Como se dijo en la entrega anterior, una vez que el movimiento Delahuertista parecía perder la batalla contra el gobierno federal, Adolfo de la Huerta tuvo que huir del país para evitar algún atentado que pusiera en riesgo su vida. Por un tiempo lideró el movimiento en el extranjero, pero pronto llegó a su fin una vez que Plutarco Elías Calles tomó la presidencia.
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Después de huir del país, De la Huerta viajó por diferentes estados de la Unión Americana. Pasaron varios meses en los que se mantuvo escondido para evitar ser aprehendido por agentes del gobierno.
El escenario era tenso ya que el nuevo régimen tenía por objetivo dejar atrás los movimientos revolucionarios a cualquier costo; esto hizo que De la Huerta y otros funcionarios no pudieran regresar a México por varios años.
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Una vez que todo se tranquilizó, la familia De la Huerta pudo reunirse y se instalaron en Los Ángeles, California. La situación económica lo llevó a buscar otras oportunidades de trabajo.
Con su afición y habilidad por la música instaló una escuela de canto basada en las clases de “bel canto” que tomó en su juventud, así como en las clases del maestro Breneman.
El bel canto es una práctica que se remonta a los siglos XVII, utilizado para enseñar a cantar a los “castrati”, niños que eran castrados para no perder su voz aguda al momento de llegar a la adultez.
Una vez que esa práctica cayó en desuso, el bel canto se trasladó a la ópera italiana con ejercicios para desarrollar todo el aparato respiratorio que produce la voz. Se buscaba tener habilidad y capacidad para cantar sin esfuerzo con el dominio de la respiración y las cuerdas vocales.
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De la Huerta el “hombre milagro” del canto
Esta antigua técnica de canto que impartió Adolfo de la Huerta, desarrollaba la habilidad de ejecutar líneas melódicas complejas, escalas elaboradas y dominar cualquier canción operística sin importar su dificultad.
Se dice que no anotó su método de enseñanza. El único registro detallado que existe sobre sus clases es un libro escrito por su secretario particular, Roberto Guzmán Esparza, con el título de “Adolfo de la Huerta, El Desconocido”.
Estas memorias personales sobre el pasado artístico del expresidente se mantuvieron inéditas hasta su publicación en 2009. La Universidad Autónoma Metropolitana junto con la colaboración del historiador Pedro Castro editaron y publicaron el libro en el marco del centenario de la Revolución Mexicana.
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En el libro, Roberto Guzmán relata su experiencia como alumno de Adolfo de la Huerta, dió testimonio de no tener habilidad para cantar y que, gracias a las lecciones de su antiguo jefe, desarrolló una voz excepcional.
Guzmán también escribió “Memorias de Don Adolfo de la Huerta, según su propio dictado”, este libro es el más conocido sobre la vida de este personaje. A pesar de ser un testimonio con fuentes de primera mano, en sus líneas se habla poco sobre su trayectoria musical.
“Al que no cante, lo haré cantar…”
La fama que construyó De la Huerta como maestro de canto se acompañó de una frase que decía con total convencimiento:
“Al que no cante, lo haré cantar, al que ha perdido la voz haré que la recupere, al barítono lo convertiré en bajo y al bajo en tenor".
Él aseguraba que era capaz de “construir voces” gracias a los ejercicios que aprendió del bel canto.
El estudio donde impartía clases se encontraba en su domicilio, con dirección en la calle de Hollywood Boulevard 4803, cercano a varios estudios cinematográficos que empezaron a proliferar por la creciente popularidad de las películas.
En aquel entonces cuando De la Huerta se instaló en Los Ángeles, después de varios meses escondido. A mediados de la década de 1920, el mundo del cine estaba pasando por una transición muy importante.
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El cine mudo dejó de producirse para dar paso a las primeras películas sonoras, una novedad que en poco tiempo causó inquietud en muchas estrellas de cine que eran expertas en mímica, pero no tenían experiencia cantando o modulando la voz.
