Por primera vez en la historia de la humanidad existe un artificio que es capaz de emular a los seres humanos en la toma de decisiones complejas, lo que hasta ahora, había sido una actividad que solo estos podían realizar, por supuesto me refiero a la Inteligencia Artificial (IA).
Este tipo de tecnología tiene implicaciones en todos los aspectos de la vida, desde la administración de materiales en una fábrica, el análisis de riesgos, la atención de catástrofes naturales, la selección de la película que veremos hoy en la noche o la ruta más rápida para llegar a nuestro destino en auto. En ese orden de ideas, cabe recalcar que el acceso a las herramientas más avanzadas puede significar una distinción entre las personas y la calidad de las vidas que llevan, así nos lo demuestra la historia con ejemplos que van desde el desarrollo de la agricultura, hasta la revolución industrial.
De esas experiencias podemos prever que, si no generamos las condiciones necesarias para aprovechar los beneficios que se pueden obtener de la IA, corremos el riesgo de que nuestra población no esté capacitada para desempeñar mejores trabajos debido a una brecha tecnológica que afecte a su desarrollo económico. En el caso particular de la IA, de acuerdo con la consultora PricewaterhouseCoopers (PwC), el potencial impacto de su desarrollo representa un crecimiento del 14% del PIB mundial para 2030.
Por ello, para que México aproveche al máximo las posibilidades de crecimiento que viene con la IA, es necesario que cuente con un marco regulatorio y constitucional que facilite la implementación de estos cambios tecnológicos en beneficio de las personas que podrían aprovecharlos y que evite la afectación a lo que pueden ser derechos humanos de última generación.
Asimismo, resulta indispensable adelantarnos a los acontecimientos y preparar a las niñas, niños y adolescentes para que puedan convertirse en personas trabajadoras que sean capaces de llevar a cabo sus actividades con las nuevas herramientas.
Esto a su vez, implica un cambio en el paradigma educativo para poder eliminar la brecha tecnológica que podría dejar fuera de los beneficios que trae consigo la IA a muchas personas, también requiere del desarrollo de mecanismos institucionales que fomenten la investigación, la innovación y el emprendimiento en torno a la IA. Por otra parte, el aprovechamiento de la IA supone la creación de infraestructura tecnológica que permita a las personas prestar servicios de mejor calidad en la conectividad, el acceso a plataformas y centros de almacenamiento de datos, los cuales son requisitos necesarios para su desarrollo y uso.
Por último, tal y como adelantamos, la IA necesitará de una regulación que atienda parámetros éticos y legales para restringir los usos que la conviertan en un instrumento que vulnere la protección de datos personales, los derechos laborales, así como temas de género provocados por una masculinización de la tecnología y, claro está, deberá librarse un debate sobre su inclusión o no en el marco constitucional.
En este aspecto, Chile puede convertirse en un referente, pues en abril de este año, se presentó una iniciativa de ley que pretende establecer definiciones, procedimientos, autoridades y mecanismos para garantizar que estas tecnologías se usen sin afectar los Derechos Humanos. Como podemos observar, los beneficios de la IA son muchos, pero también las condiciones que necesitamos cumplir como país para que se convierta en un factor de desarrollo.
Consecuentemente, el reto que nos presenta la IA consiste en nuestra capacidad de adaptar instituciones y desarrollar infraestructura, como se hizo en el siglo XX. Se podrá platicar con una máquina, emocionarse con un algoritmo aplicado, pero no podemos dejar de utilizar una herramienta tan antigua como la humanidad, la ley.