Quienes frecuentan la zona por trabajo o por un fin de semana de paseo, seguro habrán notado que detrás de la Catedral Metropolitana, camino al museo del Templo Mayor, hay una casa que salta a la vista por su decoración3d. Aunque su aspecto apagado puede distraer, la Casa de las Ajaracas aún lucha por seguir en pie.
Hay ocasiones en que hacer un recorrido por la historia de un lugar o edificio nos lleva algunas décadas atrás. Esta casa, ubicada en República de Guatemala 34, en cambio, tiene historia de cientos de años y su construcción está relacionada al antiguo Templo Mayor.
Hoy este lugar, también famoso por el hallazgo arqueológico de la diosa Tlaltecuhtli, alberga desde el 2006 al Museo Archivo de la Fotografía (MAF). Para conocer este y más detalles EL UNIVERSAL entrevistó a Ivonne Ruiz Palacios, divulgadora cultural y arqueóloga.
Debe su nombre a los adornos árabes
El diálogo con Ivonne empezó con la pregunta más fácil de anticipar, el origen del nombre que la gente ha usado por tanto tiempo para este inmueble. Antes de responder, expresa que hablar de este monumento conlleva hacer referencia a la investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Gabriela Sánchez Reyes, quien hizo un minucioso estudio del tema.
Ivonne explica que de acuerdo con el libro Casa del mayorazgo Nava Chávez: Casa de las Ajaracas, publicado por la académica del INAH en 2009, el de “Casa de las Ajaracas” es un mote coloquial que se usa desde el siglo XX por los adornos hechos en yeso, que decoran su fachada desde el siglo XVIII.
Cabe mencionar que en la arquitectura llaman “ajaraca” a un tipo de adorno con líneas y florones que tiene aspecto de lazo, y que proviene de la cultura árabe y mudéjar.
Ivonne Ruiz aprovecha este punto para compartir que, se adhiere a la propuesta de Sánchez Reyes, quien optó por su nombre antiguo: Casa del Mayorazgo Nava Chávez.
Lo anterior, en vista de que en el siglo XVI el segundo dueño de la casa, Pedro de Nava, fundó dicho Mayorazgo, una vía legal para perpetuar la propiedad del inmueble en favor de su familia.
La residencia oficial de Las Ajaracas, un proyecto fallido
Ruiz Palacios comenta que, de acuerdo con Sánchez Reyes a mediados de 1999, momento en el que Cuauhtémoc Cárdenas era Jefe de Gobierno, se presentó una iniciativa para construir la casa del jefe de gobierno del Distrito Federal.
Por tal motivo se convocó al “Concurso Nacional Casa de las Ajaracas”. Las bases tenían varias especificaciones, entre estas, conservar la escalinata prehispánica que se había encontrado desde los años noventa.
En enero del 2000 se dio a conocer que los ganadores fueron los arquitectos Félix Sánchez y Javier Sánchez Corral, quienes tenían una gran tarea: respetar el contexto inmediato.
El pórtico que proponían restituiría el volumen original del edificio, y para sus fachadas se planeaba usar cantera y tezontle rojo, recubriendo el esqueleto metálico para aligerar la estructura de la fachada.
El empleo de cantera buscaba integrarse al contexto creando un diálogo con la textura y color de las ajaracas. Además, se planeaba que el edificio tuviera varios niveles, en donde el sótano sería un espacio semipúblico destinado a la exposición arqueológica.
Las páginas de EL UNIVERSAL registran que en diciembre de 1999 Sánchez Corral declaró que se requerirían cinco millones de pesos y tres meses para realizar el proyecto.
Sin embargo, para ese momento ya era noticia que se posponía la ceremonia de premiación del certamen a raíz de impugnaciones contra elementos de la propuesta ganadora, que rebasaba el número de plantas que está permitido construir en el Centro Histórico (cuatro), además de incumplir puntos clave de las bases.
Aunado a lo anterior, dice Ivonne, el Jefe de Gobierno en turno, Andrés Manuel López Obrador, consideró que el proyecto no era necesario, y por lo tanto el proyecto no se llevó a cabo.
Dejó de ser seguro para sus dueños
De vuelta a su pasado colonial, cabe decir que puede sonar difícil de creer, pero nuestra entrevistada confirma que la casa sí quedó en manos de los Nava por cerca de doscientos años, aunque también agrega que no vivían ahí y prefirieron rentarla. Por la época en que la familia vendió el edificio, había cuatro casas separadas tras la misma fachada.
Con base en la obra de Sánchez Reyes, Ivonne señala que sin duda era una propiedad de tamaño considerable y que hoy solo vemos una pequeña parte, ya que “el solar medía 41.8 metros por cada lado y abarcaba lo que hoy es Guatemala 34, Guatemala 36-38 y Argentina 2-4, 6 y 8”.
La familia Nava Chávez remató la propiedad al convento de La Concepción 1773, que lo conservó hasta 1860. Aclara que “no hubo ninguna fundación religiosa ahí, sólo pasó a formar parte de los bienes de las concepcionistas”.
Para continuar, nos menciona la lista de dueños que elaboró la profesora Gabriela Sánchez del INAH y resalta al señor José Peral, que la adquirió en 1929.
Para entonces, dice, hacía décadas que las partes del lado de la calle República de Argentina 6 y 8 habían dejado de formar parte de la propiedad. Peral observó los daños que acumulaba su construcción y solicitó permiso para demolerla.
