En la ciudad de México tiene lugar una fiesta local icónica: El concurso de La Flor Más Bella del Ejido que hasta la fecha es motivo de gran orgullo, tanto para las participantes como para los vecinos del sur de CDMX.
Aunque desde hace varias décadas lo usual es que este certamen se haga en Xochimilco, antes no fue así; por ello, la periodista y ganadora en 2007 de este concurso, Bertha Leticia Ayala Ramírez, comparte con Mochilazo en el Tiempo un poco de la historia y significado de la competencia que este año celebró su edición 88.
Surgió como el evento estelar del Viernes de Dolores
Bertha nos platica que con la imposición del catolicismo en los naturales de México-Tenochtitlan vinieron ritos y tradiciones, entre ellos la vendimia del Viernes de Dolores, celebrada antes del Domingo de Ramos con el cual inicia la Semana Santa, cuyo objetivo era abastecer a las personas de insumos comestibles; entre otros para llevar a cabo todo lo que conllevaba la Semana Mayor.
En el virreinato esta vendimia se realizaba en el Portal de Mercaderes -situado en el lado oeste del Zócalo capitalino, en la esquina de las hoy calles 16 de septiembre y 5 de febrero, aquí vemos hoy el Gran Hotel de la CDMX-, hasta cerca del año 1785, luego se trasladó al pueblo de Santa Anita Zacatlamanco, en Iztacalco, donde poco antes se había mandado a hacer un “paseo” a las orillas del Canal de La Viga.
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Con ello, en Santa Anita el Viernes de Dolores pasó de ser un encuentro mercantil a una fiesta de gran ánimo, donde personas de todas las posiciones económicas podían disfrutar de un ambiente de música, baile y jaripeo, rodeadas de agua y el verdor de la naturaleza en primavera.
Bertha añade que en esa fiesta anual existieron incluso embarcaciones de mediana dimensión que transitaban por la zona. “En 1853 se podía abordar el (barco de) vapor General Santa Anna por dos reales”, comparte la entrevistada.
Para 1902 la fiesta empezó a perder aquella abundancia de agua debido a que se obstruyó el Canal de La Viga desde la calle de Roldán a Santa Anita. Más tarde, la Revolución Mexicana llegó a la capital y disminuyó el ánimo de festejar.
Bertha Ayala afirma que “para los años veinte, el país tenía otros bríos, por lo que la fiesta se retoma con gran éxito, el encuentro con los antojitos como el pato en “totopaguas” o la refrescante agua de limón con chía animaban a los asistentes a coronarse con amapolas que brotaban de las chinampas sin ningún pudor”.
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En 1936 el concurso adquirió su nombre actual
Para Bertha “la elección de la Flor más Bella del Ejido - con ese nombre específico- se remonta a 1936, cuando la extinta Dirección de Acción Cívica, del entonces Departamento del Distrito Federal, convocó a diversos concursos en el marco de las fiestas de Viernes de Dolores”, comenta.
De acuerdo con Ayala Ramírez, los concursos eran: el Niño Campesino Sano, el Charro y China Poblana Mejor Vestidos, así como La Flor Más Bella del Ejido.
Las páginas de este diario registran que el inicio de la fiesta del Viernes de Dolores estaba programado a las cinco de la mañana. Empezaba con un paseo y concurso de trajineras con adornos florales en el canal de la Viga, en Santa Anita, para dar paso al desfile de charros y chinas poblanas a las 10 de la mañana.
Un dato curioso es que el desfile partía de la esquina del callejón de San Antonio Abad, donde se encontraban los famosos Indios Verdes. Luego llegaban al lienzo charro que se encontraba a orillas del canal y comenzaba el jaripeo, así como los concursos convocados.
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La veterana recuerda que en 1936 fueron nueve al menos las participantes, aunque menciona que existió una fuerte crítica de los medios porque la mayoría de las delegaciones del entonces Distrito Federal no fueron representadas: sólo había candidatas de Iztapalapa, Coyoacán, Azcapotzalco e Iztacalco.
