presentador radiofónico para Radio Mil con su programa “Touch Down” sobre fútbol americano. Foto: Ramón Bravo Prieto/ESPECIAL.
Retrato tomado por Ramón Bravo. Además de sus habilidades para la fotografía y el periodismo escrito, en 1953 fue presentador radiofónico para Radio Mil con su programa “Touch Down” sobre fútbol americano. Foto: Ramón Bravo Prieto/ESPECIAL.

Con récords de nado, reconocimientos y unas olimpiadas en su haber, Ramón Bravo se despidió de la natación competitiva en 1950. Según lo escribió él mismo para EL UNIVERSAL del 2 de agosto de ese año, “decidí retirarme de las actividades acuáticas, colgar la truza y esperar a ser abuelo para contarle a mis nietos mis años de nadador”.

Según indicó el nadador, su motivación para retirarse era que ya no quería competir, pero agradecía que su desempeño bajo el agua le permitió ganar premios y satisfacciones, como visitar Estados Unidos, Centroamérica y parte de Europa.

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Se despidió de la natación “como si fuese una novia con la que se está decidido a terminar entre bromas, pero a la que se sigue queriendo. Quizá me vean con un pantaloncillo de basquetbolista, jugando tenis en algún deportivo o enfundado en un equipo de fútbol americano. No les extrañe nada, ya que hacer ejercicio es para mí tan necesario como el comer para ustedes”, afirmó.

Ramón Bravo muestra su reconocimiento por el International Underwater Film Festival en 1963. La fotografía se tomó en su oficina de EL UNIVERSAL; su escritorio lucía algunos de sus trabajos bajo el mar y notas periodísticas. Foto: Archivo EL UNIVERSAL
Ramón Bravo muestra su reconocimiento por el International Underwater Film Festival en 1963. La fotografía se tomó en su oficina de EL UNIVERSAL; su escritorio lucía algunos de sus trabajos bajo el mar y notas periodísticas. Foto: Archivo EL UNIVERSAL

Iba más allá de las historias fáciles

Durante gran parte de los años 50, Ramón Bravo destinó su pluma a noticias de box y otros deportes, pero todavía le quedaban más contenidos por explorar.

Entre el 10 y el 20 de abril de 1957, el querido redactor de este diario preparó la entrega Viaje a la Zona Maya, una serie de crónicas patrocinadas por el departamento de Turismo de Quintana Roo. Ese sería el primero de sus muchos reportajes especiales impresos por EL UNIVERSAL.

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Entre sus entregas más importantes está su atropellada expedición al Mar Rojo, publicada cada domingo del 28 de febrero al 3 de abril de 1960. Su meta era sumergirse en “el mar que es la máxima aspiración a la que puede aspirar un buceador”, aunque llegar allá fue una travesía de lo más estresante, topándose con “un árabe que apestaba a rayos” y un coche que se paraba a cada kilómetro.

Reportaje sobre Palenque, julio de 1965. En su faceta como escritor expuso su interés por comunidades mexicanas; “su faceta de escritor era su desfogue, un hobby”, comentó su nieta. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Reportaje sobre Palenque, julio de 1965. En su faceta como escritor expuso su interés por comunidades mexicanas; “su faceta de escritor era su desfogue, un hobby”, comentó su nieta. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Según reportó Bravo Prieto, esa expedición lo recompensó con 40 avistamientos de tiburón –muchos de ellos fotografiados–, así como la presencia de miles de peces.

Con el paso de los años, sus entregas especiales se incrementaron, retratando lo glamuroso y pomposo de Roma o Toledo, lo novedoso y desconocido de Australia, y hasta la pobreza y desdicha de pueblos mexicanos.

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Para ejemplo estuvo su visita a Punta Chueca, de la reserva seri en Sonora. Según reportó el 11 de agosto de 1968, este lugar sólo tenía “carne miserable de un pueblo que nace sobre el desnudo suelo entre miseria y sangre […] aunque no hay tristeza ni resentimiento en los corazones, porque los seris tienen una forma de vida muy especial, que se basa precisamente en la vagancia”.

