Una de las más importantes colaboraciones entre México y Estados Unidos en materia migratoria se consolidó en agosto de 1942 con el Programa Bracero, ideado para establecer condiciones justas de contratación para mexicanos y un apoyo en tiempos de guerra para los empresarios estadounidenses.
Este acuerdo estuvo vigente por 22 años hasta 1964, con la entrada controlada de 4 millones 600 mil mexicanos, según datos de la BBC. Sólo se permitió el pase a masculinos, de preferencia solteros y sin problemas de salud, provenientes de zonas rurales; en caso de tener familia, debían dejarla en México.
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De acuerdo con Irina Córdoba Ramírez, en su texto Programa Bracero, el término “bracero” se implementó para los trabajadores cuya labor se cumplía con los “brazos en faenas agrícolas”, es decir, trabajo manual y pesado.
Según apuntó Sandra González en su texto Tribulaciones de los Braceros y los Aspirantes a Serlo, entre los factores que motivaron la migración mexicana estuvieron el “desempleo, bajos salarios, caciquismo, falta de garantías en el campo, abusos de comisarios ejidales, concentración de la tierra en manos de políticos influyentes y atraso tecnológico”. Estados Unidos pareció una opción más prometedora.

Ningún migrante debía cruzar antes de tener un contrato seguro
En los años 30, el gobierno de la Unión Americana bloqueó la contratación de braceros y promovieron fatídicas deportaciones masivas, por lo que migrar y trabajar al país vecino no era plan viable para nuestros compatriotas.
Por desgracia o fortuna, el estallido de la Segunda Guerra Mundial significó un reajuste económico inesperado y la entrada de Estados Unidos a la contienda bélica en 1941 abrió una nueva oportunidad para la migración mexicana.
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Miles de estadounidenses en edad laboral tuvieron que enlistarse en la milicia o cubrir la producción armamentista, descuidando ramas como agricultura o ganadería. Ante esta emergencia, empresarios sureños solicitaron la contratación de mexicanos a fin de no perder cosechas o afectar el mantenimiento de vías férreas.

Pero, con el recuerdo reciente de las deportaciones y vejaciones pasadas contra migrantes, el entonces gobierno de Manuel Ávila Camacho no autorizaría la salida de connacionales hasta asegurar buenas condiciones de trabajo en un acuerdo bilateral con la administración de Franklin D. Roosevelt.
En nuestras páginas del 14 de julio de 1942 se publicó una advertencia de la Secretaría de Gobernación para campesinos interesados en emigrar al norte. La dependencia aseguró que cualquier contratación de braceros mexicanos era “inexacta”, pues aún no existía diálogo entre ambos países para mejorar las prestaciones laborales.
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El gobierno mexicano giró instrucciones a los puentes fronterizos para evitar la salida ilegal de trabajadores y exigió que cualquier bracero interesado en cruzar a la Unión Americana certificara “la existencia de un contrato de trabajo formalizado con los requisitos de ley mexicana y los medios que se hayan convenido para la repatriación del trabajador una vez cumplido el contrato”, de lo contrario, se le negaría el avance.
A pesar de las advertencias, decenas de campesinos de Michoacán, San Luis Potosí, Guanajuato, Jalisco y Tamaulipas dejaron sus tierras y persiguieron un mejor salario en la Unión Americana. “Esto es una ilusión que se paga con grandes sufrimientos porque el mexicano que atraviesa la frontera fraudulentamente en el acto es localizado y deportado”, advirtió esta casa editorial.
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Salario de 30 centavos y mejores prestaciones, beneficios del Programa Bracero
Fue hasta el 4 de agosto de 1942 que el discurso gubernamental cambió, pues se firmó el llamado Programa Bracero entre México y Estados Unidos para garantizar contrataciones dignas para migrantes en campos estadounidenses.
Según informó este diario en su edición del 7 de agosto, el pacto se estableció gracias a la Secretaría de Relaciones Exteriores, Gobernación, Trabajo y Previsión Social, y la Embajada de E.U. en México, como “una positiva garantía para el trabajador mexicano”.
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Como la Segunda Guerra Mundial afectó bastantes rubros gubernamentales, el lineamiento más importante que se acordó en ese entonces fue la anulación de cualquier servicio militar para mexicanos contratados a través del Programa Bracero.

