Luis Buñuel, uno de los directores cinematográficos más polémicos del séptimo arte, tuvo su etapa “comercial” mientras vivía en México, a través de varias producciones por “encargo”. Una de ellas fue La Ilusión viaja en Tranvía, que el 18 de junio cumple 70 años de su estreno.
La cinta protagonizada por Carlos Navarro, Fernando Soto “Mantequilla”, Lilia Prado y Agustín Isunza muestra una aparente historia de las muchas que se visualizaron en calles de la Ciudad de México de los años 50, llena de frustración y resignación social.
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Dos desafortunados trabajadores de una compañía de transportes logran componer el desahuciado tranvía 133, pero ni su funcionamiento óptimo salva al vehículo de su chatarrización ni a sus rescatistas del inminente desempleo.
En la noche, después de una borrachera, ambos hombres deciden llevar a su tranvía a dar una última vuelta, sin imaginar que dar un paseo capitalino en un transporte público no es tan discreto y muchos otros querrán subirse.
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La película de Buñuel ni siquiera acumuló un mes de exhibición y no llamó la atención de las audiencias cincuenteras, pero siete décadas funcionaron para posicionarla como una de las mejores del cine nacional y como referente visual de nuestra capital.
Con grabación efímera y efímero estreno
La empresa Cinematográfica Latinoamericana S. A. –CLASA, por sus siglas– produjo La Ilusión viaja en Tranvía, cuya filmación inició en septiembre de 1953 y sólo tomó de dos a tres semanas en concluirse. Buñuel acostumbró a filmar sus películas de “encargo” en muy pocos días.
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La cinta tuvo cuatro guionistas: el famoso pensador y revolucionario, José Revueltas; Juan de la Cabada, escritor y libretista de Subida al cielo y Maratón de Baile; Luis Alcoriza, director y guionista de Mecánica Nacional y Él; y Mauricio de la Serna, productor y cineasta.
Buñuel optó por locaciones reales para La Ilusión viaja en Tranvía, como el Centro, Indianilla, el Rastro de Peralvillo, Coyoacán, Xochimilco, Colonia del Valle y Calzada de Tlalpan, mostrando el realismo de la vida capitalina. Su filmación se apegó al entonces conocido neorrealismo italiano, que optó por reacciones y espacios verídicos para sus historias.
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El cineasta español retrató al sector obrero –protagonista de la historia– lo más fiel posible, con un toque documentalista y de fácil entendimiento; abordó algunas de sus preocupaciones y hasta su forma de hablar, para dar un testimonio de la sociedad mexicana de hace 70 años.
Según mencionó la columna Colonyscope de Mary Martínez, en EL UNIVERSAL del 12 de agosto de 1954, cintas como Los Olvidados, Subida al cielo y La ilusión viaja en tranvía –todas obras de Buñuel– tenían presupuesto limitado, motivación para tenerlas listas en poco tiempo y sin exceder costos. Todas tuvieron críticas favorables, pero no fueron éxitos de taquilla.
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Ilusión se estrenó el 18 de junio de 1954 en el Cine Olimpia, llenando la cartelera que dejó La rubia quiere un visón, de William A. Seiter. La película de Luis Buñuel duró una sola semana en exhibición para dar paso a Madrugada infernal, de John H. Auer; ninguna de estas tres producciones duró más de siete días en su primer estreno.
En menos de dos semanas, el 30 de junio de ese año, Buñuel estrenó su cinta Abismos de Pasión, basada en la novela Cumbres Borrascosas de Emily Bronté, con Lilia Prado también de protagonista. Era una producción más personal para el director español, aunque también tuvo bajos números de audiencia y salió pronto de cartelera.
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Para el 27 de agosto de 1954, Ilusión regresó a la oferta capitalina y se exhibió solo por una semana en los cines Colonial, Popotla y Tacubaya. Un mes después, el 25 de septiembre, se presentó, por últimos siete días, en las salas Atlas, Apolo y Bahía.
Película por encargo para Buñuel, pero un testimonio histórico para la CDMX
La Ilusión viaja en Tranvía es parte de la “etapa mexicana” del reconocido Buñuel y que menos le gustó de su cinematografía, debido las producciones por “encargo” y temáticas más controladas. Pero eso no demerita a cintas como ésta o El Gran Calavera, que engalanan el cine de oro nacional.
