La Ciudad de México siempre es protagonista en cada cambio de gobierno prestando sus recintos, calles y habitantes para recibir a quien representará el poder Ejecutivo cada seis años.
Los protocolos para la transición de poderes se modifican según el presidente y, en ocasiones, según el ánimo popular del momento. Mientras la capital recibió a algunos mandatarios con aplausos y festejos, otros recibieron rechiflas y manifestaciones.
Varias han sido las transformaciones del día de la investidura presidencial, como el reciente cambio oficial de fecha con la presidenta Claudia Sheinbaum, al pasar del primero de diciembre al primer día de octubre.
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Hoy haremos un pequeño recuento de lo que se observó algunos días primero de diciembre durante la jornada de la investidura presidencial.
Con un desfile militar se juraba lealtad al presidente
Una de las tradiciones más significativas que la Ciudad de México experimentó al recibir a un nuevo presidente fue el desfile militar. Este ejercicio de lealtad y honor de las Fuerzas Armadas para el mandatario entrante se practicó hasta 1994, siempre recorriendo el primer cuadro de la capital.
El primer desfile militar que se organizó para una investidura presidencial fue en 1946, cuando Manuel Ávila Camacho dejó el puesto en manos de Miguel Alemán.
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Según reportó EL UNIVERSAL el 23 de noviembre de aquel año, fue decisión de la Secretaría de Defensa presentar armas ante el nuevo gobernante en el Zócalo Capitalino.
En aquella ocasión, desfilaron miembros de la Cámara Nacional de Comercio, cadetes de las escuelas navales del Golfo y Pacífico, así como elementos del Colegio Militar, de la Escuela Médico-Militar, las Compañías de los Grupos de Asalto y del Pentathlon Deportivo Militarizado.
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También presentó su lealtad la 3° división de infantería, regimientos de artillería, ambulancias, miembros de sanidad, la Brigada Mecanizada de México con carros de combate, ametralladoras, cañones y ametralladoras antiaéreas, así como la Federación Nacional de Charros.
Por el aire surcaron cerca de 200 aeronaves mexicanas y casi el mismo número provenientes de Estados Unidos, todo para rendir honores a Ávila Camacho y Alemán.
El trayecto de aquel primer desfile partió del cruce de San Juan de Letrán y Avenida Juárez, para tomar Madero y 16 de septiembre, para al final rodear todo el Zócalo.
Tras desfilar alrededor de la Plaza de la Constitución, los elementos militares y de seguridad avanzaron por 5 de Mayo para llegar al Palacio de Bellas Artes, encaminarse por Avenida Hidalgo y romper filas a la altura del Jardín de San Fernando.
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Ese desfile –con algunas modificaciones– acompañó a todos los presidentes del siglo XX, siendo Vicente Fox el primero en recibir los honores militares en Campo Marte, lejos de los ojos capitalinos.
Gustavo Díaz Ordaz saludó cara a cara a los capitalinos
El último presidente que recibió la banda presidencial en el Palacio de Bellas Artes fue Gustavo Díaz Ordaz, en diciembre de 1964. Según reportó este diario hace 60 años, más de 200 mil personas se reunieron entre el Zócalo Capitalino y Av. Juárez mientras Díaz Ordaz rendía protesta en el recinto cultural.
A las 11:55 de aquel primero de diciembre, el Centro Histórico retumbó bajo las notas del Himno Nacional, para indicar a la población que tenía nuevo presidente. Su salida del Bellas Artes ocurrió a las 12 del día e inició su recorrido hacia Palacio Nacional por 5 de Mayo, escoltado por miembros de infantería del Servicio Militar.
En el siglo XX, era común que el mandatario entrante se trasladara en un coche descapotado, recibiendo el afecto popular. Díaz Ordaz no fue la excepción y avanzó sonriente hacia el primer cuadro capitalino, bajo una lluvia de papelitos tricolores.
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Tal era la euforia ante su paso que algunos asistentes rebasaron a las fuerzas del orden y se abalanzaron sobre el coche antes que ingresara por la Puerta Mariana de Palacio Nacional, con tal de saludar a Díaz Ordaz. Sin mayores incidentes, el priista ingresó al recinto de gobierno y siguió con el itinerario.
