Para el grupo que se reúne los martes en el Gran León.
El maltrato que sufrió Volodimyr Zelensky en la Casa Blanca el 28 de febrero que terminó en in intercambio a gritos, volvió a poner la guerra de Ucrania en el primer nivel de atención mundial, aunque de la peor manera posible. No solamente se canceló la firma de un acuerdo entre los dos países para explotar recursos naturales de Ucrania, sino que se confirmó que el gobierno estadounidense está dispuesto a tirar por la borda los apoyos a Ucrania con tal de asegurar un acuerdo de paz que se estima sería equivalente a una rendición del país invadido ante el invasor ruso.
La animadversión de Trump por el presidente de Ucrania viene de lejos. En 2019 antes de la invasión rusa, durante el primer mandato del presidente norteamericano, intentó influir sobre el recién llegado mandatario ucraniano para que le entregara información que incriminara a Joe Biden, entones precandidato presidencial demócrata, y a su hijo Hunter, en relación con negocios de gas en Ucrania. Como una especie de Don mafioso, le dijo que a cambio Ucrania recibiría 400 millones de dólares en ayuda militar, fondos que Trump había bloqueado previamente para hacer esa negociación. Pero Zelensky no aceptó. Posteriormente la llamada telefónica fue la base para uno de los impeachments (juicios políticos) que se intentaron contra Trump.
A lo anterior se debe agregar la simpatía de Trump con Putin, demostrada de múltiples formas durante su primer mandato y recientemente comprobada por la iniciativa de Trump para “normalizar” las relaciones entre los dos países, y por las declaraciones del presidente norteamericano calificando a Zelensky de “dictador”, al tiempo en que concedió a Rusia, antes de cualquier plática, dos de las condiciones que requiere: mantener en su poder los territorios ya invadidos, que representan el 20% de Ucrania, casi cuatro regiones del país, y que Ucrania no entre en la OTAN.
Conviene detenernos un poco en las distintas explicaciones sobre el origen de la invasión rusa. El destacado economista Jeffrey Sachs ha insistido que la culpa es de los ucranianos mismos, por atender a las instrucciones de EE. UU. de ampliar la OTAN hacia Europa Oriental. Sachs ha hecho una seria crítica de la política exterior norteamericana por actuar en ocasiones como si gobernara al mundo, y por su alianza en el Medio Oriente con los objetivos de Benjamin Netanyahu. También ha criticado a la unión europea porque, en su opinión, no tiene una política exterior independiente. Mucho es de esto es cierto. En donde falla es en su abierta defensa del gobierno ruso: argumenta que Putin no es realmente un enemigo de Occidente, ignorando el hecho incontrovertible de su invasión a Ucrania, una nación soberana de 40 millones de habitantes que desde 2014 ha manifestado su aspiración de ya no formar parte del área de influencia rusa, para integrarse a Europa.
No encuentro en la reciente conferencia de Jeffrey Sachs[1] ninguna crítica a la invasión rusa de Ucrania, ni una sola mención a los delitos de guerra que han cometido los rusos estos tres años. Tampoco recuerda otras acciones militares rusas: la guerra contra Chechenia en 1993 y 1999, su invasión contra Georgia en 2008, su apoyo a la dictadura de Bachar al-Asad en Siria, ni la toma de Crimea en 2014 utilizando a soldados vestidos de uniformes no rusos o de civiles, asegurando que necesitaban proteger a los habitantes de Crimea de los "extremistas" que habían tomado el poder en Kiev. Los temores de Europa no salieron de su imaginación.
El 6 de marzo, el presidente francés Macron llamó a los franceses a prepararse contra lo que llamó la amenaza rusa tras el giro de EE.UU. en favor de Putin. Agregó que Rusia “ya ha convertido el conflicto ucraniano en un conflicto global”, “viola nuestras fronteras para asesinar a opositores, manipula las elecciones en Rumania y Moldavia”, y subrayó la necesidad de incrementar los gastos militares en Europa. En el mismo sentido se ha declarado el Primer Ministro laborista inglés, Keir Starmer, en lo que parece una tendencia a que Europa desarrolle una política exterior que pide Sachs, sólo que no en la misma dirección que él quisiera.