“Nuestros connacionales no podrán ser empleados en ningún servicio militar estadounidense ni serán víctimas de discriminaciones”. Se garantizó transporte, alimento y repatriación pagados, además de una indemnización en caso de despido.
El programa garantizó un salario mínimo de 30 centavos la hora y un Fondo de Ahorro Campesino equivalente al 10% de la paga. Recibirían habitación, servicios sanitarios, atención médica y protección en caso de accidentes de trabajo.
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No se permitió que los braceros desplazaran a trabajadores estadounidenses de sus trabajos ni que su labor se ocupara para malbaratar salarios. También se prohibió que existieran tiendas de raya y su contratación sólo tendría carácter temporal.

Mientras se daba luz verde a este acuerdo, el gobierno mexicano prometió nuevos parámetros laborales para evitar que los bajos salarios fueran un factor de salida para braceros, además de fomentar la capacitación para sacar adelante pequeños cultivos.
En su edición del 18 de agosto de 1942, el diario estadounidense El Sol confirmó la igualdad de condiciones laborales para trabajadores mexicanos y nativos como parte del Programa Bracero; a ambos sectores se les pagaría lo mismo.
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Se determinó que cualquier tope de salario lo determinaría la Administración de Seguridad estadounidense, pero no bajaría de 30 centavos. Antes del acuerdo, al menos 18 estados de la Unión Americana tenían sueldos por debajo de ese rango, entre ellos Carolina del Sur con 11.50 centavos, Texas con 20.50 y 12.50 en Georgia.

Para el 5 de agosto de 1943 y tras su primer año activo, el Programa Bracero confirmó la contratación temporal de 51 mil 249 mexicanos en trabajos estadounidenses; 37 mil se destinaron a labores agrícolas y poco más de 13 mil fueron para vías férreas.
Según apuntó este diario, para quienes regresaron a México al término de su contrato, se les otorgó maquinaria agrícola ligera, semillas selectas y diversos implementos como parte de su pago final. La idea era “arraigar a los braceros para que se queden en México y se conviertan en propagandistas de la técnica agrícola norteamericana”.
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Muchos braceros se regresaron por abusos salariales
A pesar de las buenas intenciones de ambos gobiernos durante las primeras etapas del programa, la realidad de muchos braceros continuó como una explotación laboral.
Para el 24 de noviembre de 1942 y apenas tres meses después de firmado el acuerdo, el diario El Sol aseguró que 100 braceros renunciaron a su trabajo en campos betabeleros por ser una labor que “ni los negros adiestrados en trabajos rudos han querido tomar”. Los mexicanos sostuvieron que había faltas en los contratos convenidos, por lo que sus actividades en la cosecha era casi explotación.
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Para el 22 de mayo de 1943, EL UNIVERSAL recabó nuevas denuncias gracias a la visita de 30 braceros recién repatriados a la redacción de esta casa editorial. “Muchos regresan quejosos de agricultores y granjeros de California”, asegurando que no se les entregó el salario establecido ni se les dieron las condiciones adecuadas.

Este grupo de migrantes trabajó en cultivos de Woodville, donde pronto se percataron de la violación al salario, pues el estado tenía como mínimo el pago de 60 centavos por hora y sólo recibieron 30. También señalaron que no se respetó la paridad en prestaciones para trabajadores estadounidenses y mexicanos.
Algunos optaron por cambiarse de cultivo a uno que pagó 80 centavos la hora, pero a su llegada se les bajó a 60 centavos el salario. Por irónico que parezca, los testimonios aseguraron que fueron empleadores españoles y mexicanos en California quienes incumplieron los contratos, no los estadounidenses.
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Por el contrario, en la edición del 29 de noviembre de 1943, EL UNIVERSAL publicó un testimonio muy diferente de un bracero mexicano.

