Texto: Liza Luna
Desde 1999, cada 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. De acuerdo con la ONU Mujeres, una de cada tres sufre violencia sexual o física en la relación amorosa y se estima que un 60% de los feminicidios en todo el mundo son ejecutados por la pareja.
En noviembre de 1933, un artículo de EL UNIVERSAL ILUSTRADO afirmó que los mexicanos “tenemos el alma chapada a la antigua y resolvemos los más delicados problemas de amor con el argumento supremo de un balazo. ¿Qué nos importa que se extinga el amor de la mujer amada si ésta tiene que ser nuestra o de la muerte?”
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Hace 100 años, en 1925, era común que un esposo iracundo o desconsolado matara a su esposa y tuviera la posibilidad de salir impune, pues los asesinatos contra mujeres a manos de sus parejas eran simples crímenes pasionales.
Las noticias de estos delitos aparecían casi diario en las páginas de los periódicos, justificados bajo la narrativa de los celos, honor o la infidelidad, normalizando la violencia contra la mujer por considerar que ellas se lo buscaban.

El feminicidio solía ser un crimen pasional justificado por el honor
En las páginas del 28 de octubre de 1925, EL UNIVERSAL publicó el siguiente titular: “Epílogo sangriento de una tragedia conyugal, un esposo da muerte a la adúltera y a su amante”. El homicida, Rafael Díaz Taboada, asesinó con varios disparos a su esposa y madre de sus siete hijos, y al amante de ella.
Esta casa editorial dio una amplia cobertura a este crimen y retrató a Díaz Taboada como “un vengador de honra, hombre enamorado de su mujer y de su hogar. Ingenuo, demasiado noble, enloquecido de dolor ante una ofensa brutal”, mientras a la mujer asesinada se le mostró como “una liviana”.
Tanto la opinión pública como las autoridades de 1925 sostuvieron que el asesino “obró en defensa legítima de su honor” y que cometió el doble crimen “en un estado de sobrexcitación”, por lo que no merecía castigo alguno y se le absolvió de los cargos.
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Notas así aparecían cada semana en nuestras páginas: un esposo o novio, seguro o apenas con sospecha de que su pareja mantenía encuentros amorosos con otro, la agredía al grado de asesinarla, como una forma de vengar su honor masculino frente a la sociedad y castigar a la “mujer inmoral”. Eran los llamados crímenes pasionales.

Según recuperó Saydi Nuñez Cetina en Los Estragos del Amor. Crímenes Pasionales en la Prensa Sensacionalista de la Ciudad de México durante la Posrevolución, se trató de la transgresión que “prorrumpía como un huracán psíquico, anulando la voluntad e impidiendo la sana y normal recepción de los acontecimientos”.
Lo que hoy en día se tipifica como feminicidio íntimo, donde una mujer muere a manos de su pareja, en la primera mitad del siglo XX se consideró como crimen pasional, muchas veces normalizado por la sociedad, pues se asumía que ellas tenían algo de responsabilidad o culpabilidad para haber recibido tal “castigo”.
“Los hombres [postrevolucionarios] tenían como deber defender su honor y creían tener un respaldo, una autoridad moral, para llegar a la violencia [con su esposa o novia]; la sospecha bastó para que el hombre violentara a la mujer”, indicó Nuñez Cetina en entrevista para Mochilazo en el Tiempo.
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En su texto Entre la Emoción y el Honor, nuestra entrevistada y profesora de la UAM recuperó una cita de Carlos Franco: “quien lesiona o mata a adúlteros [en el siglo XX] es visto con ojos piadosos y todos [autoridades y ciudadanos], colocándose en su amarga situación, afirman que hubieran obrado en idéntica forma”.

Durante la época postrevolucionaria, un juicio por homicidio simple cometido contra una mujer a manos de su pareja podía atenuarse o reducir su condena si se comprobaba que ella era infiel o si el culpable aseguraba que “sentimientos intensos” lo cegaron al momento de asesinarla, como si el delito fuera menos grave.
La opinión pública de hace 100 años era parcial en materia de crímenes pasionales, al grado de permitir que el agresor se victimizara. En repetidas ocasiones, sociedad y autoridades prefirieron empatizar con el hombre que “no encontró otra salida” más que atacar, golpear o matar a la mujer y dejar sin justicia a la verdadera perjudicada.
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“Muchos individuos que cometieron ese tipo de delitos [pasionales] sabían que había justificación de la ley y hasta sentían que era su obligación [asesinar a su esposa por ser infiel], que era mandato social de la masculinidad”, comentó Saydi Nuñez.

