A una cuadra del Zócalo capitalino, sobre la avenida Cinco de Mayo, se encuentran los toldos rojos y puertas de cedro tallado del café El Popular. Este “café de chinos” opera desde hace más de setenta años y se ha vuelto icónico entre locales y turistas del primer cuadro de la Ciudad de México.
El Popular y los hoteles del Centro Histórico tienen algo en común, y es que sus puertas nunca cierran. Sin importar si es mañana, tarde, noche o plena madrugada, aquí se puede pedir desde un café lechero -como los tradicionales de Veracruz- hasta un gran plato de enchiladas suizas.
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En esta entrega de Mochilazo en el Tiempo hicimos una visita nocturna a las décadas de historia de los cafés que siempre están al servicio de viajeros, trabajadores y fiesteros que por una razón u otra pasan la noche recorriendo las calles del centro capitalino.
Un café de chinos muy mexicano
“Toda la vida hemos trabajado 24 horas”, asegura don Pepe con firmeza, para luego decirnos que laborar jornadas extensas no le resulta extraño ni a él ni a su personal. El por qué, dice, “es otra historia más vieja”.
Narra que “allá en Tampico mi padre fue cocinero de El Águila, pasó por varios oficios y terminó en un molino… un amigo de Tacubaya le dijo del negocio del café”. En ese momento su padre decidió viajar al Distrito Federal y comenzar el establecimiento de comida con su amigo como socio.
Don Pepe señala que el horario actual fue un acuerdo entre los socios fundadores desde los años cuarenta, sin cambios hasta hoy. Lo que sí se modificó fue el nombre del local, pues agrega que más tarde su padre compró la parte del socio en cuestión y El Bohemio pasó a ser El Popular, sin dejar de ser un “café de chinos”.
Con setenta años de vida, el restaurantero recuerda que en aquella misma época surgieron otros cafés en la ciudad, también por emprendimiento de inmigrantes chinos. Es el caso de “La Nacional”, que recibe su nombre por su cercanía con el edificio de la Lotería Nacional, y que se encontraba a lado de “El Rosales”, sobre la calle del mismo nombre.
Quizá con un toque irónico, resulta ser que los establecimientos de comida que fundaron los primeros chinos de la capital del país no tenían nombres chinos. Eso sucedería hasta la apertura de China, según indica don Pepe, tras la muerte de Mao Zedong.
Aunque hoy pudiera pensarse que un restaurante de 24 horas habría enfrentado escasez de clientes a mediados del siglo XX, el señor Eng nos dice que “había mucha vida nocturna antes de Uruchurtu”, en referencia al jefe del Departamento del Distrito Federal que implantó cambios notables a la ciudad entre 1952 y 1966.
En parte la clientela nocturna de aquel entonces llegaba gracias a la estación de autobuses que se situaba en la calle de Palma. Del mismo modo, les era de gran ayuda que el Zócalo tenía una afluencia de defeños como la que ahora vemos en la Merced.
Por otro lado, nos cuenta que les era posible mantener el ritmo porque diferentes actividades las llevaban a cabo en diferentes horarios: “la leche llegaba en la madrugada, la basura pasa por la noche, o si no se ponían a hervir las papas… siempre hacíamos algo de noche”.
Dado que era un negocio familiar, desde joven don Pepe tuvo que dedicarse a áreas como la cocina y la panadería, aunque asegura que lo segundo ya no es algo que se le dé muy bien ahora. El gerente en esos años era su padre, quien dirigió el café hasta sus 87 años.
Como es de suponerse, cuando faltó el señor Luis Eng, llegaron algunos cambios para El Popular, aunque hacerlos realidad fue un proceso: “Ya que murió mi padre dije ‘tengo que juntar lana, pa’ juntar lana tengo que dar un buen servicio, pa’ dar un buen servicio tengo que hacer esto…”, explica.