Reportaje sobre la miseria de los lacandones en Lacanjá, un poblado chiapaneco en la mitad de la selva. Siendo el último eslabón de la gran cultura maya, Ramón Bravo los conoció como un “pueblo aislado de la civilización, en donde viven apaciblemente sin ilusiones ni esperanzas". Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Reportaje sobre la miseria de los lacandones en Lacanjá, un poblado chiapaneco en la mitad de la selva. Siendo el último eslabón de la gran cultura maya, Ramón Bravo los conoció como un “pueblo aislado de la civilización, en donde viven apaciblemente sin ilusiones ni esperanzas". Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Según compartió Lowry, su abuelo sentía un fuerte amor por su país y se adentró en la investigación de lo prehispánico, sobre todo de la Península de Yucatán y en la cultura maya. Realizó numerosos artículos sobre zonas arqueológicas como Zayil, “la ciudad olvidada de los mayas” y Edzná, otra de sus urbes ceremoniales y habitacionales.

También escribió un reportaje sobre Palenque, “donde el arte de los mayas alcanzó su más alta expresión; obra gigantesca que nace al pie de la selva y se mantiene desafiando el paso de los siglos”, según describió el mismo Bravo Prieto.

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El afamado nadador y reportero no iba por historias fáciles, se adentraba en las entrañas de cada lugar que visitó. A su paso por Quintana Roo exhibió la historia de un habitante de Cobá, quien se apropió de 2 mil hectáreas de tierra de forma arbitraria, incluyendo edificios y estelas mayas, algo que debió ser impedido por el gobierno.

También expuso el caso de la pesquera de la prisión de Islas Marías, atendida por los reclusos. Según afirmó el coahuilense en febrero de 1965, “antes, los reclusos no sabían otro oficio que no fuera el crimen; ahora han aprendido un trabajo honrado con la pesca de tiburones en aguas isleñas”.

Fotorreportaje de Ramón Bravo Prieto para EL UNIVERSAL sobre embarcaciones hundidas, testimonio de tragedias marítimas que tienen su sepultura en costas mexicanas. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Fotorreportaje de Ramón Bravo Prieto para EL UNIVERSAL sobre embarcaciones hundidas, testimonio de tragedias marítimas que tienen su sepultura en costas mexicanas. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Lo visto en Majdanek lo perturbó

No todas las historias fueron sencillas de reportar para Ramón Bravo Prieto. En los años 60 ganó el premio italiano de fotografía submarina Maurizio Sarra y viajó a la península itálica para recibir el reconocimiento.

Aprovechando el viaje, entrevistó para EL UNIVERSAL a los padres del joven buzo Maurizio, un aficionado a la foto submarina que murió tras ser atacado por un tiburón cerca de las costas de San Felipe Circeo. Tras su muerte y como conmemoración, sus padres crearon el concurso.

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Durante la entrevista y de forma inoportuna, Bravo Prieto comentó que él mismo bucearía en las mismas aguas donde murió Sarra para fotografiar tiburones, algo que la madre del recién fallecido no toleró.

“¡Quisiera saber qué buscan ustedes en ese deporte! Si pueden hacerse fotografías [seguras] tan bellas de ese mundo increíble, ¿por qué buscar el peligro en donde está comprobado que existe?”, cuestionó la mujer italiana.

Ramón Bravo fue muy querido en la redacción de EL UNIVERSAL, durante sus más de dos décadas de carrera. En 1964, directivos de esta casa editorial lo felicitan tras su victoria cinematográfica en California. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Ramón Bravo fue muy querido en la redacción de EL UNIVERSAL, durante sus más de dos décadas de carrera. En 1964, directivos de esta casa editorial lo felicitan tras su victoria cinematográfica en California. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.