Para las 12:45 de la tarde dio inicio el desfile militar con 15 mil hombres del Ejército, Marina y Fuerza Aérea, siendo uno de los más grandes en la historia.
A la 1:45 volvió a sonar el Himno Nacional, en lo que parecía ser el cierre de la jornada, pero, para sorpresa de muchos, las vallas de Palacio Nacional se retiraron y a través de megáfonos se invitó al pueblo a ingresar y saludar cara a cara al nuevo presidente.
“Puede decirse que fue indescriptible la alegría y satisfacción que causó entre los millares de personas esa fausta noticia y la puerta central del Palacio Nacional resultó insuficiente para dar paso a ese torrente humano que recibió la invitación”, reportó EL UNIVERSAL en su crónica del 2 de diciembre de 1964.
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“Padres de familia con sus pequeños, unos en forma ordenada y otros corriendo, señoras de edad avanzada, campesinos y obreros se dirigieron al palacio y saludaron al presidente”, en un acto que no volvió a repetirse.
Las protestas cardenistas eclipsaron la investidura de Salinas de Gortari
El primero de diciembre de 1988, Carlos Salinas de Gortari juró como el presidente número 60 en la historia mexicana, en la tribuna del Palacio Legislativo de San Lázaro.
Al igual que sus antecesores, arribó a la Plaza de la Constitución en un coche descapotado y bien custodiado, pues algunas manifestaciones en su contra por el presunto fraude electoral estuvieron a la orden del día. Sería el primer –pero no único– presidente en tener protestas el día de su investidura.
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Durante toda la tarde, seguidores de Cuauhtémoc Cárdenas generaron inestabilidad en el Zócalo Capitalino, con encontronazos con el ejército y la policía. Fuerzas de la Secretaría de Protección y Vialidad impidieron su avance hacia Palacio Nacional y los replegaron hacía la calle de Madero.
Según la crónica de este diario, los festejos por la presidencia salinista tuvieron menos audiencia que con antecesores, por temor a posibles ataques. En el Palacio de Bellas Artes y Hemiciclo a Juárez se experimentó el enojo cardenista, pero la jornada presidencial continuó sin interrupciones.
“Puntual y gallardo” fue como EL UNIVERSAL describió al desfile militar en honor a Carlos Salinas de Gortari, con 12 mil 638 elementos del Ejército y Armada. Su avance incluyó la Av. Pino Suárez, rodeando la Plaza de la Constitución, 5 de Mayo, Av. Juárez y concluyó en la Glorieta a Colón con una duración de media hora entre 13:45 a 14:15.
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Tras el desfile y unas rápidas palabras del mandatario, se escucharon las notas del Himno Nacional en todo Centro Histórico, aunque los gritos de manifestantes inconformes con el nuevo gobierno eclipsaron los acordes patrios.
Fox, el del itinerario más ocupado
Las jornadas de transición presidencial solían comenzar con el rápido traslado del mandatario electo hacía el Palacio de Bellas Artes, Auditorio Nacional o a San Lázaro, donde sea que se fuera su investidura, pero en el 2000, el itinerario inició mucho antes.
Vicente Fox, haciendo gala de su “cambio”, tuvo varias actividades antes de recibir la banda presidencial. Aquel primero de diciembre del nuevo milenio asistió desde temprano a una misa en la Basílica de Guadalupe, pues era “un ferviente devoto” y quería la bendición guadalupana para el comienzo de su gobierno.
Después, quien sería el presidente número 62 de México acudió a los duros barrios de Tepito para desayunar con 60 niños de la calle y algunos vecinos. Según indicó EL UNIVERSAL, poco más de 2 mil tepiteños recibieron al político guanajuatense, quien estuvo con ellos para comer tamales.
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Con toda tranquilidad, Fox terminó su desayuno a las 10 de la mañana y entró al departamento de una de las vecinas para cambiarse sus características botas y camisa arremangada por algo más presidencial, pues el siguiente punto en su agenda era acudir a la Cámara de Diputados en San Lázaro y aceptar las riendas de México.
