A un mes de dejar el poder, el presidente Andrés Manuel López Obrador ofreció esta mañana su último informe de gobierno ante una plancha del zócalo capitalino llena de sillas. El presidente prometió un discurso largo; una lista repleta de logros. Y no defraudó.
Ofreció las mejores cifras que tiene por presumir: dijo que en cinco años casi 10 millones de mexicanos salieron de la pobreza. Dijo además que el sistema de salud durante su administración no sólo igualó, sino que mejoró al de Dinamarca. Presumió también la edificación de una megafarmacia, cuyo funcionamiento e irregularidades han sido reportadas por este diario.
Admite que tiene un pendiente: la búsqueda de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Recordemos que los padres han roto con el presidente y no mantendrán más reuniones con él. Durante su mensaje, entre sus simpatizantes y fans, un pequeño campamento de activistas se mantiene alrededor del asta bandera. Reclaman atención sobre desaparecidos.
A unos kilómetros, una marcha de estudiantes y ex estudiantes de derecho de distintas universidades llegaba al Senado de la República en una protesta en contra de la reforma judicial que López Obrador impulsó, y que gracias a sus mayorías legislativas se antoja inevitable.
El presidente puede cerrar su administración e irse a su rancho en Palenque con el que es tal vez su mayor logro: colocar al obradorismo como la principal corriente y movimiento político de México, con la presidencia asegurada, el Congreso a su disposición, y en breve, si no ocurre otra cosa, un poder judicial sacudido por completo. Así se ve un 73% de aprobación, según el último sondeo publicado por EL UNIVERSAL. Él mismo lo dijo, se va contento.
Ante su público, y los votantes de su partido, parece no importar si los dichos de AMLO sobre Dinamarca son ciertos o no, o si sus pendientes en Ayotzinapa y otros frentes siguen ahí. El Presidente se va en la plenitud del poder, pese a deambular entre Dinamarca y Ayotzinapa.
ml