La cinta de 1954 tuvo, en su mayoría, opiniones favorables. En su columna Nuestro cinema, del 26 de junio de 1954, “El Duende Filmo” –seudónimo de Ángel Alcántara Pastor– aclaró que no captaba la “genialidad” que muchos ya le atribuían a Buñuel, pero consideró a Ilusión como una buena cinta, a pesar de su “desatinado título”.
"Se lo pusieron para darle sabor sentimental y romántico a la publicidad. Pudo ser más acertado La desilusión viaja en tranvía o Borrachos en un tranvía o La vida pasa en tranvía", mencionó el severo crítico de cine hace siete décadas, quien consideró que “ilusión” era lo único que no había en la cinta.
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Para el 30 de septiembre de ese año, el argumentista argentino, Alfredo Díaz Ruanova, escribió en su columna ¿Maffia o talento? que a Buñuel lo destacaba su "concepción sádica y negativa de la vida; gusta de acibarar escenas que directores más románticos envolverían en el ropaje de las convenciones; es conciso y directo”.
A pesar de tales cualidades, muchos otros críticos sabían que el director español “sufre un mal de la industria mexicana: la obligación de hacer películas en dos semanas, cuando todos sabemos que la calidad es fruto de un lento esfuerzo y larga maduración", según escribió Ruanova. Buñuel sabía entregar buenas cintas, pero no por eso serían enriquecedoras para él.
En sus memorias Mi último suspiro, Buñuel habló sobre “la necesidad en que me encontraba de vivir de mi trabajo. Quizá esas películas sean hoy diversamente apreciadas, […] a veces he tenido que aceptar temas que yo no había elegido y trabajar con actores muy mal adaptados a sus papeles”.
Se enfrentó a “medios reducidos, sueldo modestísimo”, obligado a hacer de dos a tres películas por año. “Sin embargo, lo he dicho a menudo, creo no haber rodado nunca una sola escena que fuese contraria a mis convicciones, a mi moral personal. En estas desiguales películas, nada me parece indigno”, sostuvo el director.
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De acuerdo con Alberto y Gema Fernández Hoya, en su texto Comedia y metaficción para un cuento mexicano: La ilusión viaja en tranvía, para 1958 Buñuel abandonó sus proyectos comerciales y formó una alianza con productores independientes para sacar películas de autor, alejándose de su etapa más popular y controlada por el dinero.
A pesar de considerarse como película simple y comercial, Ilusión exploró al sector obrero y más pobre con una profundidad que casi nunca apareció en otras comedias mexicanas.
Escenas como un reclamo popular por el excesivo peso de la masa –en ese entonces, apenas rebasaba 20 centavos el kilo– o una atropellada plática entre dos embriagados hombres sobre la inflación no aparecen en otras producciones, mucho menos su directo reproche a la diferencia de clases y la difícil injerencia del libre mercado sobre los más pobres.
La historia gozó de humor blanco y momentos elevados de tono, con severas críticas sociales que siguen vigentes a 70 años de su estreno.
Tanto la sensualidad de Lilia Prado como la torpe dupla entre Carlos Navarro y “Mantequilla”, junto a una intrusiva participación de Agustín Isunza como un enemigo atormentado lograron que La Ilusión viaja en Tranvía no sólo sea un referente visual sobre la capital del siglo XX, sino un testimonio histórico de lo que México seguirá viviendo entre sus calles.
Según describió José Xavier Návar el primero de enero de 2010 para EL UNIVERSAL, “La ciudad de “La Ilusión viaja en Tranvía” era “increíble, maravillosa, tranquila y diferente, anterior al metro, la delincuencia y el crimen organizado”. Dado su reducido presupuesto, Buñuel omitió sitios y paradas ya consideradas en el guion para no salirse de costos. Fuente: YouTube.
- Fuentes:
- Hemeroteca EL UNIVERSAL
- Buñuel, L. (2008). Mi último suspiro. España: DeBolsillo.
- Fernández, A. & Fernández, G. (2009). Comedia y metaficción para un cuento mexicano: La ilusión viaja en tranvía. En Luis Bunuel, Suspiros Y Peliculas.
- Grunes, D. (2 de febrero 2007). Illusion travels by Streetcar (Luis Buñuel, 1953). En Grunes Blog.