Texto: Ruth Gómez y Carlos Villasana
Uno de los temas más constantes cuando se piensa en la ciudad es la calidad de vida de quienes viven en ella y, contrario a lo que se podría pensar, esta preocupación tiene un origen que se remonta en el contexto de la Revolución Industrial, que se dio entre 1760 y 1840 en Inglaterra y cuyos cambios se desarrollaron en cascada en diferentes partes del mundo.
“ Ciudad Jardín ” fue el nombre del modelo que proponía una nueva forma de vivir en las ciudades que poco a poco iban experimentando las consecuencias negativas de la aparición de fábricas como la contaminación del aire o el agua.
Sir Ebenezer Howard fue un periodista británico que, preocupado por el bienestar de la población citadina, incursionó en el urbanismo. Gracias a sus ideas, que abarcaban a la vez desde el trazado urbano hasta la administración y convivencia en estas “ciudades jardín”, se le considera fundador de dicho modelo y movimiento.
Entre las ciudades jardín que se construyeron siguiendo este modelo estuvieron Letchworth y Welwyn Garden, a 60 y 30 kilómetros de Londres, respectivamente, en Inglaterra. A pesar de que nacieron tratando de seguir los preceptos originales, en la actualidad actúan como una zona metropolitana.
Con el nuevo modelo de ciudad Jardín se buscaba zonas urbanas libres de contaminación mediante la separación de zonas boscosas o amplios jardines. Cortesía Alejandra Contreras Padilla.
La investigadora Alejandra Contreras Padilla explica en su libro La ciudad jardín. Huellas decimonónicas en el urbanismo moderno , que la propuesta de modelo tenía como finalidad hacer una mezcla de la vida urbana y rural y el nacimiento de una nueva forma de vivienda unifamiliar que contara con jardines:
“Las primeras iniciativas en los conjuntos urbanos fueron de los empresarios. El primer proyecto fue de M. Lever, en 1887, un empresario de jabón que construyó 600 viviendas en un terreno de 50 hectáreas, reuniendo las viviendas en pequeños núcleos rodeados de jardín. El segundo proyecto lo desarrolló el fabricante de chocolate, G. Cadbury, quien en 1895 construyó 500 viviendas en un terreno de 180 hectáreas”, escribe la investigadora.
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La calle de Sierra Tarahumara, en las Lomas de Chapultepec, a finales de los años cuarenta. La vista es desde el cruce con Sierra Grande hacia Sierra Tezonco, donde aún se encuentran las casas de la esquina. Crédito: Colección Carlos Villasana / Google Maps.
Como se comentó, la ciudad jardín nació para contrarrestar los efectos negativos del desarrollo industrial y hacer de las metrópolis, sin importar su tamaño, un lugar habitable donde los residentes tuvieran una relación constante con la naturaleza.
Una de las características principales de las ciudades jardín es que debían tener un tamaño delimitado -menos de 2 mil 400 hectáreas- y una capacidad tope de 32 mil habitantes. Para garantizar la autosuficiencia de las ciudades, se proponía que el espacio de las zonas para agricultura superara 3 a 1 al espacio para vivienda.
En 1922 la Colonia Chapultepec de la capital fue la primera en tener este estilo llamado Ciudad Jardín. “Los atractivos de la primera ciudad jardín son numerosos… siendo cada calle un verdadero jardín”, se lee en la publicidad de entonces. Hemeroteca de EL UNIVERSAL.
También se planteaba uniformar el tamaño y diseño de las casas, de modo que cada familia tuviera un pequeño jardín. Por su parte, la ubicación estratégica de avenidas, edificios públicos y áreas recreativas pretendía facilitar la vida cotidiana.
A medida que tanto el concepto como el modelo de ciudad jardín se empezó a estudiar y aplicar hubo variables: algunas propuestas daban preferencia, por ejemplo, a que las ciudades siguieran un orden concéntrico, es decir, que al centro estuviera un jardín rodeado por edificios públicos, después un parque central protegido por un palacio de cristal con diversos locales, después la zona habitacional donde cada casa tenía pequeñas áreas verdes, ahí también estarían las escuelas, con lo que se daba paso a un gran cinturón libre de construcciones con superficies donde se podía hacer agricultura y, hasta el final, las fábricas, mercados o almacenes.
Plana de EL UNIVERSAL ILUSTRADO de 1932. La foto de arriba es del parque México, al fondo se ven las torres del teatro al aire libre Lindbergh; el plano de abajo comprende los límites de la Colonia del Hipódromo.