Tras su toma de protesta, Fox volvió a cambiar el protocolo tradicional y se dirigió al Auditorio Nacional en lugar de acudir de inmediato al Zócalo Capitalino. En el coloso de Reforma nombró a los miembros de su gabinete y pronunció un breve discurso para sus compañeros de partido, lejos del pueblo mexicano.
Momentos más tarde, el nuevo mandatario despidió el desfile militar que durante varias décadas acompañó a los presidentes y optó por recibir la lealtad de las fuerzas armadas en el Campo Marte.
Toda esta plácida jornada tuvo su momento oscuro, pues a la par de los eventos presidenciales se desarrolló un zafarrancho entre estudiantes universitarios del Comité General de Huelga (CGH) y el cuerpo de granaderos en el Centro Histórico.
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El contingente de estudiantes intentó interceptar el vehículo de Fox –quien fue el último presidente en viajar en coche descapotado–, pero los granaderos contuvieron sus intentos y encapsularon su manifestación.
Felipe Calderón ni siquiera pisó el Zócalo Capitalino
Si de investiduras fatídicas y atropelladas se trata, la del primero de diciembre del 2006 se lleva el puesto de honor.
Con Felipe Calderón desaparecieron los coches descubiertos y los festejos con confeti en calles del Centro Histórico y fueron reemplazados por plantones y protestas más grandes que la celebración por la llegada del nuevo presidente.
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El presidente electo hace 12 años se mantuvo lejos del primer cuadro de la ciudad, entonces territorio dominado por su contrincante, Andrés Manuel López Obrador. Para su toma de protesta, Calderón llegó por atrás del recinto de San Lázaro y recibió el máximo puesto mexicano entre apretones en la tribuna y rechiflas perredistas.
Tras la peor investidura presidencial en la Cámara de Diputados, Felipe Calderón se trasladó al Auditorio Nacional. Ahí tuvo un evento muy parecido al de su antecesor, pues nombró a su gabinete y lanzó su primer discurso como mandatario.
Apenas dio unos cuantos pasos hacia Campo Marte para recibir la bienvenida de parte de las Fuerzas Armadas y después tuvo un reducido festejo en el Castillo de Chapultepec, sin siquiera voltear al Zócalo.
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Las presiones alrededor de un presunto fraude electoral contra su contrincante Andrés Manuel López Obrador mermaron cualquier protocolo presidencial. La ciudad era una olla de presión a punto de estallar contra el recién jurado mandatario y no es de sorprenderse que su investidura fuera la más rara de todos los tiempos.
AMLO introdujo la entrega del Bastón de Mando el día de la investidura
Desde el primer momento del primero de diciembre del 2018, el protocolo presidencial se adecuó a la transformación que AMLO inició para la presidencia de México.
El primer cambio notable fue el entonces característico Jetta Blanco que llevó y sacó a AMLO de San Lázaro tras jurar como presidente.
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Durante su alegre trayecto por la Av. Fray Servando, ciclistas y peatones acompañaron el sencillo transporte del presidente, vitoreando “¡Es un honor estar con Obrador!”, sin todo el protocolo de seguridad que tuvieron sus antecesores.
Para la 1:30 de la tarde, AMLO arribó a la Plaza de la Constitución, donde cientos de personas lo esperaban. El nuevo presidente emitió saludos rápidos y de inmediato encabezó una comida con diplomáticos y políticos; pero su cita posterior era todavía más relevante y arriba de un templete listo en pleno primer cuadro de la capital.
El calor no asustó a los 150 mil asistentes, quienes esperaron hasta las 5 de la tarde para presenciar la ceremonia indígena que entregó a AMLO el Bastón de Mando de 68 comunidades originarias de México, algo insólito en la típica investidura presidencial.
Pasadas las 7 de la noche, el Zócalo retumbó con el Himno Nacional que tantas veces cerró la jornada con mandatarios anteriores. La presentación de lealtad militar se trasladó al 2 de diciembre del 2018 y ese primer día se dedicó a un festejo más colectivo, sin tanto oficialismo y que transformó la tradición presidencial.
- Fuentes:
- Hemeroteca EL UNIVERSAL