Texto: Carlos Villasana y Ruth Gómez
La Ciudad de México cuenta con construcciones y monumentos que le han dado reconocimiento a nivel nacional e internacional. Algunos son del gusto del público, otros son avalados por instituciones expertas en la materia —como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura ( UNESCO ) — porque cuentan con los atributos para ser considerados patrimonio de la humanidad.
El Kiosco Morisco, en la colonia Santa María la Ribera, los Indios Verdes, al norte de la ciudad, y la Capilla de la Conchita hoy son muy populares en la capital; sin embargo, antes de ser del gusto de la ciudadanía, fueron rechazados por los residentes de las zonas cercanas a donde se encontraban o iban a ser recolocados.
El Kiosco Morisco
El hoy llamado Kiosco Morisco fue un pabellón que representó a México en una feria internacional, era llamado precisamente Pabellón Morisco . A su regreso al territorio nacional en 1887, tuvo como sede el sitio donde hoy se encuentra el Hemiciclo a Juárez , en la Alameda Central.
En entrevista, Rodrigo Hidalgo, cronista e investigador de la Ciudad de México, nos platicó del tema:
“A partir de 1887 fue usado para bailes , sorteos de lotería y más adelante para funciones de cine. En 1909, la Comisión Nacional del Centenario ideó el proyecto de construir un monumento a Benito Juárez en el mismo lugar y se decidió mover el pabellón a otro sitio; entre las opciones que registró la prensa se encontraban el Jardín de San Fernando, la Plaza de Villamil, que es donde ahora está el Teatro Blanquita, y la alameda de Santa María la Ribera”.
El Kiosco Morisco en la Alameda Central.
Según el investigador, al conocer esta última opción los vecinos de la Santa María escribieron una petición a la Secretaría de Gobernación para que no se trasladara ahí, en sus palabras, la alameda “se desfiguraría y perdería el atractivo, belleza y lozanía que hoy la distinguen”, consideraban al pabellón “grande, pesado, embarazoso e impropio”, “desagradable a la vista”. Ellos sugerían llevarlo a Chapultepec .
Esta solicitud apareció en el diario El Tiempo el 6 de junio de 1909, pero no tuvo éxito porque el pabellón fue inaugurado en Santa María el 26 de septiembre de 1910 en medio de una fiesta presidida por Porfirio Díaz .
Con el tiempo, el pabellón fue llamado “kiosco”, se convirtió en ícono de la colonia Santa María la Ribera y en un espacio muy querido para vecinos y visitantes, ha sido utilizado en logotipos y carteles de los negocios cercanos, además ha aparecido en telenovelas, comerciales y otras filmaciones.
Kiosco Morisco en una tarde rutinaria. Fotografía: Andrés Gándara.
¿Cómo sería la alameda de Santa María sin el kiosco? Una madre de familia nos dijo que quizás “sin tanta vida” porque aunque no hay una zona de juegos alrededor siempre hay alguna actividad que pueden disfrutar.
Un joven comentó que tal vez la zona estaría igual que otras en la ciudad, sin tanta iluminación y con poco comercio. Mientras tanto, una pareja de adultos mayores comentaron que a ellos les gustaba bailar en la parte que rodea al kiosco y cuando el ritmo no les permite moverse con tanta facilidad en clases de zumba o rock and roll, toman asiento en las bancas para ver cómo sus vecinos disfrutan de la alameda.
El rechazo de los Indios Verdes
Las esculturas de Alejandro Casarín de los tlatoanis mexicas Ahuizotl e Izcóatl , popularmente conocidos como " Indios Verdes ", estuvieron sobre Paseo de la Reforma y Bucareli entre 1891 y 1901, a unos metros de “El Caballito”, que hoy se encuentra en la Plaza Manuel Tolsá.
El 22 de septiembre de 1901, El Mundo Ilustrado publicó una nota que dejaba ver el descontento hacia dichas esculturas, obedecía al gusto de cierto sector de la sociedad porfiriana tendiente a una estética europea:
Ya era preciso. Los ‘touristas’ se sorprendían de encontrar frente a frente una estatua famosa la de Carlos IV, y dos horrendos figurones, que intentaban representar la inmaculada raza de Cuauhtémoc. Entre estos y aquella, existía todo un abismo de arte, en que la sátira se vertía con implacable justicia. Los ‘indios verdes’, de gruesa macana y manto de burda piel, ceden su puesto para que se levante en el lugar que ocuparon durante algunos años otras estatuas en que el arte se manifieste en toda su esplendidez.”