Dicho escenario fue una excelente oportunidad para De la Huerta, que había dejado atrás su carrera musical para dedicarse a la política. Sin embargo, después de perder contra sus paisanos, la política ya no era una opción para trabajar, mucho menos viviendo en el exilio.
Fue así que retomó los estudios con los que aprendió a cantar de forma profesional: la técnica de aquella cantante italiana que enseñó a su madre para dar clases, las lecciones del señor Grossi y el método que memorizó de su amigo y mentor Karl Breneman. Los tres maestros que influyeron en el estilo de enseñanza de Adolfo, tenían en común el bel canto.
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Este método de enseñanza se basaba en el modelo creado en el siglo XVIII por el compositor y músico italiano Nicolás Porpora: Según los registros históricos, con sus clases de bel canto podía desarrollar la voz en un par de años.
De la Huerta adaptó y sintetizó el método de Porpora para aprender a cantar profesionalmente en cuestión de meses, dependiendo de los ejercicios que aplicaba en cada alumno.
Con esos conocimientos, Adolfo de la Huerta utilizó esta técnica para ejercitar la voz y prometía que con sus clases cualquiera podía pasar de aficionado a cantante profesional de ópera.
En un principio muchos escépticos creyeron imposible tal afirmación. A pesar de ello, la academia empezó a tener fama gracias a los alumnos que salían maravillados por sus clases.
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Uno de los primeros discípulos del expresidente fue Roberto Guzmán Esparza, su secretario personal, quien pasaba por carencias económicas y pidió a De la Huerta un préstamo o algún trabajo para sobrevivir al exilio.
El propio Adolfo, que también pasaba por problemas económicos después del movimiento delahuertista, dijo a su compañero que le enseñaría a cantar tan bien, que sería capaz de ganarse la vida cantando. En un inicio Guzmán pensó que era una broma, pero Adolfo insistió que con su asesoría se convertiría en un cantante de ópera destacado.
Continuando con el relato de Guzmán, De la Huerta estaba tan seguro de su método que le ofreció un trato, si él le construía una voz para dedicarse como cantante profesional, éste le daría un porcentaje de sus ganancias cuando alcanzara la fama. Después de aquella proposición y con curiosidad, Guzmán aceptó el ofrecimiento.
Una vez acordado el trato, De la Huerta pidió a su nuevo discípulo una carta donde especificaba su nivel de conocimientos para cantar y que si adquiría dicha habilidad pagaría con el 25% de sus ganancias futuras.
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Con la ayuda del expresidente y de su esposa Clara Oriol, Guzmán tomó todos los días lecciones basadas en ejercicios de respiración, vocalización y solfeo. Pasaron siete meses, hasta que un día Adolfo le pidió que cantara una nota alta, para sorpresa de Guzmán al momento de cantar salió de su garganta una potente voz que no reconocía, había aprendido a cantar.
Después de aquel “milagro” Guzmán Esparza se presentó en varias audiciones que le dieron importantes papeles, primero en la ópera y después en el cine. Gracias a su nueva habilidad para cantar, pronto obtuvo un contrato con Warner Brothers.
Participó en películas como “The desert song” (1929), “Del mismo barro” (1930), “La voluntad del muerto” (1930), entre otras cintas donde fue actor secundario o prestaba su voz para escenas musicales. En agradecimiento y cumpliendo con el contrato, Guzmán pagó a De la Huerta el 25% de sus ganancias como cantante y actor.
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Roberto E. Guzmán en “The Dessert Song” (1929).
Aunque la calidad del metraje sea bajo debido a la antigüedad de la película; lo relevante es apreciar la voz de Roberto Guzmán Esparza en una escena de cine. Su nombre artístico era Roberto E. Guzmán.
