En innegable, y preocupante, el reciente auge de la extrema derecha a nivel mundial. La asunción de Trump y Musk (aunque nadie haya votado por este último) al gobierno de Estados Unidos es un claro ejemplo del ejercicio de políticas ultraconservadoras y del retroceso en términos de derechos humanos, igualdad y justicia, abanderado por la embestida en temas migratorios, de identidad e inclusión y, claro, la justicia fiscal y la austeridad en el gasto público.
Además, los políticos de extrema derecha tienden redes de apoyo entre distintos países, como el caso sucedido hace unos días cuando Musk recibió una motosierra por parte de Javier Milei en la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) de 2025. Otro ejemplo es el caso de Alemania, donde Elon Musk también expresó su apoyo a Alice Weidel, rostro de la ultraderecha alemana y del partido Alternativa para Alemania (AfD).
Bajo dicho contexto es que tenemos que entender los resultados de las elecciones alemanas del fin de semana pasado. Con un nivel de participación del 83% (no visto desde hace décadas), queda claro que la ciudadanía de dicho país tenía un alto interés en exigir un cambio en las urnas. La Unión Demócrata Cristiana (CDU), un partido conservador liderado por Friedrich Merz, se habría llevado la victoria con más votos y tendría que formar una coalición con otros partidos, probablemente con los socialdemócratas (SPD).
Pero, en realidad, el partido que habría avanzado más en las elecciones de 2025 es AfD, el ala de ultraderecha, pasando de 10% en 2021 a 21% en 2025, colocándose así como la segunda fuerza con más asientos en el parlamento alemán. De igual forma, destaca el avance de La Izquierda (Die Linke), un partido de izquierda “más radical” que el resto de sus competidores, registrando un aumento de 4% frente a las últimas elecciones.
Otra observación interesante es la distribución geográfica de los votos, que muestra como en las regiones orientales de Alemania, más afectadas por la pobreza, sería donde el avance de la ultraderecha es más claro. Esto es aún más entendible bajo el contexto de una Alemania cuya prosperidad económica ha menguado durante los últimos años.
Además, es destacable la particularidad de los resultados entre los más jóvenes, quienes prefirieron las opciones más “radicales” tanto de izquierda como de derecha. Así, La Izquierda habría triunfado entre los menores de 25 años, logrando 25% de votos, seguido por AfD con 21% (similar al promedio del total de edades), muy por encima del CDU y SPD.
Las preferencias por La Izquierda en la votación entre los más jóvenes no son una casualidad: han armado una plataforma electoral con críticas al sistema capitalista y a la avanzada neonazi, y propuestas amplias en términos de políticas de vivienda e impuestos a los más ricos, e incluso la propuesta de sustituir el Bürgergeld (una especie de seguro de desempleo) por algo similar a un ingreso básico sin condicionalidades.
Ante un contexto donde el futuro se ve cada vez más hostil, los proyectos políticos deben entender que el modelo actual liberal de centro (sea centro izquierda o centro derecha) le ha fallado a la mayor parte de la clase trabajadora. Esto lo han entendido y explotado claramente los políticos de ultraderecha.
Pero ejemplos como el caso de la población más joven en Alemania, muestran claramente que para poner freno a la ultraderecha es necesaria una izquierda radical que le haga frente, que se distancie del fracaso de los partidos de centro, y que ponga como eje toral la lucha contra la desigualdad, sí desde una perspectiva interseccional, pero sin invisibilizar los conflictos de clase (como lo han hecho los liberales en muchos países).
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