Las grandes guerras se inician mucho tiempo antes del primer disparo. La inestabilidad económica y los reacomodos políticos resultantes de los Tratados de Versalles ocasionaron profundos cambios, cuyas repercusiones incidirían en la percepción de que la paz lograda no sería duradera.
Hace un siglo las tensiones latentes entre los contrincantes de la “Gran Guerra” requirieron arduas negociaciones para que Alemania respetara las fronteras hacia el oeste, especificadas en los Tratados de Locarno, dejando indefinida la restricción hacia el este, precisamente la región donde años después sería el punto de partida de la Segunda Guerra Mundial.
Aun derrotada, Alemania seguiría siendo un actor decisivo en la búsqueda de equilibrios y paz en Europa. En esas fechas Guillermo II Kaiser de Alemania, que había perdido sus poderes en 1918, emitió una severa crítica al Tratado de Versalles: "El criminal e imposible Tratado de Versalles ha desarmado a Alemania y ha dejado a Europa y al mundo privados del mayor factor de paz".
Los países victoriosos tendrían que dar atención y en muchos casos someter violentamente a las convulsas colonias heredadas de sus glorias imperiales en el continente africano y medio oriente.
Dos episodios decisivos para la inestabilidad del futuro de la paz en Europa fueron: en primer lugar, la promulgación de las Leggi fascistissime, leyes de contenido ultra fascista donde Benito Mussolini, bajo el pretexto de rescatar la grandeza de la antigua Roma, proclamó formalmente su poder dictatorial, decretó la prohibición de otros partidos, y el único legalmente permitido, sería el Partido Fascista Nacional que lo llevó al poder. Mussolini se instituyó como cabeza del gobierno y titular del Gran Consejo del Fascismo, que sería la suprema autoridad del Estado. La libertad de prensa quedaba sujeta a la supervisión y en su caso a la censura a las críticas al Fascismo y a il Duce, su líder, y todas las organizaciones y personalidades ajenas a su movimiento quedaban bajo estricta supervisión policiaca.
En segundo lugar y aún más grave, fue la fecha siniestra del 18 de julio de 1925, día en que el primer tomo de Mi Lucha de Adolfo Hitler, fue publicado. La vulnerabilidad económica por la hiperinflación, así como el sentimiento generalizado de la humillación de la derrota y el escarnio fueron el motivo adecuado para que las ideas de supremacía racial y antisemitismo tuvieran eco en la mente de toda una nación y de grupos semejantes más allá de sus fronteras. La divulgación de esa doctrina fue la semilla del resentimiento que causó el mayor y más vergonzoso de los actos de barbarie del siglo XX.
Hace un siglo Europa rescataba la tarea de reformar un modelo de equilibrios de poder, estabilidad económica y convivencia pacífica. Mientras unos lo hacían por medios democráticos otros aceptaban la sumisión a un autoritarismo dictatorial. La sociedad aún no se recuperaba de las cicatrices de la guerra y sus dirigentes se debatían entre el impulso decidido al desarrollo económico o la desilusión de tener que construir barreras físicas e institucionales de defensa por una percepción de amenaza latente proveniente del este.
Rúbrica. Naturaleza insumisa. Por más que un gobernante lo niegue, el cambio climático se manifestó en Texas con dolorosas pérdidas.
Político y escritor. @AlemanVelascoM
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