Casos como éste se fueron repitiendo entre los discípulos del expresidente. Con el tiempo, la efectividad de su método atrajo a muchas estrellas de cine que buscaban mejorar sus habilidades de canto. Le decían “El hombre del milagro”, ya que nadie más era capaz de crear y recuperar voces como él.
Con sus clases quitó la afonía a artistas que habían perdido la voz, ya sea por vejez o por alguna afección. Del mismo modo, si el alumno quería cambiar de tesitura él era capaz de lograrlo después de cierto número de lecciones.
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Entre los artistas que pasaron por su estudio podemos mencionar a Agustín “Guty” Cárdenas, Lupe Vélez, Gerain Creer, Agnes Ayres, entre muchas estrellas de aquella época que se han perdido en la historia del cine.
La sala de espera del estudio siempre estaba llena de artistas y personas de diferentes ocupaciones, esperando su turno para tomar esas clases “milagrosas”. La agenda del expresidente era tan demandada que llegó a trabajar hasta 12 horas tan sólo dando clases y asesorías a sus alumnos.
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El Indio Fernández y De la Huerta compartieron el exilio y su amor por el cine
Muchos simpatizantes de Adolfo de la Huerta huyeron del país debido a las represalias por quienes estaban a favor del movimiento que desconocía el gobierno de Obregón y la imposición de Calles.
Uno de ellos fue Emilio “El Indio” Fernández, este personaje reconocido en la historia del cine participó en el movimiento Delahuertista y se sumó al exilio una vez terminado el movimiento.
Se estableció en Los Ángeles y trabajó en un sin número de oficios, pero atraído por los estudios de cine que se encontraban en Hollywood audicionó como extra en varias producciones. Después de un par de actuaciones conoció a Dolores del Rio, quien le dio la oportunidad de impulsar su carrera como actor.
Debido a su cercanía en el medio artístico, Emilio se encontró con Adolfo de la Huerta. Ambos tenían en común aquel movimiento armado que les costó huir del país y comenzaron a frecuentarse.
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En una ocasión Adolfo, consciente de la trayectoria de Emilio, De la Huerta le dio un consejo que tomaría como un impulso para su carrera en el cine:
“Aprende a hacer películas y regresa a nuestra patria con el conocimiento. Haz nuestras películas y así podrás expresar tus ideas de manera que lleguen a miles de personas […]”
Al regresar a México, Fernández se incorporó a la industria del cine mexicano y explotó todo lo aprendido en Hollywood, primero como actor, después como guionista y más tarde llegó a ser uno de los directores de cine más prolíferos, con películas que han pasado a la historia del cine nacional.
El hijo de Caruso fue alumno de Adolfo De La Huerta
Enrico Caruso Jr., hijo de uno de los mejores cantantes de ópera de finales del siglo XIX y de principio del siglo XX, se encontraba arreglando asuntos de su difunto padre en Nueva York. Lo habían invitado para interpretar a su propio padre en una película; finalmente declinó la invitación porque consideraba que no tenía suficiente talento como él.
Caruso Jr. tenía un gran peso de expectativas por ser descendiente de una estrella operística. Había sido instruido por maestros reconocidos de canto en Roma y Milán, pero todos ellos aseguraban que el caso de Caruso Jr. estaba perdido y jamás llegaría a cantar profesionalmente.
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Después de la muerte de su padre, dedicó su vida a trabajos que no estaban relacionados con el espectáculo. A pesar de eso, con el deseo de intentar una vez más incursionar en la música se dirigió a Los Ángeles, donde existían numerosas academias de canto.
Una vez instalado en la ciudad se encontró con un viejo amigo de su padre, Andrés Perelló, quien le recomendó un excelente profesor que le daría la voz que tanto deseaba. Caruso Jr. quedó asombrado de que un expolítico mexicano le enseñaría lo que ni los mejores profesores de Italia habían podido desarrollar.
Una vez en el estudio de Adolfo de la Huerta, Caruso Jr. se sentó para esperar su turno y después de escuchar la voz de quienes tomaban sus clases, decidió apostar por el método que impartía aquel hombre desconocido.
