Desde los grandes medios de comunicación hasta usuarios de redes sociales abordan cada vez con más frecuencia la crisis de agua en la ciudad de México. Incluso comienza a ser tema de conversación y preocupación en el día a día de millones de habitantes que ven más real que nunca el “día cero” en que la CDMX no tenga agua.
Por desgracia, no es la primera vez que los capitalinos relacionan la idea de un recurso tan esencial como el H2O con la escasez, parcial o total. Esta entrega de Mochilazo en el Tiempo recuerda la total falta de agua que incluso cobró vidas en 1922, con miras a difundir un panorama que podría repetirse más pronto de lo que imaginamos.
Esta es la primera entrega de tres, en la que recordaremos por qué han ocurrido desabastos de agua en la capital y los sitios que afectaron desde los años 20 hasta la década de 1980.
La metrópoli que gritaba por agua
Por un siglo, las páginas de EL UNIVERSAL han reportado una crisis que nunca termina de amenazar a la ciudad. Década tras década, la falta de agua parece encontrar solución, sólo para verla volver de forma más preocupante que la ocasión anterior.
En las primeras décadas del siglo XX, la mayor parte del agua del entonces Distrito Federal (DF) provenía de pozos artesianos. Es decir, se extraía desde la misma tierra que ya sostenía miles de casas y edificios.
En aquella época, sólo los más adinerados podían bañarse diario, la mayoría de la población se aseaba solo los domingos, en lugares públicos.
El lunes 20 de noviembre de 1922 resonó una mala noticia: la mañana anterior la ciudad había despertado sin suministro de agua, miles se quedaron a medio baño -o sin bañarse-, el recurso faltaría por al menos tres días más.
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Por toda la ciudad se vieron caravanas de vecinos que cruzaban sus colonias en busca de agua, pero sólo la encontraban en las fuentes. Se informó que el gobierno prometía distribuir agua de 6 a 7 de la mañana y de 5 a 6 de la tarde.
Aquella vez no había sequía, sino que un desperfecto mecánico inundó la estación de bombas de la colonia Condesa que llevaban agua al DF. El día 22, los capitalinos ya conocían la desesperación por el agua, pues los motores seguían sin arreglarse y, a falta de presión, las dos horas de agua al día nunca llevaron líquido a los tinacos.
La crisis también reveló el impacto del desperdicio del público. Un reportaje del día 23 ofreció cifras del consumo diario de agua en la ciudad: mientras en París un habitante consumía 123 litros al día, y uno en Londres 70 litros, en la ciudad de México cada quien gastaba 594 litros diarios, de acuerdo con los cálculos de esta redacción, con base en datos del gobierno.
Los motores de las bombas no terminaban de secarse tras días de trabajos para ponerlos en marcha, por lo que llegó el domingo siguiente y la catástrofe sólo se prolongaba. Algunos ciudadanos solidarios aprovecharon este diario para informar de un par de puntos en el DF donde dueños de pozos ofrecían ayuda sin ningún interés.
Por supuesto, la voluntad de unos cuantos para compartir lo poco restante se quedó corta en el panorama. El mismo día se había reportado que, bajo riesgos para la salud, ya se estaba recurriendo a usar agua estancada.
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A lo largo de esa semana, la prensa no tenía otra opción que reportar de nuevo, cada día, que no había esperanzas de que pronto se restableciera el servicio.
El lunes 27 de noviembre del 22, en la primera plana de este rotativo destacó el titular “AGUA! AGUA! AGUA! FUE AYER EL GRITO METROPOLITANO”. Diez mil vecinos del DF, convocados por los periódicos capitalinos, partieron del Hemiciclo a Juárez de la Alameda Central al Palacio del Ayuntamiento, en una manifestación sin precedentes.
En el Hemiciclo hablaron periodistas como Jacobo Dalevuelta, entonces Jefe de Información de EL UNIVERSAL. Más tarde se sumaron voces de todos los estratos sociales, desde profesionistas hasta obreros y estudiantes. “No queremos discursos políticos, tenemos sed y queremos agua”, fue una de las consignas.
A pesar de la ejemplar protesta y de que el problema ya se debatía entre legisladores federales, no se esperaba regresar pronto a la normalidad. Esa segunda semana el descontento público aumentaba porque tampoco había cambios en el Ayuntamiento, a pesar de que la opinión pública ya había dejado claro que esperaba renuncias.
La falta de agua causó una balacera en el Zócalo
El colmo llegó el último día del mes, cuando una multitud estalló contra las autoridades capitalinas: le prendieron fuego al Palacio del Ayuntamiento y como resultado hubo al menos diez muertos y decenas de heridos (entre ellos, Dalevuelta tuvo una lesión por bala en la pierna derecha).
La crónica de este diario señaló que la multitud se enardeció al escuchar disparos y decidió derribar la gran puerta de madera del Palacio. Cuando los ciudadanos tomaron andamios de una obra cercana para usarlos como ariete, nuevos disparos atacaron al pueblo, esta vez a todas luces desde el Ayuntamiento.
El reportaje de la tragedia resaltó que los primeros disparos fueron un misterio, pues unas versiones afirmaban que llegaron desde la Catedral Metropolitana; otros que siempre apuntaron desde el también llamado Palacio Municipal de la ciudad; y también se decía que fueron manifestantes no identificados los primeros en abrir fuego.
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Por desgracia, aquella calamidad no tuvo seguimiento porque, con un motor de las bombas por fin funcionando, el 2 de diciembre la noticia era una pregunta: “Habrá hoy agua?”. Al final, el solitario motor sí hizo posible mejorar la situación, poco a poco, después de semanas sin el recurso natural más valioso.
Sin embargo, más de cien años después, no deja de resonar el silencio de la presidencia de Álvaro Obregón, que emitió un comunicado sobre la exitosa reparación de un motor, sin decir palabra sobre la violencia y muerte que ocurrieron la noche anterior.
En la próxima entrega de Mochilazo en el Tiempo narraremos otros episodios de crisis de agua en la capital en la década de los años 40.
- Fuentes:
- Hemeroteca y Archivo de EL UNIVERSAL.