Texto: Susana Colin Moya
“Un soplo de tragedia puso pavor en los espíritus metropolitanos”, se escribió en las páginas de este diario el 30 de mayo de 1920. La mañana del día anterior a las 10:30, una aeronave de la Escuela de Aviación se había desplomado en una de las antiguas calles del barrio de La Lagunilla : el Callejón del Órgano.
Los capitalinos de entonces estaban acostumbrados a ver los aeroplanos de aquella escuela, de los llanos de Balbuena , surcar el cielo.
Diariamente, entre las 9 y las 11 del día, las naves se hacían visibles. Según testimonios de vecinos, abusando de la “atmósfera clarísima y de la tranquilidad del viento”, algunos audaces pilotos bajaban a escasos 100 metros sobre el nivel del suelo.
El 29 de mayo de hace 100 años no fue la excepción. El Farman F-50 de dos hélices y dos motores despegó de Balbuena piloteado por el francés Leopoldo Dupont, de 34 años, acompañado de otros 4 hombres: Roberto Diez Martínez, Director interino de la Escuela de Aviación, de 26 años, Jorge H. Bernard, alumno de 21 años, Anibal Palonchini “El Bíbi”, maestro mecánico italiano de 32 años y Rafael Montero, piloto de 23 años y único sobreviviente de la tragedia.
La primera plana del 30 de mayo de 1920 reportó la “Espantosa catástrofe aérea” sucedida el día anterior. Fotografías de los pilotos fallecidos. EL UNIVERSAL.
Alrededor de las 10:20 el Farman paseaba por el Bosque de Chapultepec . No hacía viento y Dupont manejaba el aparato con arrogancia. “¿Luego qué pasó? ¿Qué ideas atravesaron por sus mentes?” se preguntaron los reporteros de EL UNIVERSAL. Diez minutos después los vecinos de La Lagunilla vieron cómo el Farman bajaba y bajaba.
Los habitantes de aquellas calles relataron a los reporteros que los tripulantes les gritaban “Ábranse, háganse atrás, allá vamos”. Cuando el avión estaba a 100 metros de altura hizo una bajada rápida hasta casi tocar las casas de las calles de la Libertad, donde las hélices tiraron algunas macetas que estaban en las azoteas.
Inmediatamente después el Farman dio una “vuelta dificilísima” y cayó a tierra verticalmente, en una casa del Callejón del Órgano , zona de burdeles y casas de prostitución, entre las calles de Comonfort y Allende.
Tras el impacto, el aeroplano rebotó hacia la calle, donde lo encontraron los cientos de vecinos que acudieron, curiosos, tras escuchar el estruendo . A los 15 minutos, de acuerdo con lo reportado en este diario, había cerca de 5 mil personas en los alrededores.
Pronto llegaron las Cruces Blanca y Roja para rescatar, entre los escombros, a los pasajeros . “Allí estaba el pobre “Bibí”, con el cráneo despedazado […] Luego apareció Leopoldo Dupont, con toda la cara ensangrentada y las mandíbulas deshechas. […] En seguida, el joven Jorge H. Bernard, con la cara completamente ensangrentada, tenía cierto gesto de risa”, se leyó en este diario.
Los únicos sobrevivientes fueron Diez Martínez y Montero. El primero, con las piernas destrozadas y el pecho hundido, murió a las pocas horas en el Hospital Francés . El segundo, para sorpresa de todos, fue encontrado con pocos rasguños, entero y consciente.
No paró ahí el desastre. “Parecía que una mano invisible estaba dispuesta a seguir segando más vidas”, escribieron los reporteros, pues minutos más tarde “se escuchó una terrible detonación y dos tremendas llamas, como dos lenguas apocalípticas, acariciaron a los curiosos”. El depósito de gasolina del Farman había explotado.
El saldo final fue de 8 personas quemadas. En menos de 10 minutos el Callejón del Órgano quedó abandonado. Antes de que llegaran los bomberos, algunos vecinos lanzaron cubetas de agua y arena para apagar el incendio. “El pueblo siempre temerario”, se escribió.
El estruendo que provocó la nave al caer alertó a los vecinos de la Lagunilla, quienes acudieron a presenciar los hechos. EL UNIVERSAL.
Un salto a tiempo le salvó la vida
Según se reportó el 30 de mayo de 1920, el designado para pilotear la nave era Rafael Montero. Sin embargo, el director Diez Martínez le pidió ceder su lugar a Leopoldo Dupont, aviador francés que había estado en la reciente Guerra Mundial y que acababa de llegar al país para impartir clases en la Escuela de Aviación.