El 14 de mayo de 1925, este diario publicó el crimen pasional cometido en Toluca por Felipe de la Cruz, un hombre de 90 años que asesinó con un zapapico a su concubina María Luisa, 60 años menor que él. La justificación, otra vez los celos e infidelidad.
El asesino confesó que apenas tenía dos meses de conocer y compartir domicilio con la víctima, y que una tarde tuvieron “un altercado por celos, pues ‘sabía’ que ella sostenía relaciones amorosas con un zapatero”. Comenzaron a forcejear y De la Cruz “se defendió” con un zapapico, asestando varios golpes en la cabeza de María Luisa.
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Al ser detenido, el asesino declaró que “no se arrepentía de haber matado a su amasia”, pues merecía un castigo por ser infiel. Como condena, De la Cruz pidió que lo contrataran en la policía y que de su sueldo se descontara la cantidad de 50 pesos para pagar por la vida de María Luisa que, a su consideración, era lo que valía.
![Recreación de un crimen, años 30. De acuerdo con Saydi Nuñez, en la época postrevolucionaria se popularizaron las armas de fuego, pues “quien tuviera una pistola era más macho y [el crimen pasional] era menos cuestionado si se usaba una pistola en lugar de cuchillo o navaja; [usar una pistola era] una separación entre lo civilizado y la barbarie”. Foto: Mediateca INAH.](https://www.eluniversal.com.mx/resizer/v2/GT3VMI4ZFRCV5BHCLTI57ENBWA.jpeg?auth=bda3c4f46ceca2a6e4482801b4e0fb0af09f4be1e60fe24bce753e2d73000bf7&smart=true&height=620)
La prensa llamaba a las víctimas “mujeres livianas”
Periódicos postrevolucionarios tuvieron mucha responsabilidad en perpetuar crímenes contra mujeres. Saydi Nuñez afirmó que “la prensa difundió la idea de que si [un esposo] no defendía su honor como hombre, quedaba en tela de juicio frente a la sociedad y perdía el respeto de otros”, lo que normalizó el ahora tipificado feminicidio.
Debemos aceptar que eran otros tiempos para la sociedad mexicana. A consideración de Enrique Morán, periodista con amplia experiencia en nota roja, “la percepción de la gente [de principios del siglo XX] era diferente. La gente aplaudía estos crímenes, las mismas mujeres lo aplaudían y decían ‘el marido la mató por infiel’”.
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“Si la prensa hubiera manejado de distinta forma estas notas [sin juzgar a la mujer], no habría encajado en lo que era la sociedad; el medio se debe adaptar al modo de pensar de los lectores. La prensa era diferente porque la gente era diferente”, comentó para Mochilazo en el Tiempo el también ganador del Premio Nacional de Periodismo.

Según expresó Morán, quien colaboró en medios como Alarma!, Metro y EL GRÁFICO, “la prensa también educa; mucha gente lee los periódicos y en su momento sentían que el honor [ante una infidelidad o por celos] se tiene que lavar con sangre”.
Nuestra revisión por las páginas de EL UNIVERSAL de 1925 exhibió el uso de calificativos como “liviana” o “adúltera” para referirse a mujeres víctimas de crimen pasional, así como “hombre bueno”, “pobrecito” y “enamorado” para los agresores.
De acuerdo con Nuñez Cetina, estos denominativos “promovieron una construcción de masculinidad y feminidad, así como de la sexualidad de la mujer y roles de género”.
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“Nuestra sexualidad [femenina] siempre está bajo sospecha y se cree que el hombre tiene la autoridad de controlarla, incluso utilizando la violencia”, indicó la investigadora. Por eso, el uso de calificativos despectivos contra mujeres en la prensa actuó como justificación para el feminicidio, así como una advertencia para las demás.

Las notas sobre crímenes pasionales tenían constante presencia en EL UNIVERSAL, aunque casi siempre se trató de un espacio muy reducido y sin seguimiento.
El 23 de noviembre de 1925 se publicó la nota “Le machacó la cabeza a su mujer con una piedra”, sobre un crimen ocurrido en Tacuba. El responsable era un jornalero quien, “en estado de ebriedad y por celos”, dejó en estado de coma a su pareja tras golpearla varias veces con un ladrillo; no se supo si la víctima sobrevivió.
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En la edición del 21 de julio se leyó “Una bella joven fue envenenada por venganza”. Una enfermera de un sanatorio al sur de la ciudad sufrió una agresión a manos de “tres rufianes que la obligaron a beber un tóxico mortal”; se sospechó que fueron enviados por un compañero que la acosaba; no se supo más del caso.

El 24 de noviembre, EL UNIVERSAL reportó el asesinato de una joven en Tacuba a manos de su novio. La justificación del agresor fue que ella bailó con otro hombre y “en un arrebato de celos, él le dio dos puñaladas”; no hubo más información.
El seguimiento se destinó sólo a los casos más escandalosos, como el ocurrido el 6 de octubre de 1925, cuando un “energúmeno que mató a su mujer a martillazos”. El crimen ocurrió –de nuevo– en Tacuba, a manos de Juan García contra su esposa Epifanía Canseco, quien recibió siete martillazos en el cráneo.
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El hijo de ambos fue testigo del crimen y, según declaró, su padre llegó borracho al domicilio y habló con su madre, sin muestras de violencia o enojo. Minutos después, García tomó un martillo y asesinó a su esposa mientras ella dormía.

