La última semana del año suele ser un periodo en que muchas personas reflexionan sobre su vida, su trabajo o su entorno. Ya sea comparar el fin de año actual con el de hace un año, o sólo preguntarse qué podría cambiar al próximo, es parte natural de la víspera de Año Nuevo.
Factores que determinan buena parte de lo que sucede en la siguiente vuelta al sol pueden ser cambios sociales, eventos culturales o avances tecnológicos. Por ello, antes de cerrar este 2024, Mochilazo en el Tiempo recuerda el artículo “Cómo serán las ciudades en 50 años”, directo desde las páginas de 1925.
Aquella entrega de EL UNIVERSAL presentó al público mexicano una traducción al español del escrito que redactó Hugo Gernsback, a quien muchos consideran creador del término “ciencia ficción”. El también editor aplicó sus amplios conocimientos científicos en las predicciones que ofreció.
Se ríen del futuro, hasta que nos alcanza
Cuando Hugo Gernsback nació en Luxemburgo en 1884, ya eran conocidas las novelas de Julio Verne, quien además de ser uno de los primeros escritores que hicieron relatos en torno a los avances de la ciencia, también se anticipó a tecnologías que en el siglo XIX parecían imposibles pero que hoy son realidad.
El submarino y el elevador, o incluso las primeras expediciones a los polos norte y sur del planeta Tierra son sólo un puñado de las “predicciones” de Julio Verne para el mundo.
Por su parte, Gernsback fundó en 1926 la primera revista enfocada en ciencia ficción, la Amazing Stories (Historias Asombrosas). En su número 1, aquella revista incluyó cuentos de Verne, de H.G. Wells y de Edgar Allan Poe, de modo que es razonable pensar que esos autores influyeron en el editor.
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Quizá en un intento de seguir los pasos de Verne, alrededor de un año antes de fundar Historias Asombrosas, Hugo Gernsback lanzó su propia hipótesis de cómo serían las ciudades de Estados Unidos para los años 70.
“Lo más extraordinario en lo que se refiere a las grandes profecías científicas es que, aún las más locas y audaces, resultan haber sido inadecuadas ante el progreso en realidad alcanzado mucho tiempo antes del señalado”, comenzaba el texto del estadounidense.
Puso como ejemplo a Verne con la idea del submarino eléctrico, que en 1869 el público creyó ridícula pero que se hizo real a lo largo de las siguientes dos décadas.
En vista de los saltos que dio la humanidad de 1875 a 1925, Gernsback se preguntó “¿Y el mundo en que vivimos ahora, qué nos parecerá dentro de cincuenta años?”.
Qué tecnología que imaginaban para los años 70
El primer punto en que pensó Gernsback, nacionalizado estadounidense, era la movilidad. Señaló que si el crecimiento de la población seguía el curso que ya se notaba en los años 20, para 1970 Nueva York, por ejemplo, tendría al menos de 14 a 16 millones de habitantes.
Según información con base en la Oficina del Censo de la Unión Americana, aquella década la cifra de neoyorquinos se estimó en 18 millones, de modo que la aproximación del escritor no exageraba.
El editor se preguntaba “¿cómo se arreglará toda esa gente, digamos, en la cuestión de transportes, al ir al trabajo y volver de él?”.
La solución que imaginó era que cada ciudad tuviera un “anillo periférico” de varios niveles, donde carros particulares se moverían en lo alto y trenes en el nivel intermedio, que al igual que los automóviles tendrían motores eléctricos y que alcanzarían velocidades mayores a las de la década de 1920.
A nivel del suelo, habría “plataformas móviles”, algo así como bandas transportadoras públicas, mientras que para los peatones imaginó patines, también eléctricos. Hoy sabemos que la infraestructura para construir una banda transportadora que moviera a todos los carros de una avenida sería un reto en lo económico antes que en lo técnico.
Los pocos casos en que se puede usar un aparato así son supermercados con rampa eléctrica o el extenso transbordo de metro Atlalilco en la Línea 12 del Sistema de Transporte Colectivo (STC) en CDMX, además del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA).
El autor apostaba por proyectos así porque confiaba en que la transmisión inalámbrica de energía tendría un éxito masivo.
Los efectos de la radiación y el electromagnetismo en el cuerpo humano frustraron parte del sueño de Gernsback, pero otros detalles llegaron a realizarse. Tomó más tiempo, pero los vehículos eléctricos, desde el carro hasta el scooter, ya están entre nosotros.
Otra de las soluciones al transporte que proponía el estadounidense eran las rutas de trenes eléctricos subterráneos, que como sucedía en Londres desde 1890, llegarían a todas las ciudades. Él teorizaba que debajo de las líneas locales habría rutas interurbanas, a unos 40 metros de profundidad.
De nuevo es posible señalar coincidencias, pues el tren eléctrico (o metro) sí que se puede usar en cientos de ciudades del mundo, y sí tiene motores eléctricos.
Una diferencia sería que, como descubrieron los ingenieros que construyeron las primeras líneas del Metro de la Ciudad de México, la profundidad de una ruta del STC depende de las condiciones del suelo por donde pasará el convoy.
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Un aspecto más en que acertó el visionario fue la generación de energía: “Las ciudades del futuro acumularán fuerza motriz enviada por distantes y fuertes caídas de agua, o bien por plantas de fuerza solar”.
Es decir, comprendió con antelación que la civilización occidental se apoyaría en plantas hidroeléctricas y los ahora llamados “parques de paneles solares”. La diferencia es que las primeras se desarrollaron desde finales de los años 20 y los últimos hasta inicios de los 80.
Hugo Gernsback murió en 1967, mucho antes de ver las videollamadas por teléfono que también “profetizó”, pero sí que llegó a comprobar "augurios" como la televisión, la calefacción y el aire acondicionado.
¿Y tú, cómo crees que sean las ciudades del 2075?
- Fuentes consultadas:
- Gernsback, Hugo. "50 years from now", en McGrew Books.
- Hemeroteca EL UNIVERSAL.
- Novak, Matt. "Gernsback imagines life 50 years hence (1925)", en Paleofuture.
- "Pulpcovers: the best of the worst".