Hoy las y los trabajadores del Poder Judicial de la Federación cumplen 21 días de resistencia contra la reforma al poder judicial. Tras la presión ejercida por las y los trabajadores de la Suprema Corte, el día 3 de septiembre, en sesión privada, ocho de las y los once ministros votaron a favor de la suspensión de actividades hasta el próximo lunes 9 de septiembre y el 6 de septiembre la ministra Piña se unió a las manifestaciones, caminando codo a codo con los que se posicionan en contra.

Las protestas no han parado y las voces a favor de la reforma también han comenzado a salir a las calles. El día jueves se realizó una manifestación frente a la Suprema Corte de Justicia donde jóvenes se posicionaron a favor de la reforma. En dicha manifestación, las ministras Lenia Batres y Loretta Ortiz dieron sendos discursos puntualizando por qué se necesitaba aprobar la reforma y agradecieron a las y los estudiantes y jóvenes que la apoyaran.

Nos encontramos frente a un tema que tiene dividido al país, a la opinión pública y a la propia Suprema Corte de nuestro país. He de confesar que la reforma al poder judicial se ha convertido en el centro de todas mis conversaciones tanto en las redes como fuera de ellas y me preocupa la ola de violencia digital a la que las personas se enfrentan cuando se posicionan tanto a favor como en contra.

Rescato una pancarta que veía en las manifestaciones que se realizaron dentro de la Suprema Corte: una mujer joven sostenía una cartulina que decía “a tus sentencias les falta pueblo”. ¿Qué entiendo de dicha aseveración? Que las sentencias del poder judicial son prácticamente inaccesibles para la mayoría de la población. ¿Podemos estar a favor de esta postura y al mismo tiempo estar en contra de la reforma en los términos planteados? Por supuesto.

Lo he dicho en distintos espacios: acceder a la justicia en este país sigue siendo un privilegio de clase, sexo y raza. Es tardada y costosa. Así que a la pancarta de mi colega añado: a esta reforma también le falta pueblo.

Necesitamos una reforma que ponga al pueblo en el centro. Una reforma profunda que nos permita acercar la justicia a todas las personas. Necesitamos juezas y jueces que sean tanto sensibles a la desigualdad como expertos en la materia que analizan. ¿Cómo logramos esto? Escuchando a ambas partes.

Las personas que están contra la reforma al poder judicial hablamos de la importancia de mantener y proteger la carrera judicial, de no desperdiciar los años de experiencia de personas juzgadoras, de secretarias y secretarios de estudio y cuenta, de proyectistas, de proteger la poca o mucha especialización que existe. Las personas a favor de la reforma se duelen de lo inaccesible, lenta y costosa que llega a ser. ¿Por qué resulta tan complejo reconocer lo valioso de ambos puntos?

En el libro I Never Thought of It That Way, Mónica Guzmán, periodista y escritora, utiliza ejemplos personales y profesionales para mostrar cómo la curiosidad y el diálogo genuino pueden ayudarnos frente divisiones profundas. En el libro, Guzmán narra encuentros con personas de diferentes contextos sociales, ideológicos y políticos, donde las tensiones eran evidentes. En uno de estos episodios, menciona un diálogo con un grupo conservador, donde, en lugar de adoptar una postura defensiva, opta por abrirse a escuchar sus puntos de vista. En lugar de intentar convencerlos o ganar la discusión, hizo preguntas para profundizar en su perspectiva y, en el proceso, encontró puntos en común y una comprensión más profunda de sus creencias.

Me parece que eso toca hoy. Acercarnos a ambos polos de la discusión sobre la reforma al poder judicial buscando encontrar puntos en común para poder co-crear una reforma que nos permita avanzar hacia un México más justo y menos desigual. Una reforma al sistema de justicia es necesaria y fundamental; sin embargo, la reforma que se nos presenta toca tan solo un engranaje del sistema de justicia. No nos habla de ministerios públicos, fiscalías, policías. Tenemos que proponer cómo sí. Cómo evitar que las mujeres que buscan denunciar una violación pasen horas sentadas para que las atiendan, cómo garantizar que existan suficientes defensores públicos para atender a todas las personas que lo necesitan. Necesitamos una reforma que garantice lo que José María Morelos y Pavón dijo un día: “que todo el que se queje con justicia tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo proteja contra el fuerte y el arbitrario”.

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