¿Cómo negar la clara resolución de Ucrania para no asimilarse a la Rusia de Putin? Sin ella no hubieran resistido tres años de una invasión sangrienta que diariamente bombardea sus ciudades, objetivos civiles, hospitales, escuelas, centrales eléctricas, con drones y proyectiles teledirigidos. ¿Tienen o no derecho los ucranianos de decidir su futuro, su forma de gobierno? Recordemos las declaraciones explícitas de Vladimir Putin desde antes de la guerra, en el sentido de que Ucrania no es un país, no existe: cuando mucho sería un peón en las manos de los enemigos de Putin. Su objetivo declarado es unir Rusia y Ucrania como “una sola nación”, para lo cual necesita “de-nazificar” Ucrania. Nada menos. Su visión del mundo se explica por su declaración en el sentido de que la “más grande catástrofe política del Siglo XX” fue la disolución de la Unión Soviética. Igual que Stalin y Leonid Brezhnev en el pasado, el dictador ruso actúa defendiendo lo que considera sus “esferas de influencia”.
Regresemos a marzo de 2025: dos días después de la emboscada contra el presidente ucraniano en la Casa Blanca: anunció una “pausa” en la ayuda militar al país europeo y la suspensión de cooperación en materia de inteligencia militar. Es decir, Trump ha decidido presionar a Zelensky para negociar la paz, pero no al presidente ruso. Es exactamente lo que Putin esperó durante todo el gobierno de Joe Biden. El efecto de la “pausa” será inmediato en los sistemas de defensa antiaérea que protegen a las ciudades y a la infraestructura del país. Otra forma de debilitar a Ucrania sería suspendiendo sus comunicaciones militares, que se basan en el sistema SpaceX, empresa americana del “primer amigo” de Trump, Elon Musk. Sería una forma eficiente (y parcial hacia el invasor) de cumplir la promesa de campaña de Trump “detener la guerra en 24 horas”.
Curiosamente, un nuevo canal de negociación entre Zelensky y Trump se abrió antes de la visita del presidente ucraniano a la Casa Blanca: crear un fondo de inversión para desarrollar recurso minerales en Ucrania que generara ingresos para los EE. UU. Se entiende que la propuesta busca un entendimiento económico con Trump que diera a Ucrania esperanzas de aliarse con Occidente y de alguna forma librarse del control ruso del país. Pudiera ser, pero será difícil de lograr. De entrada la animadversión personal del caprichoso presidente norteamericano contra su contraparte podría ser un obstáculo considerable.
En todo caso, algunos analistas internacionales han empezado a imaginar cómo sería un posible acuerdo que detuviera la guerra. Rusia necesita reducir los inmensos costos de la guerra en vidas humanas y en recursos materiales (se dice que sus bajas humanas son de mil soldados muertos o heridos diariamente), y que se levanten las sanciones contra su economía. Claramente, el riesgo más grave sería que Putin siguiera sin reconocer la existencia misma de Ucrania, que no quiera devolver los territorios hoy ocupados, y siguiera considerando todo apoyo de Occidente como una amenaza a su propia seguridad.
Ucrania requiere detener la destrucción de su país y de su economía, pero sobre todo necesita una paz duradera: no desea un alto el fuego transitorio que deje abierto el camino a la futura continuación de la invasión rusa.
Para el corto plazo, Zelensky ha mencionado condiciones específicas, como la prohibición de misiles y drones de largo alcance, la liberación de prisioneros de los dos bandos. Se podría negociar una zona desmilitarizada y vigilada por fuerzas europeas en los territorios controlados por los rusos. Ucrania también requeriría un plan internacional para reconstruir a su país. Finalmente, propondría algún tipo de acuerdo para al menos iniciar negociaciones para entrar no a la OTAN, sino a la Unión Europea.
En todo caso. es imposible negociar un acuerdo sin la Unión Europea, como parece haber implicado desde su campaña el señor Trump, no sólo porque las sanciones al dictador ruso fueron decididas no sólo por los EE. UU., sino porque toda Europa se siente amenazada por Putin en lo militar, a lo que se agrega una nueva complejidad: las críticas del VP norteamericano a las democracias europeas y del mismo Trump para incluir a la UE en su lista de nuevos aranceles.
Si se lograra un acuerdo de paz de corto plazo que no respondiera a las garantías de seguridad --radicalmente distintas— de los dos países, se podría generar una situación de un conflicto congelado al estilo del final de la Guerra de Corea, en el que nunca hubo un armisticio formal. Sería una forma de posponer cualquier solución de fondo, y un gran reto para Europa, que tendría que decidir su futuro sin el apoyo norteamericano. Otro mundo, pues.
[1] Jeffrey Sachs en el Parlamento Europeo: “La geopolítica de la paz”, organizado por el ex secretario general adjunto de la ONU 19 de febrero de 2025.