Texto: Carlos Villasana
En los primeros días de marzo de este año se cumplieron 50 años del Audiorama del Bosque de Chapultepec. El Gobierno de la Ciudad de México, la Secretaría del Medio Ambiente, representantes del Bosque de Chapultepec y la Fonoteca Nacional, invitaron al público general a celebrarlo con una serie de actividades.
Fueron tres días de eventos para conmemorar la creación de este espacio, para muchos desconocido, a pesar de su medio siglo de existencia. Para saber más de esta área recreativa ubicada en la primera sección de Chapultepec, junto al Castillo, en este Mochilazo en el Tiempo entrevistamos a Carlos Arellanes, con estudios en Derecho Ambiental y creador de contenido cultural en diversas plataformas digitales.
Carlos considera que muchos espacios como este se han adaptado más al tipo de “consumidores” que hay actualmente, es decir, a las personas que lo visitan hoy en día. “Los cambios me parecen apropiados, sobre todo el cuidado de los árboles que dan una sombra muy tenue en el lugar”.
Los cambios del Audiorama
Cabe mencionar que existieron varios elementos decorativos y funcionales que desaparecieron con el paso del tiempo, tal es el caso de los anaqueles con libros originalmente instalados aquí.
Las obras para el público terminaron retirándose del lugar por el maltrato que tenían con el uso y porque las personas no los regresaban a los estantes.
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De cualquier modo las personas que iban al Audiorama en épocas pasadas solían llevar su lectura favorita y se les podía ver disfrutando de su libro o periódico de su elección, aunque la mayoría acudía para escuchar la música al aire libre.
En cuanto a las diferencias del mobiliario de hoy y del pasado, se consideró una renovación más acorde a lo que está en uso actualmente, por ejemplo, en parques de distintas alcaldías, intentando un equilibrio entre apariencia y duración. Se usaron materiales resistentes y prácticos. Dichos cambios no fueron del agrado de muchos y hasta resultaron en polémica o en total desacuerdo con la transformación de este lugar.
Por otro lado, el pasto y tierra natural que cubría la mayor parte del piso y que luego de los cambios ahora se asemeja un poco más a los tradicionales jardines de meditación asiáticos, hay quienes están a favor y en contra.
Para no quedarnos con la duda acudimos con varias personas de distintas edades a quienes enseñamos fotografías de los años setenta, en comparación con las actuales; y llama la atención que la mayoría de los jóvenes lo veían un poco anticuado y con alguna vibra retro, mientras que la gente mayor, lo observaba con un aire de nostalgia. Sin embargo, muy pocas personas en general sabían de la existencia del Audiorama a pesar de sus cincuenta años de existencia.
Dice que visitó el Audiorama un martes, que fue fácil llegar por la Puerta de los Leones hasta el Altar a la Patria y continuar por la izquierda siguiendo las señalizaciones. Acudió con dos amigos que no conocían el lugar y que les gustó mucho el olor a tierra mojada, la calma y la selección de música que hicieron las personas encargadas.
Por ser creador de contenidos digitales, ese día recibió varias preguntas de sus seguidores para que les diera más detalles, “incluso fui testigo de la planeación de citas románticas para ir a leer al Audiorama”.
En su opinión, esta zona está hecha para quienes gustan de leer y relajarse. “Hasta donde sé, cada quien lleva sus libros o e-books y lee lo que quiera. La música, a mi parecer, hace muy buena armonía y mejora la experiencia”.
Inaugurado una tarde de 1972, entre árboles milenarios
La inauguración oficial del recinto fue el 22 de febrero de 1972: “Entre árboles milenarios fue inaugurado el Audiorama en el bosque de Chapultepec” fue el encabezado de la nota escrita por el periodista de este diario, Luis Fernández de Castro.
Una aportación del periodista aún más interesante fue la historia de por qué y cómo se creó este espacio tan original. Según refirió, la idea surgió a finales de 1971, cuando las autoridades del DDF “se percataron de la existencia de esta gruta natural, sin aprovechamiento, desde hace mucho tiempo”.
Lo anterior dio lugar a pensar que aquella gruta podía ser un lugar ideal para la difusión de la música que, además, encajaría en el marco del programa gubernamental para acercar el arte a la población capitalina con una inversión inicial de sólo 150 mil pesos.
La gruta natural sirvió “para la transmisión continua de música clásica”. Del mismo modo, se resaltó que la instalación arquitectónica del Audiorama era un ejemplo de acondicionamiento de un espacio natural para fines recreativos que, además, respetaba y protegía las áreas verdes.
“A las cinco de la tarde de ayer las autoridades del departamento del D.F. hicieron la inauguración oficial del Audiorama construido con el propósito de difundir la buena música, en la gruta natural de la ladera sur del cerro de Chapultepec, al pie del Castillo”, según el texto publicado en este diario, al día siguiente, el 23 de febrero de 1972,
En el acto estuvo presente Oscar de la Torre Padilla, secretario “C” del departamento del Distrito Federal, quien acudió en representación del regente de la ciudad, Octavio Sentíes; mientras que el doctor Emilio Cárdenas, director del Audiorama, pronunció palabras de bienvenida a los invitados y representantes de diversas instituciones culturales.
En aquel primer evento se escuchó también a la Orquesta de Cámara de la Ciudad de México, dirigida por Carlos Esteva, en la ejecución de obras de Vivaldi.