Tras una inspección, la Coordinación Nacional de Monumentos Coloniales (CNMC) determinó que el edificio sí tenía graves afectaciones y peligro de derrumbe en ciertas áreas, por lo que autorizó un proyecto, pero no la demolición, nos narra Ruiz Palacios.
El señor Peral contrató entre 1931 y 1933 al entonces prestigioso ingeniero Federico Mariscal para la reedificación de los interiores con concreto armado, añadirle un nivel, y lo más importante: conservar las fachadas originales.
La intervención del ingeniero Mariscal sirvió para que la Casa mantuviera su lugar en el Centro Histórico por varias décadas, pero más adelante llegó otra adversidad crítica: el terremoto de 1985.
Ivonne nos adelanta que ya había “problemas debido a la extracción del agua del subsuelo y a que las fachadas de la parte oriental estaban sobre estructuras prehispánicas”, pero definitivamente el temblor empeoró la situación.
La arqueóloga cita de nuevo a Sánchez Reyes, quien en su libro comenta que después del sismo, la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos (CNMH) hizo el dictamen de las afectaciones, entre las que figuraban el hundimiento, desniveles, fracturas y fisuras.
A causa de esto, expone, “Guatemala 38, que pertenecía a los descendientes del señor Peral, fue expropiada en diciembre de 1992 por el Departamento del Distrito Federal (DDF), con la finalidad de garantizar la seguridad del edificio que estaba en riesgo de colapsar”.
De ese modo el DDF se hizo cargo de las obras y gastos de reestructuración, por lo que al año siguiente se realizó un estudio de comportamiento estructural. En ese momento ya se hablaba de que el edificio tenía lo que los expertos llaman “hundimiento diferencial”. Si usamos palabras más coloquiales, puede decirse que estaba “más chueco de un lado”.
Arqueólogos confirmaron el riesgo antes de la catástrofe
Fue en 1994 que comenzó la primera intervención arqueológica a cargo del Programa de Arqueología Urbana del INAH (PAU), con la supervisión del arqueólogo Francisco Hinojosa, comenta Ivonne Ruiz con base en el libro Tlaltecuhtli del también arqueólogo Leonardo López Luján.
Ivonne señala que entre abandonos e intentos por revitalizar el espacio con sus respectivos salvamentos arqueológicos, Leonardo López Luján narró que en el 2006 Xóchitl Gálvez, entonces Directora general de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, planeó que la esquina fuera sede del Centro Cultural para las Artes de los Pueblos Indígenas.
Por ello fue necesario hacer un cuarto salvamento arqueológico, en contextos del predio que no habían sido explorados y que estuvieron a cargo del arqueólogo José Álvaro Barrera Rivera dentro del PAU.
Fue así que en octubre de 2006 se encontró el monolito de la diosa Tlaltecuhtli. Debido a la relevancia del hallazgo, el Jefe del Gobierno del Distrito Federal, en ese entonces Alejandro Encinas, propuso que se buscara otro espacio para llevar a cabo el proyecto. Fue así que se le cedió el predio de la esquina al INAH, para integrarse a la zona arqueológica de Templo Mayor.
En este espacio se han continuado las labores de investigación dentro del Proyecto Templo Mayor dirigido por el arqueólogo Leonardo López Luján, en donde han surgido aportaciones relevantes que han permitido seguir conociendo la historia de este espacio.
Estos trabajos, de acuerdo con López Luján, comprobaron que el hundimiento era mayor hacia el lado oriente, que estaba sobre la plataforma del Templo Mayor. Además, la losa de cimentación construida por el ingeniero Mariscal ya no aseguraba la estabilidad del edificio.
Al poco tiempo, dice Ivonne, una parte de la fachada colapsó y se demolió el resto del edificio para proteger a los peatones y habitantes del área. “De este modo la parte oriental que correspondía a Guatemala 36-38, y Argentina 2-4 despareció”.
El rescate patrimonial de parte de las autoridades recuperó los marcos de las ventanas, cornisas y la hornacina barroca del siglo XVIII. Un detalle que nuestra entrevistada comenta con emoción es el proceso llamado anastilósis digital, a través del cual el Laboratorio de Imagen y Análisis Dimensional de la CNMH hizo una reconstrucción 3D, con base en datos históricos.
Ivonne considera que las visitas a museos y lugares históricos desde edades escolares “influyen de forma positiva o negativa en nuestro interés por el patrimonio. Señala la necesidad de apostar por cambiar los métodos de enseñanza tradicional, tanto en aulas como extramuros, en donde más allá de tener como objetivo memorizar datos se apunte a la reflexión.
También dice que es importante cambiar la idea de que el patrimonio solo es producto del pasado, estático, monumental y meramente material. Considera que se debe aprender a comunicar el conocimiento del pasado a la sociedad.
En esa labor de divulgación además del conocimiento científico, se requiere creatividad, habilidades de comunicación, y conocimiento sobre las tecnologías digitales. Sin duda hay retos, pero también oportunidades, opina.
Ruiz no pierde la oportunidad para recordar que, en vista de que la Casa de las Ajaracas forma parte del Centro Histórico de la CDMX, es Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Sobre la importancia del monumento, opina que se inclina por “pensar que su importancia recae en toda su historia, que va desde época prehispánica hasta la actualidad como un espacio que vive, que se puede visitar”.
Finaliza diciendo que hoy existen muchos proyectos de divulgación de las ciencias sociales y humanidades, en medios digitales, que son una muestra de que hay diversas formas de socializar el conocimiento, y que aprender sobre el pasado, más remoto o más reciente, no debe ser algo tedioso