Cuando Caruso Jr. pasó para su primera lección le confesó que a sus 27 años no esperaba tener la voz de un cantante profesional, ya que muchos lo consideraban caso perdido; no obstante, De la Huerta le dijo “soy carpintero de la voz, voy a crear una para usted”.
Después de aquella plática, Caruso Jr. trabajó diariamente con el maestro, a expensas de muchos quienes conocían su mala fama y pensaban que era una pérdida de tiempo enseñar a alguien incapaz de cantar.
Con el paso de los meses y de horas practicando ejercicios de respiración y vocalización, el milagro sucedió de nuevo. De aquella voz que muchos consideraban caso perdido salió la de un tenor capaz de interpretar cualquier ópera.
Tiempo después, durante una clase en el estudio de De la Huerta, Manuel Reachi, encargado del departamento hispano de los estudios Warner Brothers visitó el estudio. Este departamento realizaba películas de clase “B”, pero no menos llamativas que las películas principales.
De la Huerta, que conocía a Reachi lo hizo pasar para que conociera a Caruso Jr., después de un par de canciones, el representante quedó maravillado y su sorpresa aumentó al enterarse que era nada menos que el hijo del gran Enrico Caruso.
No pasó mucho tiempo para que, gracias a esa audición improvisada, Caruso jr. firmara un contrato con Warner Brothers y participara en películas como “Hombres sin miedo” (1932), “Take a Chance” (1933), “La buenaventura” (1934) y “The Golden voice” (1935), entre otras, donde prestaba la voz que había construido gracias a De la Huerta.
Enrico Caruso Jr. cantando Che gelida manina (1938).
No existen muchas grabaciones de la voz de Enrico Caruso Jr. a comparación de su padre. No obstante, pueden recuperarse un par de canciones cantadas por él. Fuente: Tomado de YouTube.
Para desgracia de Enrico Caruso Jr. su fama duró poco tiempo; ya que regresó al mundo de los negocios en Nueva York. Años después, Caruso Jr. escribió una carta a de la Huerta en 1941, donde le rogaba retomar clases porque había perdido su habilidad para cantar.
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No hay evidencia de que la carta fuera respondida y las clases nunca se efectuaron debido a que, para ese entonces, De la Huerta había regresado a México como funcionario en el gobierno de Manuel Ávila Camacho y las responsabilidades que tenía imposibilitaban retomar su carrera como maestro de canto.
El regreso de Adolfo de la Huerta a México
Aunque De la Huerta trató de reconciliarse con Calles, nunca se retomó contacto entre ellos y su exilio se extendió más de 10 años. Para 1935, con el gobierno de Lázaro Cárdenas, a través de Froylán Manjarrez, De la Huerta tuvo la oportunidad de volver a México, sin enfrentar represalias por los movimientos armados que había encabezado, y devolvieron todos sus bienes confiscados.
Amigos y simpatizantes celebraron el regreso de Adolfo de la Huerta el 29 de noviembre de 1935, después de 12 años de exilio.
Esta casa editorial cubrió el esperado regreso del expresidente ya que resultó una victoria que, aunque tardía, daba pie al final de un gobierno autoritario que se había mantenido desde Plutarco Elías Calles y con su influencia en los presidentes posteriores.
En un inicio, De la Huerta declaró que no continuaría en la política y que se enfocaría en las artes, como la música para enseñar a los jóvenes las habilidades del canto. Sin embargo, Cárdenas no tardó en solicitarle que fuera su asesor personal a lo que él accedió.
De la Huerta retomó su carrera política después de la aventura en Hollywood; se desconoce por qué abandonó su carrera como maestro de canto y aquella fama de hacer “milagros” con la voz de sus alumnos.
