Megalópolis. Una fábula (2024, dura 2.18 horas), dirigida por Francis Ford Coppola (85 años) con Adam Driver, Giancarlo Esposito, Shia LaBeouf, Laurence Fishburne, Dustin Hoffman y John Voight (estos dos en papeles muy secundarios) y más, se intentó hacer inicialmente en 2001, pero no fue posible por falta de fondos, y desde entonces el guion se ha reescrito muchas veces. Costó entre 120 y 136 millones de dólares y ningún estudio de Hollywood la quiso financiar. Para conseguir el dinero, Coppola tuvo que vender una parte de su viñedo en el Valle de Napa de California (la bodega se llama Niebaum-Coppola), que tiene un valor total de $500 millones de dólares. También tuvo que financiar los costos de distribución y mercadeo. Megalópolis es su primera cinta en trece años

Francis Ford Coppola es un indiscutible maestro del cine que pertenece a una generación de grandes cineastas; Martin Scorsese (quien también tiene 82 años y acaba de presentar Los asesinos de la luna en 2023), Steven Spielberg (de 78 años, su película más reciente es Lincoln en 2012), Brian de Palma y George Lucas. Del lado de Inglaterra, Ridley Scott tiene 87 años y acaba de entregar la --no tan buena pero espectacular-- Napoleón.

Coppola ha sido nominado a los óscares 55 veces y logrado 14 estatuillas. Dos veces ganó el principal premio en Cannes. Es mundialmente conocido por la serie de El Padrino (1972, 1974 y 1990) con un reparto de lujo; Apocalipsis Now (de 1979, la gran película sobre la guerra de Vietnam, que fue ampliada y reeditada en 2001), La Conversación con Gene Hackman, y Drácula de Bram Stoker con Gary Oldman y Keanu Reeves. Escribió el guion de Patton (1970, una gran cinta de guerra) y coescribió el del Padrino. Como todos los directores, ha tenido también sonados fracasos, como el musical One from the Heart (1982) y The Cotton Club (1984) con Richard Gere.

Megalópolis es una obra ambiciosa y grandilocuente, y en la que se construye una sátira retrofuturista sobre la decadencia de Estados Unidos, presentado como un Imperio romano moderno. En esta Nueva Roma --más bien parecida a la ciudad Gótica de Batman-- ocurre un duelo entre Cesar Catilina (Adam Driver), un brillante arquitecto y artista que propone un futuro utópico (algo así como entre Frank Lloyd Wright y Walter Gropius), y del otro lado, el alcalde de la ciudad, Franklin Cicero, un político tradicional aparentemente corrupto que se parece poco al gran legislador romano Cicerón. Su hija, Julia Cicero (la bella Nathalie Emmanuel, que tuvo un papel destacado en Juego de Tronos, 1911), al principio se enfrenta a César, pero de inmediato se enamora de él a pesar de su padre. Con todo, la relación entre César y Julia (que recita citas de Marco Aurelio), parece artificial, sólo obligada por el barroco y confuso guion de la película.

Los personajes de Coppola tienen nombres romanos, pero no por eso siguen la suerte de los romanos originales, porque la trama, más que recrear la historia de Roma, se basa en los sueños del director, con abundantes alusiones a la historia del cine y con la inclusión de numerosas citas de Shakespeare, Dickens y Ralph Waldo Emerson. La película contiene imágenes espectaculares, como estatuas que se mueven, un circo de tres pistas, manos gigantescas que salen de nubes, y atardeceres anaranjados.

La historia incluye un intento de tomar el poder financiando un movimiento populista por parte de Clodio Pulcher (Shia LaBeouf), al grito de “power to the people”, en lo que podría ser una alusión al MAGA de Trump, que resulta fracasada. Algunas actuaciones son caricaturescas --la del veterano John Voight, por ejemplo-- como si los actores no hubieran entendido cuál era su papel en el complicado conjunto.

Al final, que no queda totalmente claro, César-Adam Driver parece haber construido ya su ciudad del futuro, después de que la Nueva Roma fue en parte destruida por un antiguo satélite soviético (¿what?). César triunfa porque ha sido inspirado no por su genio, sino el amor (otro ¿what?) y para mayor optimismo, la pareja ha tenido ya un bebé que en la última escena se muestra --supongo-- como el futuro del futuro. A saber.

Buscando materiales para esta nota, encontré una entrevista de Coppola a la revista Vanity Fair (abril 30, 2024), en la que el director explica que para hacer esta cinta se inspiró en la Roma de la conspiración de Catilina, en la historia de la ciudad de Nueva York incluyendo la destrucción de las Torres Gemelas en 2001, en una larga lista de filósofos clásicos y modernos, y especialmente en una serie de brillantes cineastas desde Abel Gance, los italianos modernos, los directores japoneses clásicos, y hasta los profetas de la Biblia. Algo de todo esto se sugiere, o se puede adivinar en la película, y sin embargo es claro que el resultado final no cristalizó en una obra maestra, ni siquiera en una historia claramente narrada.

Por lo anterior, probablemente la película no será bien recibida ni tendrá mayor éxito económico. The Guardian escribió que era un “fracaso épico” por su trama pesada y confusa, y personajes que no son atractivos ni inspiran el surgimiento de una utopía.

Comentarios finales: el NYT dijo que es mejor ver una mala película de un gran director. OK. Yo digo que, si uno es realmente cinéfilo, no le queda otra más que ver la última obra de Coppola a pesar de sus defectos. Es cierto que el cine es una industria para ganar dinero, pero también es un arte, que se alimenta de talento y de esfuerzos arriesgados como el que se hizo para Megalópolis, por más que a veces las cosas no salen como el director (y esta vez escritor y productor) quería que salieran.

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