Hubo otro modelo que proponía que existieran pequeñas ciudades jardín y una ciudad central, lo que permitiría que cada una contara con sus propias prioridades y que fuera adaptándose como más les conviniera. De acuerdo con la investigación de Contreras Padilla, este modelo fue el que tuvo mayor influencia en los estudios y aplicación del urbanismo en el siglo XX.
El modelo de “ciudades jardín” se propagó a otros países y México no fue la excepción. Un ejemplo que se llevó desde la planeación hasta la ejecución fueron las colonias Hipódromo Condesa y Lomas de Chapultepec, creadas por el arquitecto Luis Cuevas en 1922 y 1928, respectivamente.
Anuncio publicitario de 1922 de la zona conocida como Chapultepec Heights, más tarde llamada Lomas de Chapultepec. “Compre en Chapultepec y el Bosque será su jardín”, dice el texto. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
En opinión del arquitecto y diseñador urbano Miguel Ángel Sánchez de Carmona, estos casos se destacan porque casi un siglo después de su creación, estas colonias siguen entre las más cotizadas de la ciudad, gracias a estrategias como el trazado de las calles adaptado al terreno y no en retícula, así como la disposición de sus áreas verdes.
No es para menos: una vista aérea de la Colonia Hipódromo Condesa hace evidente la ejecución de la propuesta concéntrica de Howard, en que un área verde prominente (el Parque México) es el punto central de la zona de suburbios.
Una toma aérea del fraccionamiento de la sección Insurgentes - Hipódromo – Condesa en 1929. La imagen nos permite apreciar la característica traza de la colonia, en la que destaca justo en el centro, el Parque México y las inconfundibles estructuras estilo Art Déco que integran el Teatro Lindbergh. Foto: Col. Villasana - Torres.
Para 1927 la revista Planificación empezó a hablar del tema y lo siguió haciendo hasta 1936. La revista fue parte de la Asociación Nacional para la Planificación de la República Mexicana, liderada y creada por el arquitecto Carlos Contreras, con la intención de que se empezara a hablar sobre qué decisiones iban a tomar las autoridades en cuanto al crecimiento de las ciudades y la calidad de vida de sus residentes, tomando en cuenta el contexto histórico y social de cada estado del país.
Publicaron un artículo de Miguel Ángel de Quevedo titulado Los problemas del urbanismo en su relación con los espacios libres, las arboledas y las reservas forestales, donde se podía leer:
“Tuvo así que surgir el gran movimiento salvador, transformando las viejas ciudades, de estrecha aglomeración edificada, en ciudades de amplias calles y avenidas y de extensas plazas que proporcionan el aire y la luz necesarios, elementos aún más indispensables que el agua por proveer en grandes dotaciones y que la extracción de los desechos putrescibles del conglomerado que constituyen otros fundamentales problemas del urbanismo”.
El ingeniero Miguel Ángel de Quevedo fue conocido como el apóstol del árbol por su extraordinaria labor de conservación y concientización entre la población, sobre todo, niños en México hacia el cuidado de las zonas forestales como importantísimos elementos del medio ambiente y clima para garantizar la vida humana. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Para la investigadora, esto reflejaba la preocupación de Quevedo frente al incremento poblacional en zonas urbanas a lo largo del país a partir del siglo XIX y lo que significaba: un abandono del campo y un cambio profundo en la vida de la ciudad, ya que se tuvieron que desarrollar nuevas formas de transporte, construcción de viviendas y sistemas de servicios, que hasta hoy en día tienen problemas de abasto.
Miguel Ángel de Quevedo
fue un personaje de suma importancia para el desarrollo de la ciudad. Durante las Fiestas del Centenario lo pusieron al frente de la Comisión de Embellecimiento de la Ciudad de México, lo que le permitió aprobar la edificación de conjuntos urbanos y, en algunos casos, desarrolló propuestas que aplicaban las condicionantes que él mismo había establecido como protocolarios, entre las que se encontraban: la donación de un parque, jardín o plazuela por cada 10 manzanas de extensión, la siembra de árboles y construcción de vías públicas. Uno de los objetivos era establecer un balance entre medios de transporte, vialidades y naturaleza.
La zona arbolada del parque México se conserva hasta nuestros días desde los años 20 que se trazó esta colonia. Col. Carlos Villasana.
Para Quevedo, uno de los principales “males” que había que resolver era limpiar la calidad del aire a través de los árboles o plantas que había en la ciudad y así evitar la propagación de contaminantes a otros elementos, como el agua; por lo que se podría asegurar que entre sus preocupaciones estaba la salubridad pública. En su texto de la revista Planificación mencionó que:
“La inspiración del artista jardinero llevará hasta las soluciones las más delicadas y vistosas, con las innúmeras combinaciones de las pequeñas plantas floridas, para realizar la Ciudad Jardín, pero el requisito fundamental que se tiende a llenar es el de la ciudad provista de buenas atmósferas, teniendo de ahí que ser en las regiones expuestas a bruscos cambios térmicos, a fuertes heladas y con cielos despejados, como los de la altiplanicie de nuestro territorio, la ciudad bosque el ideal, con un sistema de parques, calles y avenidas arboladas”.