Sin embargo, desde mucho antes, José Luis Eng tenía claras las metas que le fijaría al establecimiento. “Me ha costado mucho quitarle el estigma de ‘café de chinos’ -que sigo siendo café de chinos a mucho orgullo-, pero sí quitarle la imagen de barato, mugroso”.
Al igual que el resto de los cafés de este tipo en la ciudad de México, El Popular es un espacio intercultural entre México y el lejano oriente. Hay una especie de dualidad que pareciera distinguir a estos negocios, que mantienen discretas decoraciones asiáticas a la vez que sirven café lechero y chilaquiles.
Para don Pepe esto no parece ser un problema, pues tiene clara su identidad, producto de una doble herencia cultural. Así como se enorgullece de su trabajo frente al café de chinos como uno de diez socios, también nos dice “Yo soy más mexicano que los chilaquiles”.
Servicio nocturno que favorece a muchos
El gerente nos comenta que la variedad de comensales en la noche va desde algún enfiestado perdido en busca de comida o viajeros cansados, hasta los que trabajan un turno nocturno, como policías, guardias, taxistas, sexoservidores e incluso uno que otro “maleante”.
El servicio de noche es un alivio para quien busca algo de comer para sobrellevar el desvelo, sin embargo, tiene sus riesgos, como es el caso de los asaltos, aunque el señor Eng enfatiza que es una zona “relativamente segura”.
Don Pepe hace cálculos y a grandes rasgos explica que se consumen hasta cien kilos diarios de tortillas, las cuales piden a un proveedor. Fuera de ese producto, todo lo demás como es el pan blanco, los bolillos, el pan dulce, el chorizo, el mole y los tamales, entre otros, se producen en la misma cafetería.
Lo que define al café según su gerente es que cuentan con productos de primera calidad, como es el caso de la leche que la traen directo de un rancho de Texcoco, o el chocolate que viene desde Oaxaca. De igual forma, todas las salsas que dan sabor a sus platillos las preparan los cocineros del local.
Para cubrir la demanda que esto conlleva, cuentan con un total de 110 empleados con jornadas distribuidas para estar en servicio todo el día.
Gracias al fondo de emergencia con el que contaban, el café El Popular logró mantenerse en pie mientras muchos otros negocios familiares se vieron obligados a cerrar permanentemente por las prohibiciones que se implementaron para detener la pandemia del coronavirus.
Actualmente, con la apertura paulatina de negocios de comida y el regreso a la normalidad el café pudo ver luz al final del túnel.
La modernización conservó su esencia
Desde la segunda mitad del siglo XIX llegaron migrantes chinos a América, al inicio para trabajar como obreros en Estados Unidos. Al poco tiempo enfrentaron discriminación, en el caso del vecino del norte con carácter legal
A pesar de ello, tanto el gobierno de Porfirio Díaz como el de Francisco I. Madero rechazaron ese discurso contra los obreros chinos y permitieron su ingreso al país. Fue así como un número considerable de personas llegó a México desde Estados Unidos y también por vía marítima. El señor Luis Eng Fui fue parte de esta ola de migrantes.
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Originario de la provincia de Cantón, con tan sólo 10 años, Eng Fui (su nombre original) llegó al puerto de Tamaulipas en 1906 junto con varios paisanos.
José Luis Eng recuerda que, a finales de los años setenta, el café no se encontraba en las mejores condiciones. Su padre y gerente, con un pensamiento tradicional y rígido, mantuvo la fórmula de ofrecer comida a precios accesibles y el servicio 24 horas por más de 30 años.
Sin embargo, la competencia había crecido en la ciudad, en especial con el surgimiento de las cadenas de cafeterías “estilo norteamericano” como Vips, Denny’s y Toks.
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Con la segunda generación de la familia Eng a cargo el restaurante se adaptó a los cambios que experimentaba la ciudad de México durante la segunda mitad del siglo XX. Esto incluye en especial a sus hijas, Adriana como chef ejecutiva y Lilia como apoyo en las redes sociales del café.
