Bajo el lema Usted gana, México progresa, el gobierno de Miguel Alemán presentó los Bonos del Ahorro Nacional como una oportunidad para cualquier mexicano de proveer un futuro de estabilidad para los suyos y para el país.
Nacidos en el comienzo de los años 50, estos bonos ofrecían una inversión accesible para los más pobres, además de una promesa de modernidad para todos, pues cada peso iba directo a las arcas públicas para financiar obras o proyectos sociales.
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Durante más de tres décadas, el gobierno mexicano ofreció estos recursos financieros como una forma de fomentar el ahorro responsable entre la población, pero las devaluaciones y crisis económicas mermaron cualquier resultado exitoso.

Buscaban estimular el ahorro de grandes y chicos
Con la segunda mitad del siglo XX en puerta, ya era hora para que la economía casera del mexicano adoptara el hábito de ahorrar y para esto, el gobierno del presidente Miguel Alemán Valdés promovió los Bonos del Ahorro Nacional.
Según lo indicó María Luisa Zumpano Ortiz en Los Bonos del Ahorro Nacional como Forma de Ahorro Popular, estos “valores públicos son para estimular el ahorro entre la población y aprovecharlo en el desenvolvimiento económico del país”.
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Se vendieron como una oportunidad para clases sociales menos favorecidas, quienes desconocían o desconfiaban de los sistemas de inversión. La promesa era que el dinero invertido en bonos financiaría proyectos de desarrollo público como obras de modernización y 10 años después se les regresaría al doble, gracias a los intereses.

Podían comprarse a la mitad de su precio nominal y cobrarse en cualquier momento, pues tenía respaldo del gobierno y no había necesidad de esperar mucho tiempo para recuperar lo invertido.
El proyecto de Ahorro Nacional se anunció en nuestras páginas desde mayo de 1948, cuando banqueros, industriales y obreros respaldaron la venta de bonos para reunir los mil 500 millones de pesos estimados para industrializar al país.
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Los pronósticos sobre este plan fueron muy optimistas, pues se estimó que la primera tanda de bonos colectaría más de 25 millones de pesos.

Su puesta en marcha inició con la Ley de Ahorro Nacional, decretada el 31 de diciembre de 1949, enfocada en acelerar el crecimiento económico y encauzar el ahorro popular hacia actividades productivas. La idea era que los ciudadanos ya no tuvieran su “guardadito” bajo el colchón y mejor lo invirtieran en el desarrollo colectivo.
Para mayor atractivo, cada bono quedó libre de impuestos y participó en sorteos trimestrales para ganar premios económicos, algo que convenció a algunos renuentes.
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“La psicología del mexicano lo inclina hacia aquellas formas de ahorro que se hallan rodeadas del elemento azar, pues están familiarizados con toda clase de sorteos. Esto ha determinado que algunas emisiones de valores que cuentan con sorteos tengan mayor atracción para el público ahorrador”, aseguró Zumpano Ortiz.

La administración de los bonos quedó en manos del Patronato del Ahorro Nacional, un organismo descentralizado que vendió, amortizó y redimió estos productos financieros, además de invertir y conceder préstamos para obras públicas con las contribuciones de los compradores.
Hubo bonos nominativos, con datos del comprador o posibles beneficiarios; y al portador, sin nada que certificara la propiedad. Los montos iban desde 12.50, 25, 50, 100, 250, 500, mil, 2 mil 500, 5 mil y 12 mil 500 pesos, sin límite de compra.
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Todos podían adquirir Bonos de Ahorro Nacional, sin importar nacionalidad, género, edad o razón fiscal. Cada uno se imprimió en papel seguridad con fondo químico, con las firmas impresas del Secretario de Hacienda y dirigente del Patronato de Ahorro Nacional en turno al momento de compra.

De acuerdo con María Luisa Zumpano, la serie 1 de los Bonos del Ahorro Nacional imprimió mil 853 millones de pesos y otros 4 millones en estampillas para uso escolar. Entre 1950 y 1962, el patronato emitió 2 mil 998 millones de pesos.
Este prometedor recurso no sólo era para los adultos, pues los niños y sus alcancías también formaron parte del financiamiento nacional con el llamado Ahorro Escolar. Este proyecto existió desde los años 20 y Miguel Alemán lo reformó e incluyó en los bonos a través de unas estampillas y plantillas gratuitas de ahorro.
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A muchos de nuestros lectores les tocó comprar timbres de 25 a 50 centavos o los de 1 a 5 pesos en sus escuelas, para colocarlas en su respectiva cartilla y juntar el monto necesario para comprar un Bono del Ahorro Nacional. Lo común era que maestras o la tiendita de la primaria vendieran estas estampillas, para comodidad de los alumnos.
Otra vía para la colocación de estas oportunidades financieras fue a través de premios en concursos o dinámicas.
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Certámenes como Juguemos a Cantar, Festival de la Canción Ranchera, encuentros literarios e incluso el programa chusco Cámara Infraganti otorgaron recompensas con estos productos financieros, para que los ganadores sí ganaran un premio monetario, pero tuvieran que esperar unos años para mejorar el monto.


Comercial Bonos del Ahorro Nacional, 1994. De acuerdo con Banco del Bienestar, la emisión de bonos paró en 1992, pero el Patronato mantuvo el nombre conocido de Bonos del Ahorro para sus cuentas y servicios financieros. Fuente: YouTube.
Con el tiempo en vez de ahorro representaron pérdida
En su edición del 20 de septiembre de 1950, EL UNIVERSAL aseguró que la emisión de los Bonos del Ahorro Nacional “tuvo el mejor recibimiento y con mayor entusiasmo” de las disposiciones económicas propuestas por Miguel Alemán. Un año después, en diciembre del 51, este diario confirmó la circulación de 71 millones de pesos en bonos.
Como la cultura financiera mexicana se centraba en el “atesoramiento”, es decir, resguardar un monto específico de dinero sin incrementarlo o diversificarlo, el entusiasmo alrededor de los bonos y la inversión era señal de progreso.
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También destacó su sentido patriótico, pues el ahorro del ciudadano con los bonos “estará ligado en indisoluble forma con los intereses de la Nación y se llega a la convicción de que no sólo se obtiene un beneficio personal, sino el de la colectividad”, según apuntó este diario.