Los invitados escucharon la obertura de “Los maestros cantores” de Wagner -grabado por la orquesta filarmónica de Londres bajo la dirección de Otto Klemperer- la música se repartía por todos los ángulos del lugar; a veces durante algún breve silencio de la partitura se escapaba de los árboles, el trino de algún pajarillo.
Esa tarde disfrutaron de “una acústica estupenda, adecuada al objetivo estético que inspiró la instalación de este recinto musical al aire libre”. Dotado de un equipo de sonido de alta fidelidad, el Audiorama estaba preparado para iniciar su actividad de ocho horas diarias de música de los grandes maestros durante los siete días de la semana.
Tenía una capacidad para 200 oyentes, se calculaba que entre semana acudirían únicamente algunas decenas de personas, sin requisitos de ninguna especie, y que podrían disfrutar de la audición el tiempo que desearan.
La nota describe que tenía “200 obras grabadas en cinta magnetofónica. Pero si el visitante lo desea podrá disponer igualmente de cualesquiera de los 300 libros que forman la biblioteca musical con que se complementa el servicio o visitar las exposiciones de arte visuales que se encuentran al fondo, las cuales son cambiadas periódicamente”.
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En la inauguración, el secretario general del Departamento del Distrito Federal, Óscar de la Torre Padilla, cortó el listón simbólico en representación del regente Octavio Sentíes de esta “nueva unidad recreativa al aire libre”, que hasta la fecha se encuentra a un costado del famoso castillo de Chapultepec.
El funcionamiento que se pensó para el recinto era que, con la alternativa de presentar o no gráficas sobre temas musicales, se escucharían 200 obras musicales seleccionadas del “repertorio clásico”, mismas que estaban disponibles en cintas magnéticas y se reproducían mediante el entonces llamado “sistema de estereofonía”.
El periodista afirmaba que a nadie se le escapa el hecho de que son inmensas las perspectivas en el Audiorama, desde hacer toda clase de espectáculos artísticos, dramáticos, de poesía coral, de ballet de Música de Cámara, etc.
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Al final, los directores del Instituto Politécnico Nacional de la dirección de asuntos culturales de la Secretaría de Relaciones Exteriores, de la Sinfónica Nacional, de la Sinfónica del Estado de México, del Conservatorio Nacional de Música y los representantes de la UNAM ofrecieron brindar su colaboración para hacer del Audiorama, en el menor lapso posible, uno de los centros citadinos de gran significación en la difusión del arte.
Una de las primeras canciones en escucharse fue “Los maestros cantores de Núremberg”, de Richard Wagner. Tomado de YouTube.
Como estar dentro de una flor
Un año más tarde, en 1973, circuló un folleto explicativo bajo el título “Audiorama en la flor del canto”. Dicha publicidad se entregaba en el bosque de Chapultepec y el Castillo para que la gente conociera todo acerca de este espacio, en él podía leerse:
“En la parte sur del cerro de Chapultepec, a espaldas de la fuente monumental, existe una sala de música al aire libre, una concha acústica natural cuyas paredes rocosas están vestidas de pasto y flores y cuyo mobiliario está formado por asientos individuales que semejan notas musicales dejadas caer al azar.
“En este Audiorama puede usted escuchar música adecuadamente programada, desde las 10 de la mañana hasta las seis de la tarde; se cuenta con más de 200 obras de todos los tiempos, grabadas en discos y cintas magnetofónicas, que se difunden por bocinas especiales convenientemente colocadas en el espacio”.
Por si no hubiera sido bastante llamativo, se leía que la entrada sería gratuita y su ambiente tranquilo, propicio de la música que además estaba garantizado por la presencia de una de “esas amabilísimas y finas chicas, ´duchas en karate´, que forman parte del cuerpo de guardia juvenil del bosque”.
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El folleto termina haciendo una invitación al público: “visiten el Audiorama, conózcalo y gócelo, sienta este nuevo rincón del bosque acondicionado para usted como un mini jardín sala de conciertos…. entrar ahí es como introducirse en la copa de una flor, tal vez por eso en el Audiorama pueda leerse una frase que dice IN XOCHITL IN CUICATL, que significa en la flor del canto”.
Nuestro entrevistado Carlos Arellanes dice que durante aquella reciente visita al Audiorama, el 95% de las opiniones de sus seguidores fueron buenas; de hecho, hubo quienes lo culparon de “hacer famoso” el que varios consideraban su lugar favorito y que “por mi culpa, se iba a llenar”.
Incluso una monja “me hizo llegar la furia de Dios, por exponer ese lugar tan hermoso, que por mi culpa ahora sería conocido”.
Respecto a la reciente remodelación por los 50 años de este sitio, Arellanes afirma que “en pleno 2023 se debe tener en cuenta que ya nada va a ser como antes y que las redes sociales fungen como una gran influencia respecto a ciertos lugares”.
Para finalizar, dice que los cambios que vemos “atienden a necesidades del público al que se dirigen o al que buscan llegar, y que estos sitios merecen ser conocidos y difundidos para que puedan crearse más.
- Fuentes:
- Hemeroteca de EL UNIVERSAL
- Entrevista con Carlos Arellanes, creador de contenido (especializado en viajes, comida y vivencias). Comparte fotos y videos de sus viajes en América, Europa y Asia y estilo de vida en su cuenta de Instagram, @carlos_arellanes. Hoy cuenta con más de 45 mil seguidores en sus plataformas.