Entre las innovaciones está el cambio de mobiliario, que por la alta afluencia sobre la calle de 5 mayo se diseñó para comer rápido y dejar el lugar libre para los siguientes comensales.
También resalta la oferta de paquetes como podría verse en cualquier restaurante de cadena, pero con la ventaja de ofrecer un precio más accesible por el cual puede disfrutarse de una comida de tres tiempos.
La modalidad “para llevar” fue un elemento que incorporó luego del cierre de establecimientos durante la cuarentena y para cubrir los gastos del pago de renta, nómina del personal y los servicios que utilizan.
Ahora con las nuevas políticas de restricción para los envases desechables, se busca la manera de absorber el costo, con tal de no subir los precios.
Un café famoso dentro y fuera del país
El gerente nos comparte una anécdota que resume su satisfacción luego de años de trabajo duro. En una convención de slow food en Turín sus hijos tuvieron una conversación en la que alguien se acercó a ellos tras escuchar que eran de México. La persona, con añoranza y una sonrisa, les preguntó “¿conocen un lugar que se llama El Popular?”.
Según nos narra don Pepe, su hija, que hoy trabaja como chef a cargo del menú, se formó en el Centro Culinario Ambrosía, que desde los años ochenta se distinguió por su aproximación a la calidad e innovación gastronómica.
Es gracias a ello que Adriana Eng puede tomar el reto, por ejemplo, de que en los dos locales de El Popular la comida tenga siempre el mismo sabor y sazón.
Claro que, en un negocio que pocas veces ha cerrado sus puertas en tres cuartos de siglo, hay elementos que no pierden su tradición. Tal es el caso del pan, que, si bien ya comentamos que no necesariamente son recetas típicas de China, sí comparten su preparación con otros “cafés de chinos”.
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Es entonces que el señor Eng recuerda la clásica receta de bisquets, mientras gesticula como si manipulara la masa: “tenía sus dobleces específicos, luego había que refrigerarlo, volverlo a amasar -que ya amasar en frío cuesta un trabajo…- y de ahí repetir”.
No niega que es un proceso arduo, pero resalta que el sabor del pan hacía que todo el esfuerzo valiera la pena.
A pesar de lo anterior, quizá lo que mejor habla de El Popular es que siempre tienen a quién atender y que ha habido ocasiones en que no se dan abasto, misma razón que los llevó a expandirse.
El edificio contiguo luce el mismo letrero y no es un espejismo: desde hace 16 años se presentó la oportunidad e inauguraron el nuevo espacio la navidad de 2006. Da la impresión de que don Pepe creía que así distribuirían mejor la carga de trabajo, para toparse con una sorpresa en el último momento: ambas puertas tenían en frente filas extensas.
El Popular, hoy
Los distintivos de El Popular de los años cincuenta no han cambiado hasta la fecha, siendo de los pocos “cafés de chinos” que permanece en pie tras tantos años. Debido a la popularidad del lugar durante los primeros años del siglo XXI, se aprovechó la oportunidad de expandir el negocio al local de junto.
En los primeros años del café, el local vecino fue una tienda de insumos médicos que operó por cien años exactos, después el espacio lo rentó un centro joyero que no funcionó y finalmente recibió la expansión de El Popular, para ofrecer más espacio a los clientes ansiosos por tomar un café lechero con pan o una comida corrida.
En noviembre del 2006 la segunda sucursal abrió sus puertas emulando el estilo interior del restaurante original. Los gabinetes con asientos de madera y cuadros con fotos e imágenes históricas del lugar dan la esencia al café hermano.
De nuevo se utilizaron las fórmulas de exhibir el pan en una gran vitrina para atraer a los transeúntes, junto con el suave olor a café que se respira al pasar por la calle, y de mantener abiertas las puertas toda la noche.
- Fuentes:
- Entrevista con José Luis Eng Mascareñas, gerente del café El Popular.
- Un análisis de la migración china a México a través de documentos que el #AGNResguarda.