Tres grandes comediantes, Charles Chaplin, Harold Lloyd y Buster Keaton, dominaron el arte del gag en el cine mudo, ese acto de comicidad que se escenifica sin palabras. Sus rutinas personificaban la tragedia del hombre común en una época que pasó de la bonanza a la depresión económica de los años veinte del siglo pasado. El apodo de “búster” se lo puso el famoso escapista Harry Houdini, cuando vio que de niño se rodó unas escaleras y se levantó ileso.

Buster Keaton, conocido como “Cara de piedra”, es el gran comediante que hizo reír a millones y él nunca sonrió.

Nacido en 1895 en Kansas, fue único hijo de una pareja de actores en teatros y revistas musicales. En su vida de joven surgió el cine, uno de los cambios tecnológicos más sorprendentes, que pasó de la fotografía fija a la imagen en movimiento. No obstante, el cine estaba restringido por la falta de sonido, por ello la imagen, la expresión facial, las miradas y las escenas de acción dominan hasta la fecha este nuevo espectáculo que se convertiría en la más nueva expresión de las artes.

Roscoe “Fatty” Arbuckle fue el primero que identificó el gran talento de Keaton, quien lo definía como “el pequeño personaje de cara triste”. Después de sus primeras cintas logró comprar los estudios que dejó Chaplin, y ahí Keaton pasó de simple comediante a un creador, productor y director de sus propias películas.

Keaton fue el actor solitario, delgado, de facciones angulosas, su cuerpo parecía frágil, que lograba dominar riesgosas escenas. A su vez era dueño de una excepcional capacidad de transmitir emociones casi sin parpadear o gesticular su cara, que era su más poderoso instrumento de actuación.

Es recomendable la película “Sherlock Jr.” de 1924, que por su genial creatividad se ha retomado en muchas alegorías en el cine moderno, y la obra maestra “El Maquinista de La General”, donde filmó sus más famosas escenas en la máquina de un tren. En el frente de una locomotora o en su costado, la expresión trágica solemne, con asombrosa capacidad de coordinación escénica logró hacer cambios de cámara y de tomas con gran sincronía.

En esos tiempos no se tenía definida la función de los “dobles” para las escenas peligrosas, lo que le daba al actor un mérito adicional.

La genialidad de su creatividad no tenía un guion preconcebido sino una serie de episodios chuscos encadenados en una improvisación creativa, que a veces requería más de 20 tomas hasta que se lograba el efecto deseado.

Un pasaje interesante de su vida fue su papel en el teatro en la famosa obra de teatro Esperando a Godot, de Samuel Beckett, de la que también fue protagonista, en la película “Film”, en donde se había considerado inicialmente Chaplin y se reconsideró la oferta para integrar a Keaton al papel protagónico.

Años después, en el Festival Internacional de Cine de Venecia, junto a Fellini, Visconti, Antonioni y Godard, Keaton recibió una ovación de más de 5 minutos.

El 1 de febrero de 1966, a los 70 años, el cáncer de pulmón le cobra la vida. Buster Keaton, quizá sin la gloria de su tiempo, dejó un legado insustituible en su estoico semblante que permitía que el público se riera del fracaso y la miseria; a fin de cuentas, el buen cómico hace que el auditorio se reía de su propia tragedia.

Rúbrica. Cumpleaños. Al cumplir 92 años a mis buenos amigos les complace mi buena memoria, a otros, no tanto...

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