Entrevistado por EL UNIVERSAL en el Hospital Francés, Montero relató que saltó al caer la aeronave, “me palpé y no viéndome más que con ligeras raspaduras, me puse a salvo”, dijo.
Aeronave Farman-F110, similar al Farman F-50 que cayó aquel día. Wikipedia.
Demacrado y nervioso, Montero reía y daba gracias a la Providencia haber salvado la vida. Los periodistas le preguntaron por las muchas teorías con las que “el vulgo” se explicaba tal hecho:
¿Es verdad que Dupont planeaba lanzar bombas en el Palacio Nacional y, al darse cuenta, la tripulación peleó para impedirlo? ¿Usted quería quitarle la dirección de la nave al francés y por eso éste perdió el control? ¿El incendio del motor fue porque ustedes iban fumando? ¿Qué tan cierto es que se acercaron al Callejón del Órgano para ver a las mujeres que ahí rondan y al platicar con ellas se olvidaron del peligro?
Todas estas teorías resultaron ser infundadas.
Montero, en la situación en la que se encontraba no recordaba bien lo sucedido, por lo que no pudo relatar su versión a este diario hasta 3 años después.
EL UNIVERSAL ILUSTRADO, semanario publicado por esta casa editorial, contó con una entrevista al piloto sobreviviente en marzo de 1923. En ella contó la forma en que Dupont piloteó ese día la nave:
“Para demostrarnos su valor y sus conocimientos como piloto , se dedicó a hacer toda clase de maniobras, de prueba, a muy poca altura, casi sobre las casas de la ciudad […] no le voy a negar que tuvimos miedo, o al menos que lo tuve yo. No podíamos hacer nada, porque Dupont podía creer que nos faltaba valor, así es que nos sostuvimos en espera de lo inevitable”, relató.
¿Qué sucedió después? Montero dijo no saber: “Quizás fallara el motor , o no obedeciera el timón o cualquiera de esas cosas. El caso es que Dupont, a muy poca altura ya no fue capaz de enderezar el aparato”.
Pilotos de la Escuela de Aviación en 1923. Los campos donde se practicaba esta actividad estaban al oriente de la Ciudad, cerca de dónde está el actual aeropuerto de la CDMX. EL UNIVERSAL.
Sus compañeros aeronautas nunca creyeron que hubiera sobrevivido; al día siguiente, cuando asistió a los honores de sus compañeros fallecidos, la gente lo veía como si hubiese regresado del “más allá”.
En efecto, el 30 de mayo de 1920 los cuerpos de los muertos se trasladaron al hangar 2 de la Escuela de Aviación , donde familiares, compañeros, personajes de las colonias francesas e italianas y “gente sencilla del pueblo” los honraron. Incluso, a tal lugar llegó el entonces Ministro de Guerra, el general Plutarco Elías Calles.
Capilla donde velaron a las víctimas de este accidente, antes de llevarlas al panteón. EL UNIVERSAL.
Cuando las carrozas fúnebres se disponían a llevarlos al Panteón Francés (frente lo que ahora conocemos como Parque Delta), comenzó a llover. Los reportes de este diario evocan el momento como lleno de tristeza y dolor.
Cien años después, la memoria de ese traumático evento se perdió, al igual que ese fragmento del Callejón del Órgano. A partir de contrastar mapas de la época y actuales, se puede concluir que donde aquella aeronave cayó es en la actualidad el Mercado de La Lagunilla de Ropa , conocido por la venta de vestidos de primera comunión y XV años.
A pesar de los cambios urbanísticos que a lo largo del siglo XX se implementaron en la zona, como la ampliación del Paseo de la Reforma y la creación del Eje Vial 1 Norte, aún se conservan fragmentos de la calle del Órgano.
Mapa de 1928 donde se pueden ubicar las calles del Órgano. El accidente en cuestión sucedió entre Allende y Comonfort, donde en la actualidad se ubica el Mercado de la Lagunilla de Ropa.
El fotógrafo decano de esta casa editorial, Jesús Fonseca, quien creció en estas calles durante los años 30 del siglo pasado, recuerda que visitó esta angosta vía con sus amigos para poder ver a las mujeres prostitutas de la época.
“Pasa güero, tengo radio”, decían las mujeres a los muchachos quienes, curiosos, recorrían “la calle chueca”, sin imaginar la desgracia aérea que ahí sucedió.
Fuentes:
Archivo de EL UNIVERSAL
Entrevista con Jesús Fonseca, fotógrafo decano de este diario