Momento en que uno de los dos “Indios Verdes” fue desmontado de su pedestal para ser trasladado a La Viga. Colección Villasana - Torres / El Mundo Ilustrado.
Según el texto, el traslado de las esculturas daría a Paseo de la Reforma una “hermosa vista” y la nueva casa de los tlatoanis fue Calzada de La Viga , a las orillas de la capital, a unos metros de donde actualmente está la Escuela Nacional Preparatoria 7 de la UNAM, donde estuvieron alrededor de 30 años.
Un par de postales de cuando Ahuizotl e Izcóatl estuvieron en Calzada de La Viga. Colección Villasana - Torres.
Muy cerca de los años 40, los tlatoanis fueron trasladados de nuevo, esta vez al norte de la capital en el cruce de la antigua carretera a Laredo y el Acueducto de Guadalupe, donde permanecieron hasta que se construyó la ampliación de la Línea 3 del Metro en 1979.
Encontraron su destino actual hasta el 2006, en el Parque del Mestizaje . Estaciones del Metro y Metrobús llevan su mote popular y está posicionado como un foco vital en la movilidad para los que viven en la ciudad y quienes ingresan a ella para estudiar o trabajar.
Ahuizotl e Izcóatl en los años cuarenta, en el cruce de la antigua Carretera a Laredo y el Acueducto de Guadalupe. Colección Villasana - Torres.
La fallida destrucción de la Capilla de la Concepción
Otro caso de intervención de vecinos que solicitaron la demolición de un inmueble fue el de la Capilla de la Concepción Cuepopan , también conocida como la Capilla de la Conchita, situada en la calle de Belisario Domínguez, frente al Templo de la Concepción, en el Centro Histórico.
No era de extrañar que algunos vecinos se sintieran incómodos con la presencia de esta peculiar construcción, por algún tiempo fungió como depósito de cadáveres.
En el libro 200 lugares imprescindibles. Centro Histórico , Héctor de Mauleón escribió:
“Dedicada a Santa Lucía, la capilla se quedó sin culto y en estado de abandono desde fines del siglo XVIII. Según José María Marroqui, las puertas sólo se abrían para colocar de cuando en cuando algunas velas. Al promulgarse las Leyes de Reforma fue vendida a particulares. Y así pasó de mano en mano hasta que el Ayuntamiento la adquirió en seis mil pesos para destinarla ‘a depósito de cadáveres de los insolventes’. Los cuerpos eran recogidos por la gaveta : un tranvía que los trasladaba a la fosa común del Panteón de Dolores”.
La comunidad se unió y realizó una colecta para echar abajo la edificación y en su lugar levantar una réplica de la polémica Capilla.
Tal propuesta llegó a los oídos de la dirección del Museo Nacional , ubicado en la calle de Moneda, que inmediatamente intervino y persuadió a las autoridades y vecinos de no efectuar tal barbaridad.
Para ello, el Museo Nacional emitió un informe, un fragmento fue publicado por la revista Arte y Letras el 20 de diciembre de 1908:
“Dicha Capilla es un ejemplar valioso, por pertenecer a una época posterior a la Conquista, que bajo el punto de vista arquitectónico, es igualmente digna de admirarse por las proporciones de los elementos decorativos que la forman; los ejemplares de esta época van siendo rarísimos en México, por lo que precisa conservar los pocos que hay, y que en fin, si como principio de higiene y ornato se ha construido un jardín en la Plazuela de la Concepción. La conservación de la Capilla, en nada la podrá afear, al antes por lo contrario, constituirá el mejor de sus adornos, despertando en el espíritu el recuerdo de otras épocas. Si su estabilidad está amenazada, debe restaurarse con prudencia, haciendo palpar en ella la conservación y no el abandono.”
La oportuna intervención del Museo Nacional sensibilizó a vecinos y autoridades, por ello tenemos hasta el día de hoy esta magnífica construcción en el Primer Cuadro Capitalino.
Capilla de La Conchita alrededor de 1908 en el Centro Histórico. Imagen Archivo General de la Nación.
Diseño web: Miguel Ángel Garnica
Fotografía antigua: Colección Villasana-Torres
Fotografía actual: Andrés Gándara
Fuentes:
- El Mundo Ilustrado
- Rodrigo Hidalgo, investigador y cronista
- 200 lugares imprescindibles. Centro Histórico