Según el historiador Pedro Castro, una de las razones por las que decidió volver a la política fue por el descenso de la popularidad de películas musicales, que cambiaron por cintas con temáticas de vaqueros. Asimismo, la ópera tuvo un importante descenso en cuestión de popularidad, por lo que De la Huerta consideró el final de sus clases en Estados Unidos una vez volviera a México.
Poco tiempo después, Cárdenas se encargó de exiliar a Plutarco Elías Calles, como consecuencia de las intervenciones que tuvo durante tres presidencias en que se consideró a sí mismo “el Jefe Máximo”, para evitar que continuara con esa práctica.
El exilio se llevó a cabo durante la madrugada del 10 de abril de 1936, fue arrestado y enviado por avión a Estados Unidos.
En 1937, el presidente decretó una ley de indulto donde permitía regresar al país a todos los exiliados que participaron en los movimientos delahuertista, gomista, serranista y escobarista. Este decreto tuvo la intención de obtener más apoyo de la clase política exiliada por Calles.
Más adelante, De la Huerta ocupó la Dirección de Pensiones en los sexenios del general Manuel Ávila Camacho y del licenciado Miguel Alemán Valdés; también fue Visitador General de Consulados durante el mandato de Adolfo Ruiz Cortines.
Su carrera política se extendió hasta la década de 1950, sus capacidades como funcionario fueron muy bien valoradas por los presidentes con quienes trabajó hasta su retiro.
Después de una vida fructífera, Adolfo de la Huerta falleció el 9 de julio de 1955 a los 74 años. Un dato interesante es que fue de los pocos personajes de la Revolución Mexicana que falleció por causas naturales.
Sus restos fueron depositados en el panteón de Francés de San Joaquín, junto a su esposa Clara Oriol donde permanecen hasta hoy.
Fuentes
- Hemeroteca EL UNIVERSAL.
- Alanís Enciso, Fernando (2005). De factores de inestabilidad nacional a elementos de consolidación del Estado posrevolucionario: los exiliados mexicanos en Estados Unidos, 1929-1933. Historia Mexicana, El Colegio de México. Para consultar el artículo seleccione el siguiente enlace.
- Festival Internacional de Cine de Morelia (2017) Exposición fotográfica La nube y el surco. El cine de Emilio 'El Indio' Fernández. Versión digital disponible en Google Arts & Culture.
- Guzmán Esparza, Roberto. (2009) Adolfo de la Huerta: el desconocido, Universidad Autónoma Metropolitana, Colección los centenarios. Para consultar el libro seleccione el siguiente enlace.
- Grijalva Dávila, Miguel Ángel. (2021). Mexican exiles are films extras. Delahuertistas y Escobaristas en espacios de entretenimiento durante su exilio, 1924-1936. Revista en-claves del pensamiento. Para consultar el artículo seleccione el siguiente enlace.
- Hernández Ángeles, Rafael. (2020) La revolución y sus hombres. De la política al bel canto. Adolfo de la Huerta 1881-1955, INHERM. Para consultar el artículo seleccione el siguiente enlace.
- IMDb (s.f) Ficha técnica de Enrico Caruso Jr.
- IMDb (s.f) Ficha técnica de Roberto E. Guzmán.
- Sra. De la Huerta no sabe paradero de su esposo. The San Antonio Light. 30 mar. 1924. Consulte la plana completa en el siguiente enlace.
- Adolfo de la Huerta ahora canta. La Opinión de Los Angeles. 7 mar. 1929. Consulte la plana completa en el siguiente enlace.
- De la Huerta se dedica al arte y no a la política. La Opinión de Los Angeles. 17 ago. 1930. Consulte la plana completa en el siguiente enlace.
- ¡Es aclamado De la Huerta! La Opinión de Los Angeles. 29 nov. 1935. Consulte la plana completa en el siguiente enlace.
- La revolución Delahuertista. Magazine del diario La Opinión de Los Ángeles. 24 ene. 1937. Consulte la plana completa en el siguiente enlace.