EL UNIVERSAL describió a García como “un pobre desequilibrado, atormentado por celos primitivos”, pero esos calificativos no fueron lo más cuestionable de la nota, sino la inclusión de un supuesto consejo que el culpable recibió de un amigo: “si descubres que tu mujer te engaña, pruébaselo y luego mátala; pero mátala a martillazos”.
De acuerdo con Enrique Morán, una frase como “mátala a martillazos” pudo haberse omitido de la cobertura periodística, porque “no es necesario dar esa información, y no hablamos de censura, simplemente hay cosas que no vale la pena contar”.
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Saydi Nuñez afirmó lo mismo, pues “la responsabilidad de los medios es muy grande y tal vez en esa época no se dimensionaba, pero no era necesario [incluir esa frase]. Hasta ahora vemos que es algo grave manejar información no necesaria para el lector”.

Un siglo después, ya se mejoró la labor periodística
“En los últimos 20 años ha habido cambios muy radicales” en la cobertura periodística sobre estos crímenes, indicó Enrique Morán. “Nos hemos capacitado, porque para ser un buen informante o tratar de serlo, hay que ir más allá, capacitarse con cursos de criminalística, sociología y derechos de la mujer”.
A consideración de Saydi Nuñez, “sí ha habido una transformación importante [en la cobertura de feminicidios], sobre todo a partir de los años 90 con el asesinato de mujeres en Ciudad Juárez. Se hizo un avance importante con la forma de nombrarlo, porque ya no se habla de crímenes pasionales, ya es el feminicidio íntimo en términos jurídicos y políticos, aunque falta avanzar en cuestiones sociales y culturales”.
Tal vez dejamos atrás el llamar “liviana” a una mujer asesinada y ya nombramos al delito como feminicidio, pero hoy en día todavía hay fallas éticas cuando se informa sobre estas agresiones. “La información en redes sociales está fuera de control, es una jungla informativa tanto de noticias reales como falsas y, en algunos casos, noticias extremas”, mencionó Enrique Morán.
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“La crudeza que se maneja en redes sociales [al reportar feminicidios] es brutal, la manera en que lo presentan personas que no son periodistas, con tal de conseguir clicks y visitantes, es terrible. Repito, hay información que no es necesario publicar porque no aporta nada, informativamente hablando”, indicó nuestro entrevistado.

Enrique Morán recordó el reciente caso de Ingrid Escamilla, una mujer asesinada por su pareja en 2020 en la Gustavo A. Madero y cuya muerte fue retratada por algunos medios impresos de forma deplorable.
Luego de que las primeras planas de periódicos como ¡Pásala! mostraran los restos de la víctima sin ningún rigor periodístico, se promovió la Ley Ingrid para sancionar la filtración, difusión o publicación de material de un proceso penal, cuyas penas incrementan si los revictimizados son infantes, mujeres o personas con discapacidad.
Tomó más de un siglo impedir que se difundan detalles de feminicidios con fines de morbo en la prensa capitalina, pero todavía falta mucho para mejorar el seguimiento mediático que se hace de estos crímenes.
“La cultura machista del patriarcado es muy resistente, pero estamos avanzando. Ya se habla del feminicidio como algo reprobado y ya no importa si hubo amor o infidelidad, ya no volverá a ser visto como el crimen pasional naturalizado del siglo XX”, concluyó Saydi Nuñez.

- Fuentes:
- Hemeroteca EL UNIVERSAL
- Entrevista con Saydi Nuñez Cetina, Historiadora, Maestra en estudios de género y Doctora en Antropología. Profesora e investigadora de la UAM.
- Entrevista con Enrique Morán, con trayectoria como periodista y editor en Alarma!, Metro y EL GRÁFICO. Articulista para La Vanguardia. Ganador del Premio Nacional de Periodismo en el 2000 por el reportaje “Laguna Verde, entre la excelencia y Chernobyl”, Revista Impacto.
- García, A. (2017). La privatización de la violencia conyugal en la ciudad de México entre los siglos XVIII y XX. En Intersticios Sociales.
- Guía para la Cobertura Periodística de Femicidios y Violencia Basada en Género - ONU Mujeres
- Jimeno, M. (2004). Crimen Pasional. Colombia: Universidad Nacional de Colombia.
- Medina, Y. (2023). De Sumisas a Homicidas, una Historia Cultural de la Violencia Doméstica y el Crimen Pasional en México. México: Universidad de Guanajuato.
- Morales, M. (12 mayo 2020). Feminicidio. México: Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM.
- Nuñez, S. (2015). Entre la Emoción y el Honor: Crimen Pasional, Género y Justicia en la Ciudad de México, 1929-1971. En Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México.
- Nuñez, S. (2016). Los Estragos del Amor. Crímenes Pasionales en la Prensa Sensacionalista de la Ciudad de México durante la Posrevolución. En Trashumante. Revista Americana de Historia Social.