Y continúa: “Pero en las ciudades ya de antiguo formadas bajo planos o distribuciones no inspirados en estos modernos principios, es imposible venir a realizar la Ciudad Jardín o la Ciudad Bosque. Por otra parte, siendo que la provisión natural de aire llega a la ciudad, no a plomo o de alturas cenitales, sino por vientos transversales más o menos rasante, la provisión de buen aire está supeditada al Estado.”
El Parque México, ubicado en la Colonia Hipódromo, en una postal cercana a 1930. A la derecha se ven las columnas del Teatro Lindbergh, y del lado izquierdo se encuentra un edificio que aún existe en la esquina de la avenida México y la calle de Teotihuacan. Colección Carlos Villasana
Su línea de pensamiento marcó un precedente en el urbanismo del país durante y después del Porfiriato. Las ciudades jardín también se veían como una forma de establecer viviendas dignas para la gente que emigró a las urbes y poderles dotar de espacios donde pudieran sembrar y cosechar sus alimentos.
En 1938 apareció otra revista llamada Arquitectura: México, que fue dirigida por el arquitecto Mario Pani y que dejó de publicarse en 1978. Entre los textos que Alejandra Padilla pudo rastrear sobre la ciudad jardín, se hablaba sobre cómo este modelo se utilizó en Europa después de la Segunda Guerra Mundial con la intención de reconstruir las ciudades que se vieron afectadas.
La corriente Art Déco estuvo de moda desde los años 20 hasta fines de la década de los 30, por ello este estilo acompañó la arquitectura de la Colonia Condesa a la par del novedoso trazo. Aquí una publicidad de 1932 que continúa con el concepto de Ciudad Jardín anunciando elegantes “Garden Apartaments” en las calles de Amsterdam y Nuevo León. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
Asimismo, se remarcó la importancia que este tipo de modelos empezó a tener a nivel mundial a partir de 1920 y llevó a la unión de diversas asociaciones. Alejandra comentó que entre ellas estuvieron:
“La Asociación de Ciudades Jardín, las cuales tenían un vínculo directo con Carlos Contreras, editor de la revista, y Miguel Ángel de Quevedo. La función de Quevedo en la generación de propuestas y en la supervisión, como parte del propio gabinete del gobierno local de la Ciudad de México, permitió que los preceptos de ciudad jardín o ciudad bosque, como él denominó a su concepto urbano de ciudad, contribuyeran a la creación de desarrollos urbanos bajo estos lineamientos. Esta publicación, sin duda, es la que más comprometida estuvo con el desarrollo de nuevos proyectos urbanos que dieron solución a los problemas nacionales de ese periodo.”
La Compañía Fraccionadora y Constructora del Hipódromo de la Condesa, S.A. ofrecía, al público en general, la compra de acciones de la sección Insurgentes-Hipódromo. “Con tan solo diez pesos asegura usted la mejor inversión de su vida”, se lee en la publicidad. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
En la Ciudad de México existieron ciertos ejemplos que se construyeron bajo este modelo en las colonias Roma, Condesa, Hipódromo o lo que alguna vez fue llamado “Chapultepec Heights” -hoy Lomas de Chapultepec-, que cuentan con un gran número de áreas verdes y hoy en día mantienen un alto nivel de plusvalía.
Uno de ellos, que hoy sólo se conoce gracias a la existencia de un plano, es el Parque Lascuraín, que ocuparía el terreno entre las calles de Chihuahua, Álvaro Obregón -antes avenida Jalisco-, Monterrey y una parte de lo que hoy es Insurgentes Norte. Al centro se puede observar una plaza con jardineras, rodeada de casas.
Plano del parque Lascurain con fecha del 20 de febrero de 1911. Cortesía de Alfredo Leal.
Estos modelos urbanos siguen presentes y cada que hay una nueva construcción en la ciudad se escucha que las constructoras se comprometen a ciertas condicionantes. Sin embargo, es cierto que un gran número de colonias carecen de espacios públicos o verdes para la recreación, la práctica de deportes o el simple descanso y se siguen experimentando problemas de contaminación o mala calidad del aire, situación que no se ha podido mitigar en más de 100 años.
- Fuentes:
- Libro: Contreras Padilla, Alejandra. La ciudad jardín. Huellas decimonónicas en el urbanismo moderno.
- Hemeroteca EL UNIVERSAL