“Debemos tomar en cuenta que para ese año el espíritu del triunfo de la Revolución y el poder del campesino sobre la tierra eran consignas del gobierno del general Lázaro Cárdenas”, considera Bertha.
Después de medio día, Ernestina Díaz Chaparro, del pueblo de Santa Anita Zacatlamanco Huéhuetl, fue elegida por el jurado como “Flor Más Bella del Ejido”, nos narra.
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Agrega que las imágenes de la época nos muestran a Silvano Barba González, entonces secretario de Gobernación, coronarla y entregando una copa de plata donada por la Secretaría de Guerra y Marina que contaba con la inscripción: “’La Flor más Bella del Ejido’, México, D.F., abril 3 de 1936”.
Los premios llegaban a ejidatarios de los pueblos representados
Así fue como en sus primeras décadas la elección de La Flor más Bella se celebró con gran éxito en Santa Anita, Iztacalco, tanto, que se volvió una parte principal de la fiesta del Viernes de Dolores. De 1937 a 1953 las ganadoras del primer lugar provenían de Iztapalapa, Iztacalco, Álvaro Obregón, Tlalpan y Tláhuac.
En toda esa época del certamen, la única ocasión en que hubo obstáculos para el concurso fue la edición de 1940, cuando la ciudad se vio sorprendida con una fuerte helada que pospuso la elección hasta después de la Semana Santa, según Ayala Ramírez.
Sorprende el interés colectivo en el concurso ¿por qué los ejidatarios estarían tan interesados en mostrar a sus bellas hijas, en los tiempos cuando la mujer debía mostrarse siempre discreta?
Bertha opina que una razón podría ser la diversidad de premios que se otorgaban a la ganadora del primer lugar. Desde su primera edición se habló de premios donados por “distintas dependencias del Ejecutivo”, señala.
Y es que los premios en varias ocasiones no beneficiaban solo a las ganadoras del concurso, sino también a los ejidatarios que habitaban en los pueblos representados. “Sobresalen los 10 arados que en 1944 beneficiaron a Santo Tomás Ajusco o el ‘costurero público’ (tres máquinas de coser, hilos, telas, etc.) que Santa María Aztahuacán obtuvo en 1951”, comparte Ayala Ramírez.
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La lista podría continuar con las máquinas de coser, recámaras, mantelerías, baterías de cocina, joyas y dinero que ganaron las Flores en las primeras décadas. Por ello, señala la periodista, las participantes debían comprobar ser hijas de un ejidatario del Distrito Federal, con una constancia del comisariado ejidal de su localidad.
La falta de agua cambió los festejos de Santa Anita a Xochimilco
El encuentro náutico que fue el Viernes de Dolores en Santa Anita, Iztacalco, perdió poco a poco su abundancia de agua con el desecamiento de los canales, que dieron paso a la terracería hasta llegar a las calzadas que, al menos por su nombre, nos recuerdan lo que fueron: Canal de La Viga, Río Churubusco, Río de la Piedad, entre otros tantos del trazado urbano actual.
Bertha relata que para 1942, en tan solo tres años, en el Canal de La Viga se pasó de las canoas enfloradas a los carros alegóricos adornados todavía con amapolas.
Para 1954 Mauricio Magdaleno, Director de Acción Social, seguramente con la añoranza de los canales, promovió el cambio de sede al pueblo de Mixquic, de donde las notas periodísticas indican que la gran fiesta se trasladaría a Xochimilco, sede de este certamen hasta nuestros días.
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Bertha opina que no es sorpresa que el cambio de sede no fue algo bien recibido. Santa Anita no fue despojada sólo de sus canales, sino también de una de las fiestas más vistosas que se celebraran en el pueblo.
Por ello en 1956 EL UNIVERSAL detalló la salida de un grupo de atletas de Santa Anita, con destino a Xochimilco, para “ceder la estafeta” como sede del concurso.
Llama la atención que la nota de José Luis Parra, reportero de esta redacción, mencionaba que “a las diversas delegaciones del Distrito Federal se les brinda la oportunidad de que se celebre el acto”.
“Es decir, quizá la idea era trasladar la elección a una demarcación distinta cada año, pero es indiscutible que Xochimilco aún posee canales, trajineras y un arraigo a las tradiciones muy fuerte”, opina Bertha.
