En los años 30 varios eran los salones de belleza para damas y peluquerías para ellos que gozaban de fama por sus especializados servicios y por su ubicación en pleno centro capitalino. Este fue el caso del salón de belleza “Marinella”, en los locales de la casa de la familia Escandón, en la esquina del hoy Eje Central Lázaro Cárdenas y la calle de Madero.
En este lugar donde se encontraba la famosa vivienda, ahora vemos el anexo del Banco de México, en el callejón de la Condesa, en la esquina con la calle de Madero, a unos metros del hoy Eje Central Lázaro Cárdenas, ahí fue donde se instaló “Marinella”, el cual estaba a la altura de los mejores beauty parlors (salones de belleza) del mundo.
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De acuerdo con anuncios de la época publicados en EL UNIVERSAL ILUSTRADO, dicho establecimiento contaba con sala de espera, lujosos interiores, personal altamente capacitado; incluyendo un experto en permanentes “graduado en California” y una especialista “graduada en París”, encargada de desaparecer las imperfecciones del cutis.
El salón Marinella estaba en un local de la casa de los Escandón, frente al Sanborns de los Azulejos
La famosa casa de la familia Escandón, también conocida como la Casa de los perros y leones, por las figuras de ornato que tenía en la parte superior, ocupó el sitio donde antes estuvo la residencia de los marqueses de Santa Fe de Guardiola.
No menos importante era el hermoso y siempre cuidado espacio de flores y vegetación de aquella propiedad que daba a la avenida Madero, al que se llamaba Jardín Guardiola. La casona fue demolida en 1938, para levantar en su lugar al Edificio Guardiola, anexo del Banco de México, que se conserva hasta la actualidad.
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Diversas crónicas calificaban la enorme y vistosa residencia como parte central del paisaje urbano y la puerta de entrada hacia el Centro de la Ciudad, al encontrarse en el siempre agitado cruce de las avenidas San Juan de Letrán, hoy Eje Central Lázaro Cárdenas, y la de Madero, así como por su notable construcción vecina, el Palacio de los Azulejos.
Después de ser una residencia y debido a su estratégica ubicación, con el paso del tiempo la casa de la familia Escandón la ocuparon diversos establecimientos comerciales; entre muchos otros negocios, se recuerdan las oficinas del Aviso Oportuno del periódico EL UNIVERSAL, el Colegio La Salle y el exclusivo salón de Belleza Marinella.
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Existe gran cantidad de postales y fotos del lugar en las que se aprecia el vistoso letrero que indica “Beauty Parlor”, pero muy pocos saben sobre la existencia y el nombre de uno de los más importantes Salones de Belleza del Centro de aquella época.
Siendo uno de los más importantes puntos de encuentro de la sociedad de los años treinta, el salón se ganó un reportaje gráfico en EL UNIVERSAL ILUSTRADO, del cual recuperamos algunas imágenes y testimonios:
“Coincidiendo con el regreso de Mayra Farfán, socia de esta casa, que ha regresado de un extenso viaje por los Estados Unidos, visitando los principales salones de belleza de dicho país, deseamos llamar la atención de nuestra estimable clientela a los modernos y nuevos implementos que hemos adquirido y que constituyen lo más moderno en procedimientos y aparatos para embellecer y rejuvenecer a las damas de la ciudad de México.
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“Es nuestro deseo -después de haber visitado los principales establecimientos de este ramo en los Estados Unidos- que Marinella esté a la altura de los mejores Beauty parlors del mundo, pues no hay razón para que las damas mexicanas no tengan a su disposición un salón de belleza de la misma categoría, lujo y eficiencia que los hay en el extranjero. Si usted no conoce esta casa, visítenos y será convencido”.
Otros famosos salones de belleza del centro de la capital y la colonia Roma
Más adelante, EL UNIVERSAL ILUSTRADO hace un pequeño recuento de los propietarios de los más importantes salones de la Ciudad de México. Resulta fascinante leer las semblanzas de los dueños, mujeres y hombres que abrieron el camino para las miles de peluquerías, estéticas y salones de bellezas de la capital.
Se lee que Manuel Vallecillo, de nacionalidad española, laboraba desde los 18 años en el salón de belleza ubicado en la calle de Gante, de nombre Tranvías y luego adquirió el salón Princess No.1 en la calle de Seminario, “su clientela es tan numerosa que debe llegar a la decena de millar”.
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Otro famoso salón de belleza estaba en Avenida Jalisco, luego Álvaro Obregón, de nombre Salón María Antonieta, donde la habilidad peluqueril de Humberto Glannotti, “ha dejado complacidas a las señoritas de la colonia Roma”.
El salón Ideal estaba a cargo de Sara Zubieta, especialista en rizados de cabello y quien era famosa por sus cremas y lociones que habían “alcanzado fama mundial” y que ella misma preparaba para el cutis de su clientela, la mayoría estrellas de la farándula de los años 30.
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El salón Eureka se encontraba en la calle de Jalapa, casi esquina con la calle de Colima. Ahí daba servicio el distinguido Rafael Ibarra Reyes de origen poblano, así como su equipo de manicuristas que lo mismo daban servicio a los caballeros que a las damas, cada cual “en sus departamentos adecuados”.
María Luisa Rodríguez estaba al frente del salón Salomé, también en la avenida Jalisco, hoy Álvaro Obregón, el cual siempre está “concurridísimo, por las chicas más guapas de la colonia Roma… no hay como él para hacer un corte de última moda a la bob”.
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En la calle Del Carmen se encontraba el salón del mismo nombre, a cargo del zacatecano Hilario Aguilar Huerta. Otro era la peluquería La Moderna, en San Juan de Letrán, hoy Eje Central Lázaro Cárdenas, cuyo propietario era de Puebla.
La señorita Lorenza Giannotti, hermana de Humberto Gianonotti, era su socia en el salón María Antonieta, en la hoy avenida Álvaro Obregón, y demostraba su habilidad como manicurista y peinadora, además de ser experta en el ondulado permanente, así como buena administradora.
En tanto que Pedro Pallares, originario de la capital, era “indudablemente uno de los magnates del ramo de la peluquería en la ciudad de México”. Dueño de la peluquería Madrid, en la calle de República del Salvador, que contaba con un salón adjunto para damas, así como moderno equipo y excelente servicio; pero además tenía otras 7 peluquerías en distintos sitios de la capital… “y es por esto que lo consideramos el Rockefeller en el ramo de las barberías metropolitanas”, explicaba el texto.
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En aquellos años estos eran lugares de lujo y aún más acudir a alguno que gozara de fama y renombre que muy pocos podían costear.
Así es como el recuerdo del efímero salón de belleza de la Plaza Guardiola, en la esquina del Callejón Condesa y Madero, así como otros distinguidos locales de belleza del centro y la colonia Roma, es otro momento congelado en el tiempo que hoy recuperamos del archivo de la hemeroteca del periódico EL UNIVERSAL para nuestros ávidos lectores de Mochilazo en el Tiempo.
- Fuente:
- EL UNIVERSAL ILUSTRADO/Hemeroteca de EL UNIVERSAL.