La severa crítica de la madre de Maurizio Sarra puso nervioso a Ramón Bravo, según afirmó él mismo. “Yo no voy a la muerte, simplemente a retratar tiburones y entre ambas cosas hay una gran diferencia”; años después, el buzo mexicano sufrió una severa lesión por el encuentro con un tiburón tigre.

Hubo otras experiencias y reportajes que conmovieron al coahuilense, como su visita al campo de concentración Majdanek, en Lublin, Polonia, en 1959. Descubierto por el Ejército Soviético en 1944, ese centro de exterminio se mantenía casi intacto de como lo dejaron las fuerzas nacionalsocialistas.

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Según se publicó en EL UNIVERSAL del 9 de agosto del 59, el traductor contratado por Ramón intentó persuadirlo de recorrer Majdanek. “Vas a conocer algo que a nosotros nos llena de una amargura muy grande; aún puedes escoger entre pasear por la ciudad o ir [al campo de concentración]; yo te aconsejaría lo primero”.

Sin echarse para atrás, el corresponsal mexicano recorrió el sitio de exterminio; “vi más de 200 mil pares de zapatos, montañas de dientes postizos, cerros de lentes, vitrinas llenas de monedas de todos los países del mundo, cajones atiborrados de juguetes, bodegas completas de ropa, fiel demostración de la barbarie”.

Fotorreportaje sobre Viena, 1966. La habilidad de Bravo Prieto en fotografía resaltó en sus numerosas entregas dominicales para EL UNIVERSAL; uno de los retratos más peligrosos que realizó fue a mujeres egipcias en 1960, pues estaban cubiertas de pies a cabeza y tenían prohibido interactuar con hombres. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL
Fotorreportaje sobre Viena, 1966. La habilidad de Bravo Prieto en fotografía resaltó en sus numerosas entregas dominicales para EL UNIVERSAL; uno de los retratos más peligrosos que realizó fue a mujeres egipcias en 1960, pues estaban cubiertas de pies a cabeza y tenían prohibido interactuar con hombres. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL

“Cada vez que teníamos que penetrar a un nuevo galerón, me sentía con menos fuerza para seguir adelante; me encontraba confuso, verdaderamente trastornado. Lo único que deseaba era salir de allí, terminar con aquello que deseaba ya nunca haber visto”, aseguró Bravo Prieto en 1959.

Para 1961 rememoró su visita a Majdanek, pues “no he podido borrar de mi mente aquellos incidentes que me hicieron sentir la monstruosidad de la guerra. El frío de la muerte hizo más estragos en mí que los doce grados bajo cero [de Polonia]”.

Fue excesiva la angustia emocional que experimentó en el campo de concentración y así lo expresó en EL UNIVERSAL. “Cuando las lágrimas rodaban por mis mejillas, mis acompañantes se acercaron hasta donde yo estaba. Escondí la cara para ocultar mi llanto, [pero le dijeron] ‘no se apene, feliz usted que aún tiene lágrimas; nosotros las agotamos hace mucho tiempo’”.

Todavía falta más por descubrir de Ramón Bravo Prieto, incluyendo un curioso viaje improvisado que realizó cuando era joven y la que pudo ser su fotografía favorita; pero eso vendrá en la segunda y última entrega sobre este máximo nadador mexicano.

Caricatura hecha en 1944 sobre Ramón Bravo, entonces campeón de los mil 500 metros en nado libre; su pasión por la natación comenzó desde chico, cuando se ponía a nadar en el tempestuoso Río Bravo. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Caricatura hecha en 1944 sobre Ramón Bravo, entonces campeón de los mil 500 metros en nado libre; su pasión por la natación comenzó desde chico, cuando se ponía a nadar en el tempestuoso Río Bravo. Foto: Hemeroteca EL UNIVERSAL.
  • Fuentes:
  • Hemeroteca EL UNIVERSAL
  • Entrevista con Lowry Hosanna Bravo Ruíz, nieta de Ramón Bravo Prieto

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