En los últimos días se hicieron virales distintas publicaciones que nuevamente criticaban que los programas sociales del gobierno federal generaban problemáticas, como la “dependencia del gobierno” y el clientelismo. Básicamente, uno de los tuits más famosos criticaba que una familia de siete miembros recibía, por “ayudas del bienestar”, hasta 14 mil pesos al mes, y que ésta era la razón por la que básicamente “votaban por MORENA”.
En los comentarios se podían leer críticas como que “por eso [los beneficiarios] no pensaban en la vasectomía”, que muchos de ellos “no necesitan los apoyos” y una diversidad de comentarios clasistas y racistas basados en desinformación.
En mi libro sobre los mitos de la desigualdad y la meritocracia (que estará en librerías dentro de unas semanas), le llamo “mito del vicio de la dependencia” a esta idea falsa de que los programas sociales desincentivan el trabajo de los “beneficiarios”, que éstos tienen más hijos sólo para “recibir más dinero”, que gastan el dinero en vicios (como alcohol y tabaco) y que, básicamente, hace que “dependan del Estado”. Algunos que reproducen el mito aseveran que “no hay que darles pescado, hay que enseñarles a trabajar”.
Los estigmas sobre los beneficiarios de la política social en México son ya viejos conocidos, pero se han difundido aún más recientemente, desde que pasaron las últimas elecciones. Es un discurso amplificado por las redes sociales, inundadas de bots pero también de personas que las usan para sacar los argumentos más rancios que no se atreverían ni a verbalizar en persona.
Pero la realidad dista mucho de lo que dicen estos mitos, como ya lo he mostrado desde hace años en otras publicaciones. En primer lugar, llama la atención la falsa idea de la posibilidad de la “dependencia” misma de los programas sociales. En promedio, los beneficiarios de los programas sociales de transferencias monetarias en México reciben $23 pesos por persona al día, de acuerdo con datos de la ENIGH. Nadie podría sostener una vida adecuada sólo con dicho monto, que apenas serviría para comprar un kilo de tortillas, si acaso. Ésta cantidad equivale apenas al 17% de la línea de pobreza y menos del 10% de un salario mínimo.
Por otro lado está el tema de las elecciones. Distinto a lo que mencionaban desde la oposición y también desde el discurso oficial del gobierno federal (y como he compartido desde hace un año), aunque durante el sexenio el ingreso por programas sociales se ha duplicado para el promedio de la población, está lejos de ser el factor más relevante al explicar el incremento del ingreso total de los hogares. Entre los años 2018 y 2022, el incremento del ingreso laboral para el promedio de la población ha sido 3.3 veces más alto que el del ingreso por programas sociales.
Si alguien tiene interés en entender por qué ha mejorado el ingreso de los hogares en el país, la principal razón sería la política laboral, como el incremento del salario mínimo y las distintas reformas laborales como la del outsourcing, la de justicia laboral y la de sindicatos, etc.
Irónicamente, aunque quienes reproducen el mito meritocrático del “vicio de la dependencia” crean que los programas sociales “desincentivan el trabajo” (principalmente entre los más pobres), han sido justo los aumentos en las remuneraciones por trabajo, y no el clientelismo, las que explican la disminución de la pobreza y la desigualdad durante el sexenio y, probablemente, es un factor clave detrás de la popularidad del partido gobernante.