Antonio Corrales regresó de E.U. con una plácida experiencia, pues “allá con los gringos nos va muy bien. Trabajamos contentos, comemos con apetito, nos divertimos, enviamos a nuestras familias dinero y hasta ahorramos”, comentó a este diario.
“Las barracas confortables en que nos alojamos poco a poco se fueron llenando, sin que eso significara reducción en nuestra buena forma de vivir. El espacio, las camas y la comida aumentaban al igual que aumentaban los braceros”, sostuvo.
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Su jornada comenzaba a las 5 de la mañana, con sólo 8 horas de trabajo y durmiendo a partir de las 10 de la noche. De acuerdo con Corrales, los jornales tenían “las mejores condiciones posibles. Las noches en las barracas son inolvidables, […] formábamos grupos para comentar lo acontecido en el día, para cantar, para escribir o leer cartas”.

El interés migratorio motivó delitos e injusticias
Como los problemas nunca faltan, en su edición del 22 de febrero de 1943, EL UNIVERSAL advirtió de la crisis que constituyeron los campesinos que viajaron desde provincia hacia la Ciudad de México para conseguir el pase a Estados Unidos.
La Secretaría de Trabajo y Previsión Social otorgaba tarjetas de registro para todos los candidatos a bracero, pero lo hizo desde sus oficinas en la capital, forzando el traslado de cientos de hombres que querían la autorización para trabajar en el norte.
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Durante varios meses, muchos dejaron a sus familias, cultivos y hogares para solicitar su tarjeta de registro, pero pasaron varias semanas para que las autoridades estadounidenses pidieran más braceros y se generaron aglomeraciones de solicitantes sin respuesta en la capital.

Las autoridades dieron comida a unos cuantos campesinos en comedores de Asistencia Pública, pero no podían cubrir sus necesidades por mucho tiempo. Ante tal conflicto, la Secretaría de Trabajo regresó a muchos braceros a sus sitios de origen, enviando a más de mil hombres a Michoacán, Jalisco y Guanajuato.
Aunque pasaron hambre y nadie les aseguró que obtendrían la autorización, unos 300 braceros se mostraron renuentes a abandonar la ciudad.
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Por si fuera poco, para el 21 de marzo de 1943, este diario informó sobre la captura de tres trabajadores de la Secretaría de Trabajo y dos cómplices quienes extorsionaron a varios campesinos y lucraron con las tarjetas de registro.

La venta de tarjetas se hizo en algunos domicilios de la capital, donde se veían filas y filas de braceros. Incluso se supo que ciertos policías capitalinos colaboraron con los embaucadores para dispersar a los trabajadores que no tenían el dinero “y para demostrar al resto que los explotadores gozaban de grandes influencias”.
Otro delito que giró alrededor del Programa Bracero se reportó en EL UNIVERSAL del 16 de diciembre de 1943, cuando se informó de una “mafia” que robó ahorros de los migrantes que regresaron de su labor en la Unión Americana, justo en cuanto los cobraban en el Banco del Crédito Ejidal.
Este complejo programa bilateral estuvo vigente durante dos décadas, permitiendo que miles de campesinos avanzaran en su bienestar económico o utilizándolos como la mano de obra más barata del mercado. En una futura entrega abordaremos la Operación Espaldas Mojadas, implementada para detener la contratación ilegal de braceros.

- Fuentes:
- Hemeroteca EL UNIVERSAL
- Bracero History Archive
- Córdoba, I. (s.f.). Programa Bracero. En Memórica.
- Durand, J. (2007). El Programa Bracero (1942-1964). Un Balance Crítico. En Migración y Desarrollo.
- González, S. (2008). Tribulaciones de los Braceros y los Aspirantes a Serlo. México: BAGN.
- Hernández, C. & Salado, M. (10 junio 2004). El programa de trabajadores agrícolas mexicanos en Canadá como modelo para la creación de un tratado migratorio. México: Universidad de las Américas Puebla.
- Koestler, F. (29 septiembre 2015). Bracero Program. En TSHA.
- Nájar, A. (1 octubre 2016). La desconocida historia de los braceros mexicanos que murieron por esperar un empleo en Estados Unidos. En BBC.
- Osegueda, R. (s.f.). La triste historia de los mexicanos explotados en los programas de migración. En México Desconocido.
- Trujillo, M. (2002). Éxodo laboral de mexicanos en el entorno del Programa Bracero. En Signos Históricos.