Hace unos días Donald Trump tomó posesión como presidente de Estados Unidos por segunda ocasión. Más allá del cúmulo de acciones anunciadas, de un discurso sumamente preocupante del empresario ahora presidente, y de Elon Musk realizando el saludo presuntamente (y evidentemente) nazi, hay un aspecto general de la nueva presidencia que vale la pena analizar ahora: una oligarquía gobierna Estados Unidos y esto representa un grave peligro para la democracia y para su sociedad.
De acuerdo con Branko Milanovic, existe un problema de índole política asociado con la desigualdad. Según el autor, en sociedades extremadamente desiguales, la acumulación de riqueza sin límites tiene como consecuencia que los más ricos acumulan también amplio poder político, el cual puede ser usado para “promover sus propios intereses y blindar su posición relativa en la sociedad”.
El peligro del poder político de las élites económicas millonarias ha sido denunciado ya desde hace tiempo en distintos espacios, y es el fenómeno al que Oxfam ha nombrado como “captura política” o “secuestro democrático”: las élites económicas manipulan las instituciones y las decisiones políticas en su beneficio, torciendo así la democracia a su favor.
Estados Unidos es así el claro ejemplo de una afrenta a la democracia, abanderando más bien lo que en ciencia política se conoce como oligarquía, es decir, el gobierno en manos de una minoría, en este caso la minoría de la élite económica de aquel país.
Eso no significa que sea una noticia nueva que dicho país esté gobernado por (o ampliamente influenciado por) la clase económica dominante, sino que ahora es mucho más visible que antes. Es imposible ocultar que Donald Trump es un heredero empresario multimillonario. También es muy obvio que fueron otros empresarios multimillonarios los que donaron millones de dólares para promover la campaña de Trump: tan sólo Elon Musk donó un cuarto de millón de dólares a la campaña del republicano.
Por cierto, aunque la cantidad donada parezca espeluznante, en realidad apenas alcanza el 0.06% de la inmensa riqueza de Musk. Eso le fue suficiente para tener un lugar privilegiado en el próximo gobierno (liderando el llamado “Departamento de Eficiencia Gubernamental”) e incluso para poder presionar a Trump en decisiones sobre aranceles y diversas decisiones sobre la selección del gabinete. Lo anterior es una clara evidencia de cómo la extrema acumulación de riqueza puede implicar que incluso una sola persona tenga el poder económico y político suficiente para balancear las elecciones a su favor.
Pero, ¿Qué tipo de decisiones políticas podrían buscar balancear a su favor estos multimillonarios en el gobierno? Ejemplos hay muchos, pero tal vez el más obvio es el relacionado con su renuencia al pago de impuestos. En un debate presidencial con Hillary Clinton en 2016, ésta lo acusó de no haber pagado impuestos durante varios años de acuerdo con sus declaraciones fiscales, a lo que Trump respondió que “eso lo hacía inteligente”.
Como recordarán, durante su primer mandato, Trump introdujo distintas reformas fiscales para la disminución en el pago de impuestos entre los más ricos (siendo tal vez la más destacada aquella donde se disminuyó la tasa corporativa de 35 a 21%).
Podemos tomar como ejemplo de Elon Musk, quien entre 2014 y 2018 vio crecer su riqueza en 14 mil millones de dólares, pero pagó una tasa efectiva de impuestos bajísima, de apenas 3%, muchísimo más baja que la de un estadounidense promedio, que oscila entre 20 y 25%. De hecho, de acuerdo con datos de ProPublica, Warren Buffet, Jeff Bezos y Michael Bloomberg pagaron incluso una tasa menor de impuestos.
En general, como reportan distintos analistas, el problema de la oligarquía que se ha formado alrededor de Donald Trump es su política de impunidad: “la idea de que algunos hombres están por encima de la ley”. Vamos, que incluso Musk llegó a compartir en su red social esta idea de que “una república [dominada] por hombres de alto estatus” sería más deseable que una democracia.
Claramente, suena peligrosa la idea de un gobierno dominado por personas millonarias herederas (en oposición a la idea vaga del “self-made billionaire”) que combinan el desdén por la ley, su creencia de que son los más adecuados para liderar la sociedad, así como su perspectivas “libertarias” (sic) del Estado donde los millonarios tributan menos, e incluso temas como sus intereses en las criptomonedas (donde Musk había sido acusado de fraude, caso que fue desechado hace unos meses) o en la colonización del espacio donde no exista el Estado mismo. En otra ocasión trataré aquí el tema de su “batalla cultural contra lo woke”.
En fin, queda claro que son un riesgo para la democracia los gobiernos dominados por los empresarios y los multimillonarios. Sea en Estados Unidos, en México o en Jalisco mismo, donde también lo padecemos. También son un riesgo para la sociedad y para el planeta mismos. Como leí en otros espacios, recuerden que “vienen tiempos oscuros y no queda más que radicalizarse”.