Pero, a pesar de tan buenas intenciones con el proyecto de ahorro, sus aspiraciones no eran tan reales como pretendían. Según apuntó Francisco G. de la Peña en su texto Los Bonos del Ahorro Nacional, el mayor obstáculo para estos recursos financieros no era la idiosincrasia del atesoramiento, sino "la ausencia casi absoluta de [la capacidad de] ahorro en poder de los sectores populares".
Según sus datos, el ingreso promedio de la familia mexicana en 1949 era mil 46 pesos anuales u 87 mensuales, lo que impedía tener algún margen de reserva; ¿de qué forma podrían ahorrar los mexicanos cuando apenas tenían ingreso para lo básico?
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A consideración de De la Peña, si las familias empobrecidas apenas podían ahorrar, sería injusto absorber ese dinero ahorrado para destinarlo a obras públicas, en lugar de permitirles elevar su estilo de vida.

Otro punto en contra para los Bonos del Ahorro Nacional fue el uso de los fondos recaudados. El mismo Francisco G. de la Peña sostuvo que “el ahorro popular que se pretende absorber, aunque importante, no es de la cuantía necesaria para financiar obras esenciales o para impulsar la industrialización”.
Y menos se cumplirían las aspiraciones de modernización pública cuando gran parte de lo recaudado en los primeros años de los bonos no se destinó a mejorar vialidades o empleos, sino a cubrir deudas de PEMEX.
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Según apuntó María Luisa Zumpano en su investigación de 1963, la mayoría de los recursos de Ahorro Nacional “han sido absorbidos por el gobierno para consolidar el pasivo de Petróleos Mexicanos [rebasando los 494 millones de pesos]”, al igual que otras instituciones financieras lo hicieron para aligerar a la paraestatal petrolera.

En sus primeras dos décadas de operación, el Patronato del Ahorro Nacional dio buenos resultados para sus inversores, pero cuando la inflación alcanzó cifras de dos dígitos en los 70, “los bonos se convirtieron en una pérdida considerable”, según apuntó el economista Macario Schettino para EL UNIVERSAL en 2004.
De acuerdo con el también escritor, debido a la vigencia de 10 años en los bonos e índices de inflación cercanos al 20%, el dinero de muchos compradores perdió cinco veces su valor y apenas recuperaron una tercera parte de su ahorro.
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Debido a esas crisis y a la drástica disminución de compra en las siguientes décadas, el Patronato del Ahorro Nacional dejó de imprimir bonos en 1992 y optó por otras oportunidades financieras, como cuentas de ahorro para trabajadores sin AFORE.

Para 1999 y en uno de sus últimos movimientos para fomentar la inversión, el patronato ofreció los llamados Bonos de la Suerte, un recurso financiero para los interesados en sorteos parecidos a la Lotería Nacional. Este bono tenía un costo de mil pesos, con vigencia de tres meses y válido como un boleto para rifas por 100 mil pesos.
“A diferencia de la lotería, el participante tiene mayores posibilidades de ganar, y si no es así, tampoco pierde el dinero que usó para el sorteo”, se leyó en este diario. No se sabe qué tan bien le fue a ese proyecto.
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Con la transición de milenio y del partido oficial, México dijo adiós al Ahorro Nacional. En 2001 se aprobó la Ley Orgánica del Banco del Ahorro Nacional y Servicios Financieros convirtiendo al patronato en BANSEFI, aún con la labor de promover el cuidado financiero en todas las clases sociales, pero sin bonos.

En 2016 y durante el sexenio priísta de Enrique Peña Nieto, BANSEFI planteó el regreso de los Bonos del Ahorro Nacional, aunque nunca cristalizó tal propuesta.
Con la llegada de la Cuarta Transformación se retomó parte del proyecto de Miguel Alemán y aparecieron los CODES, bonos especiales emitidos por el ahora Banco del Bienestar y utilizados de forma exclusiva para premios de concursos o certámenes, como solía hacerse con los del Ahorro Nacional.
Estos legendarios bonos pasaron de ser un producto financiero confiable para todo el país a sólo un vago recuerdo para quienes solían gastar sus pocos centavos en estampillas de ahorro, regresando a muchos ciudadanos al viejo y “confiable” sistema de resguardar su dinero debajo del colchón.

Comercial para Bonos del Ahorro Nacional, 1996. Fuente: YouTube.
- Fuentes:
- Hemeroteca EL UNIVERSAL
- Abrego, R. (1971). Los Bonos del Ahorro Nacional y el Desarrollo Económico. México: UNAM.
- Bansefi - Asociación de Bancos de México
- Cabrero, O. (1976). Los Bonos del Ahorro Nacional como Forma de Captación de Recursos para el Estado. México: UNAM.
- Cisneros, N. (1977). Los Bonos del Ahorro Nacional como Generador de Ahorro Popular. México: UNAM.
- CODES - Banco del Bienestar
- De la Peña, F. (Septiembre 1952). Los Bonos del Ahorro Nacional. En Revista de la Universidad de México.
- Ley del Ahorro Nacional, Diario Oficial de la Federación [D.O.F.], 31 de diciembre 1949, (México).
- Zumpano, M. (1963). Los Bonos del Ahorro Nacional como una Forma de Ahorro Popular. México: UNAM.