Las dos manifestaciones más destructivas del cambio climático de nuestro tiempo son los incendios forestales y las inundaciones causadas por lluvias torrenciales atípicas en todos los continentes y en diversas latitudes del planeta.

Estos dos fenómenos son causantes de la mayor devastación de superficies terrestres en los últimos 10 años. Su frecuencia, impacto y magnitud es recurrente y sus consecuencias son severas. Los daños a los ecosistemas, la biodiversidad y la lista creciente de especies amenazadas, deben hacernos reflexionar. Ante los desastres naturales de gran magnitud, es evidente la falta de preparación y la efectividad de los planes de contingencia y protección civil, que logren reducir el impacto devastador en familias, hogares, instalaciones y la economía en general. Desde California, hasta el norte de Europa y otras regiones en diversos continentes, se estima que los incendios forestales han dañado, destruido o degradado cerca de 20 millones de hectáreas a nivel global. De igual manera las lluvias, atípicas de carácter torrencial, han causado graves inundaciones, desbordamiento de ríos, así como sorpresivas y caudalosas corrientes de agua, que invaden ciudades y arrasan con lo que encuentran a su paso. La pérdida de vidas ensombrece aun más el efecto devastador de estos dos fenómenos naturales. Ante la incertidumbre y la amenaza recurrente de estos graves episodios destructivos que nos impone la naturaleza, los gobiernos deben reconocer que los daños de esta magnitud no son excluyentes de fronteras, ni exclusivos de países son, sin duda, una responsabilidad global de cuya prevención y solución todos formamos parte. Hay voces de expertos que vinculan una relación causal entre ambos fenómenos. La pérdida de superficie boscosa a nivel mundial, causa desórdenes climáticos que repercuten en daños hidrometeorológicos en otras latitudes del planeta. Hoy, ambos fenómenos deben ser atendidos de manera simultánea. Mientras los gobiernos de los países más afectados en el hemisferio norte dedican su retórica y sus recursos para una economía de guerra, los incendios forestales y las inundaciones continúan rezagados en las prioridades de los políticos de nuestro tiempo.

Por ello, es oportuna la toma de conciencia de gobierno y sociedad desarrollan problemas colaborativos que recupere muchas de las tierras perdidas por incendios o por especulación urbana o ambición agrícola de bajos resultados. De igual manera las actuales y futuras generaciones, además de tener una formación educativa deberán tener una cultura silvícola, así como una nueva cultura del agua. Ante la incertidumbre y la magnitud de estos desastres, es necesario responder de manera coordinada, para que las regiones boscosas vuelvan a lucir su esplendor y los equilibrios del ecosistema mundial, retomen, las causas y cauces que durante siglos han prevalecido de manera moderada y más segura. Con el solo hecho de que cada habitante del planeta pueda plantar un árbol cada año, en menos de una década habremos, resuelto con creces estas amenazas y dejaremos un planeta más limpio y equilibrado para las nuevas generaciones.

Rúbrica. Empeñados en los empellones . Ya es tiempo que los legisladores le devuelvan la dignidad al debate parlamentario y el respeto a la población que representan.

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