De acuerdo con nuestra entrevistada, Santa Anita, en Iztacalco, celebra el Viernes de Dolores hasta la fecha, algunas veces con la elección de reinas y otras tantas con un baile al ritmo del danzón o conciertos conmemorativos lo que nos habla de un arraigo latente.
Santa Anita pasó de ser aquel pueblito pintoresco lleno de agua y chinampas a ser dividido en dos por la modernidad del Metro y la avenida Congreso de la Unión, que separó geográficamente el sitio, pero no así a la memoria del lugar que entre sus calles todavía reserva el recuerdo de apancles y canales.
Desde 1985 las jóvenes adoptan el nombre de una flor
En la búsqueda de las ganadoras de este concurso la periodista encontró entre 2006 y 2010 anécdotas familiares de conocidas y amigas quienes hablaban de tal o cual señora que habían sido “flor”; aquí hay un tema interesante, pues a todas las participantes de este concurso se les ha llamado “flores” casi desde los inicios de esta elección, tan es así que desde 1985 las señoritas adoptan el nombre de una flor que les da una segunda identidad durante el certamen.
Al indagar en las notas periodísticas de 1936 a 2010 “logré completar la lista de ganadoras que los periódicos de circulación nacional publicaron encontrando con sorpresa que muchas de las damas, que por años se creía eran primeros lugares, en algunas ocasiones habían obtenido alguno de los lugares subsecuentes, menciones honoríficas o incluso únicamente habían participado…;sin embargo, sí nos habla de cierto “estatus” que llegó a dar el ser una de las ganadoras del concurso”.
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En los años setenta, durante el gobierno de Luis Echeverría, era ya consigna alentar lo prehispánico de todas las festividades y fue en esta década que existió una fuerte competencia entre dos pueblos vecinos: Tulyehualco y San Juan Ixtayopan.
Era tanta la rivalidad que se cuenta que si ganaba una joven de Tulyehualco después de la coronación la paseaban por San Juan Ixtayopan y viceversa.
La entrevistada afirma que en este concurso ha conocido mujeres de voz firme que expresan sus ideas, defensoras y férreas promotoras del atuendo que portan, desde los ataderos coloridos entrelazados en sus trenzas rematadas en flora y fauna.
Sus ceñidores tejidos en telar de cintura, sus blusas bordadas en punto de cruz que, a través de su iconografía, cuentan la historia de resistencia de los pueblos de Milpa Alta, los “chincuetes” o mal llamados faldas; hasta sus rebozos o lienzos de tradición que desde la época virreinal abrazan los sueños de muchas habitantes de esta ciudad.
Considera que es necesario acabar con ese mito que afirma que el concurso es exclusivo de Xochimilco y sus nativas. Mujeres de las 12 alcaldías participantes han dejado huella desde los pueblos de Azcapotzalco hasta Milpa Alta para expresar su orgullo por habitar esta metrópoli abrazando su historia.
Para terminar dice que para ella “ser flor más bella pasó de ser una labor de un año (2007) a ser una misión de vida donde el primer paso fue hacer una tesis profesional en forma de reportaje para la UNAM. He dado pláticas sobre el tema a las candidatas a flor más bella algunas veces con apoyo oficial y otras de manera externa por el interés de ellas mismas por conocer la historia de la que son parte”.
Fuentes:
- Archivo Bertha Ayala Ramírez.
- Biblioteca del Congreso de Estados Unidos.
- Colección Carlos Villasana.
- Hemeroteca EL UNIVERSAL.
- Entrevista con Bertha Leticia Ayala Ramírez es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM por la tesis: "La Flor más Bella del Ejido, 74 años de tradición popular en la Ciudad de México"; es primer lugar del certamen de la Flor más Bella del Ejido en su edición del año 2007. Ha participado en diversos congresos y foros nacionales e internacionales donde ha difundido la importancia del certamen como patrimonio de nuestra ciudad. Actualmente es alumna de la escuela de participación ciudadana del Fideicomiso del Centro Histórico.